20/07/2023. La señora del pantalón amarillo se lo bajó, hizo una larga sentadilla, se arregló como pudo y se fue caminando. Que a quién le toca limpiar, que la señora estaba enferma, es anciana y no pudo más. Que no se lo prestaron allá, ni más allá. Que si esto, que si lo otro.
No hay jabón pero hay agua. Un tobo, para ver qué pasa. Desniveles, ímpetu, dique. Una fuente oscura se levantó de repente. “Un desastre”, dijo un caminante. Más acá, otro dijo que un desastre, de verdad-verdad, es que se exhumen los restos de un músico importante de esta ciudad y luego desaparecen. Así cómo se desaparecen otras cosas, pero eso, ajá, que estamos ocupados limpiando la… Otro tobo de agua y otro, jabón prestado (muchas gracias, Ballena con Techo) y cepillo. Luego, llovió durísimo. Pensé que alcanzaría para disolver la sustancia pastosa, pero cuando amaneció, como en el cuento, estaba ahí.
Antes y después, en la plaza Bolívar, otros guaros caminan y mascan chimó. Pero esa es otra historia, llena de tierra y de sudor, de lluvia y de mármol. Cápsulas del tiempo en que es otro el tiempo, pandemia mediante.
Antes de, el coco de verdad costaba veintiocho bolívares. Después de, viendo la luz de las cinco de la tarde, o de las siete de la noche, y tal vez por el clima de conflictos en luna creciente, el coco de mentira marcaba cincuenta y seis bolos. El mismo dibujito de un coquito verde con otros números. En Puerto Píritu, de donde es el Taita Guaregua, dador de medicina, el coco se ataja porque si no se rompe. Esa crónica viene, solo que se ha tardado, porque…
Soñando
Como sucede en todas las plazas Bolívar del mundo, por la de aquí, la gente la atraviesa con comida o bebidas calientes. En la ollita, pues. Por esta también pasa todo el mundo: rusas de piernas brillantes…la falta de lentes. Tenía medias panty. En fin, rusas y rusos fornidos (que aquella rama del feminismo, el que tiene espinas, vaya adelante) cuando suben las gradillas, dan siete pasos. Entrar a la plaza por Gradillas es distinto, porque desde allí se ve la casa donde vivió Simón Bolívar. Uno de los guaros, invadiendo, hacía de guía de turistas extranjeros frente a la casa donde vivió Bolívar con su esposa, se quedó un rato Miranda y pasaron algunas historias interesantes.
“Puro loco es lo que hay en esta plaza, oyó”, exclamó un guaro con la boca llena de chimó. Antes, y en otra plaza, un señor que cargaba unos potes de plástico vacíos en un saco como de cargar escombros, pero más clarito, gritó y gritó y gritó tanto, que no dejaba oír la música que alegraba a, digamos, cuarenta personas que estaban viendo a la gente de la Ruta Histórica. Lo que desató la furia del señor fue cuando los vio bailando. Vaya un homenaje para Frank Tovar.
POR GUSTAVO MÉRIDA • @gusmerida1
FOTOGRAFÍA MAIRELYS GONZÁLEZ • @mairelyscg27