06/09/23. Con sus matices, sin duda Caracas es una ciudad verde, algunas veces tornasolada y otras de un azul profundo y escandaloso que desemboca, inevitable, sobre la cara norte del Waraira Repano y su imponente pecho amurallado que nos protege de los vientos alisios.
Aunque parezca que nos tragan el concreto y el esmog, sobre todo si nos movemos por el centro de la urbe, siempre hay un ángulo abierto que se tiñe alegre de clorofila y fotosíntesis. Debió serlo mucho más durante esa etapa fundacional de valle despejado, apenas tapizado por la pira que alimentaba a nuestros indígenas y los dotaba de poderes mágicos para hacerlos invisibles e inmortales. Hasta que llegó el conquistador con su bota de acero a agujerear el paisaje, lentamente, frente a la sabia resistencia de la naturaleza que siempre ha intentado que el hombre le obedezca, a despecho de Bolívar y su juramento ecuménico.
Donde caben todos
Así llegó hasta nuestros días de postpandemia el llamado Samán de la Trinidad, Samán de Bello, de Catuche o del Buen Pastor, que se erige desde hace casi trescientos años sobre lo que hoy es una plazoleta, luego de haber sido plantado cerca del Templo de la Santísima Trinidad, hoy Panteón Nacional.
Tanto que pese a lo monumental de sus dimensiones, el diseño del Foro Libertador (sede de la Biblioteca Nacional y de la Hemeroteca), se ajustó al entorno natural e histórico de la zona y al espacio que acoge al mítico árbol caraqueño, uno más de un inmenso inventario que cada vez menos habitantes de la ciudad se dedican a querer y a cuidar.
Fue plantado en 1753 a orillas de la quebrada Catuche por Juan Domingo del Sacramento Infante, maestro albañil, constructor por cuenta propia del templo devenido en mausoleo de los héroes patrios, y se mantiene erguido -pero malherido- en un espacio vital del ala norte del cuadrilátero fundacional de la ciudad, sobre una glorieta a la entrada de la sala Juan Bautista Plaza de la Biblioteca Nacional, donde hacen vida funcionarios de muchas instituciones vecinas, vecinos que han encontrado en sus sombras un nicho para sus reuniones comunales e incluso para hacer aeróbics, y algunos indigentes sobrevivientes de los embates del coronavirus y de la calle.
Extiende, samán, tus ramas
Andrés Bello le dedicó un poema y Tito Salas los retrató a ambos (y agregó al Libertador) en su célebre óleo La lección de Andrés Bello a Bolívar. Se trata de un hijo del Samán de Güere.
Así lo exalta Bello, en su célebre poema A un samán:
Árbol bello, ¿quién te trajo
a estas campiñas risueñas
que con tu copa decoras
y tu sombra placentera?
Dicen que el dulce Dalmiro,
Dalmiro aquel que las selvas
y de estos campos los hijos
no sin lágrimas recuerdan,
compró de un agreste joven
tu amenazada existencia;
en este alcor, estos valles,
viva su memoria eterna.
Del huérfano desvalido,
de la infeliz zagaleja,
del menesteroso anciano
él consolaba las penas.
Extiende, samán, tus ramas
sin temor al hado fiero,
y que tu sombra amigable
al caminante proteja.
Ya vendrán otras edades
que más lozano te vean,
y otros pastores y otros
que huyan cual sombra ligera;
mas del virtuoso Dalmiro
el dulce nombre conserva,
y dilo a los que pisaren
estas hermosas riberas.
Se dice que a sus pies los poetas José Martí, Pablo Neruda y Gabriela Mistral, entre tantos otros, se recogieron en profunda introspección a sabiendas de que su verde rumor albergó los sueños heroicos del Libertador y las elucubraciones intelectuales del más grande filólogo americano, don Andrés Bello. Dicen que el maestro Simón Rodríguez también instruyó en las letras y el pensamiento revolucionario a un Bolívar postadolescente.
El 5 de junio de 1983 fue declarado árbol emblemático de los países bolivarianos. Pese a haber sido intervenido varias veces con tratamientos fitosanitarios, sus ramas han menguado y hoy luce enfermo, con sus raíces y tronco marchitos y agrietados, lo cual le augura un futuro incierto.
La cruzada de Isturdes
Un guardián informal pero persistente del samán, el poeta y ambientalista de la parroquia San José, Aníbal Isturdes, se ha dado a la tarea por años de denunciar el abandono que sufre tan importante monumento natural e histórico, y cada vez que puede, improvisa encuentros y abrazos al árbol por parte de poetas, periodistas, vecinos, amantes de la naturaleza y curiosos a quienes les reparte semilla para que cada quien coseche un esqueje de la historia en la intimidad de un patio.
De hecho, de su inspiración han surgido crónicas y versos que intentan visibilizar su triste destino a casi tres siglos de ser testigo presencial de la gesta heroica de la patria. Recientemente, durante un encuentro de cronistas parroquiales y tras compartir entre propios y extraños las semillas que a duras penas aún libera el samán, pidió iniciar una grande y definitiva cruzada para salvarlo.
Silencioso y tímido, pero comprometido, ha logrado impulsar la causa en favor de la salvaguarda del Samán de Bello, consiguiendo reunir a movimientos de las letras como el Frente Oficio Puro para la compilación de la antología de ecopoesía titulada Bajo el Samán de Catuche, editado en formato digital en el año 2022 por el Fondo Editorial CEPAP.
Con participación de una treintena de poetas, en el prólogo del texto la académica y escritora Zenobia Marcano concluye: “Con la lectura de Bajo el Samán de Catuche, antología de ecopoesía en homenaje al profesor Aníbal Isturdes, desde la sensibilidad de ecopoetisas y ecopoetas, podemos escuchar el llanto de un framboyán ante la tala, el gemido de un samán ante el olvido y la ausencia del río que le daba agua, un diálogo entre alelíes y girasoles, la música de los pájaros que nos tararea el adentro, o el grito desgarrado de la selva ante el ecocida fuego destructor. Nos lleva a sentir el abrazo de la garúa, y a vivenciar cómo sana la lluvia.
En el conjunto de esta antología, constatamos en lo más nuestro la necesidad de defender al rabipelado y tantas especies amenazadas. Podemos ver ojos de manatí que hablan desde el aire, piedras que son amadas por el río, libélulas vestidas de bailarinas, el amor de una tigra por los suyos, el Waraira Repano como una gran ola detenida, los ríos santificados por las especies del sancocho de los pobres, y la tierra como amante y madre que florece en conucos después del trabajo humano que la preña. También nos hará imaginar un regreso a quebradas que ya no existen, una huelga de la naturaleza para que cese su destrucción, sábados verdes, y cómo una mujer-árbol se eriza al ser amada por el revoleteo de pájaros y mariposas”.
El propio Isturdes lo expresa en el libro con los siguientes versos:
¡Oh, bello árbol Samán de Bello!
¡Oh, bello árbol Samán de Bello!
¿Por qué ahora te olvidamos?
¡Madero verde del alma
Alma madero verde
a tus pies rindo el amor
de tus hojitas, flores y semillas
y el verde verde de tus hojitas
sin olvidar el polen de tu rocío nocturno
lleno de historia y de cultura
que ahora bajo el dolor del abandono
y sequía de la ciudad de Caracas
los caraqueños olvidan suplicarte
las goticas de agua, riego y cuido
en el gemir de tu vida de árbol!
Ah, lala lalay canto de mayo
resplandor puro del paisaje
pueblo y vida de sol y luna
sin aguacerito de mayo
y casita de teja
sin pausa el tiempo y gloria
aliento del espíritu caraqueño
canto de ave alada de mariposas
con senderos de hormigas
orilla de la yerba Caracas
orillado amaranto
¡en piedras del cantarino río Catuche!
POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon
FOTOGRAFÍAS MICHAEL MATA • @realmonto