31/08/23. El derroche poético de “una rosa de Francia, cuya suave fragancia, una tarde de mayo, su milagro me dio”, es propio de la musa inspiradora que es una hermosa María Teresa, quien por sus rasgos parecía francesa, como nos cuenta Josefina Ortega en su texto esclarecedor de la página Emisora Habana Radio, y no podía ser de otra manera, esta criolla-bolero de Rodrigo Prats y Llorens, es una musicalización del poema de Gabriel Cravier, un joven poeta y abogado amigo de la familia. Al respecto, encontramos en Historia del bolero I Cuba de los autores Santiago González y Reinaldo Viloria, cuentan que en una entrevista le preguntaron a Prats, ¿por qué no había compuesto la letra también?, “dijo que el músico para hacer una composición completa y de trascendencia busca al poeta para la letra. Así lo hizo él con Una Rosa de Francia cuando siendo un pianista joven (quince años de edad), se había impresionado con la belleza del poema de Gabriel Cravier y le puso música”.
Los jóvenes amigos se encontraron el verano de 1924, en casa de los tíos de Rodrigo, Enriqueta y Antonio Reyneri, en Santiago de Las Vegas, donde pasaba temporadas siendo estudiante de música, tocando el violín, en la orquesta que musicalizaba las películas mudas del Teatro Minerva. Según la investigadora Concepción Díaz Marrero, fue en una tertulia que surgió el proyecto de creación compartida, que popularizó Fernando Collazo, antes de darle la vuelta al mundo. De esas tantas versiones, recomiendo el video en vivo del Olympia de París en 1998. Compay Segundo llama a Omara a cantar y dada la circunstancia femenina de la inspiración de la pieza, ella le insta a llevar la primera voz porque el lleva los pantalones. Y así ocurre el maravilloso dueto en tan adecuado e importante escenario, de aquella gira ya casi a finales de siglo, de Buena Vista Social. La pieza concluye con un cántico en lengua madre: Iborere, iborere/ Acoroná siraguá/ Iborere, Iborereo/ Acoroná siraguá”, que evidencia la ineludible presencia africana en la música cubana, tal como lo decía en mi libro Este bolero es mío y tuyo también, de donde tomé esas líneas.
Pero el cuento bueno de toda esta historia tenía que ser de mi querido amigo ya fallecido Helio Orovio, uno de los más grandes musicólogos cubanos, un ser humano de una simpatía inmensa y de lo más ocurrente del planeta. En el texto de Josefina nos cuenta que Orovio “aseguraba que el carácter metafórico del texto y el ocultamiento del motivo inspirador obedecía, ni más ni menos, a que la musa de ‘Una Rosa de Francia’, era la esposa de un importante personaje de aquella localidad”. ¿Vainas de Orovio? ¿O los carajitos se enamoraron de la mujer del jefe? Sea lo que sea, lo que sí puedo decir es que el pana Orovio siempre estuvo muy bien informado de los altos y bajos fondos, y ¡cuando decía que el burro es blanco, era porque tenía los pelos en la mano!... ¡sobre todo si de faldas se trataba! Jajaja.
Para cerrar insisto en el tono poético de esta pieza maravillosa que seguramente enamoró a María Teresa o a la esposa del señor importante: “De mi jardín en calma/ aún la llevo en el alma/ como un rayo de sol/ Por sus pétalos blancos/ es la rosa más linda/ y hechicera que brinda/ elegancia y amor.
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • 0424-2826098