21/09/23. Acabada la tierra, Dios se retiró a descansar el séptimo día. Con tan mala suerte, que Adán y Eva tomaron del fruto prohibido haciendo del paraíso un desnalgue de proporciones astronómicas. Papá Dios decidió entonces que el poder no podía confiárselo a los mortales así como así. Por esta razón designó a los responsables de administrar la taguara en su nombre. Esta creencia pudiera sonar absurda, pero es lo que todo el mundo se ha tragado desde que el mundo es mundo, desde Alaska hasta Kuala Lumpur: los líderes son enviados divinos con la facultad de conducir los destinos de sus comunidades.
Poder, divino tesoro
Tenemos que la monarquía maneja por principio que sus reyes y reinas son coronados directamente por Dios. Por esta razón el vulgo no tiene el toque divino para elegirlos soberanos. En civilizaciones como la egipcia y la inca, los dirigentes de sus comunidades eran considerados dioses: seres de otra galaxia destinados a conducir las vulnerables vidas de sus feudos para evitar una hecatombe. Siguiendo con la fe cristiana, tenemos que la biblia misma dice que “Dios quita y pone reyes” (Daniel 1-4). El Bhagavad Gita, entretanto, se toma con más filosofía el asunto político, argumentando que ningún político sirve en la era de Kali Yuga (La era de la ilusión). Para el Corán (2ː124), un líder debe ser una autoridad o modelo ejemplar, que siga los preceptos de Dios.
Las cosmogonías son variadas y diversas al momento de mezclar política con espiritualidad. Quizás sea por eso que aún hoy en día la gente siga insistiendo en que sus líderes políticos deban ser superhombres y mujeres con cualidades superiores que vengan a salvarlos de su propio absurdo. La decepción suele ser inevitable, porque es importante recordar que quienes ocupan puestos de poder son simples mortales con las mismas virtudes e incongruencias que los demás humanos. Por el contrario, la historia nos advierte, que más bien quienes han querido abrazar el poder con el mismo frenesí que Gollum a su “precioso” anillo terminan ocasionando tragedia y desolación a su gente.
¿Un cambio de paradigma?
Curiosamente, hubo un negrito que, si bien llevó palo parejo por hacer su trabajo, cuando el tiempo se le acababa le recordó al pueblo que ellos eran los responsables del destino de su país. Bajo un palo de agua inclemente, desafió el cáncer que lo estaba matando y le dijo a su gente: “Tú también eres Chávez. La voz de Chávez es la voz del pueblo”. Y la voz del pueblo es la voz de Dios.
Quién sabe si este evento histórico sentó un precedente en el inconsciente colectivo para que la humanidad recupere el paraíso perdido mediante el poder popular, y no dejándole el coroto a un grupito de enfermos. En otras palabras, es hora de que los hijos de Eva se organicen y siembren un conuco de manzanas.
POR MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ