26/09/23. Román Chalbaud fue un artista con la suficiente capacidad de trabajo, sensibilidad, e inteligencia, que se expresaba en un saber mirar y un saber hacer, como para ocupar un lugar en la memoria de los venezolanos. Yo diría que no sólo ocupa ese lugar por su estatura creadora sino porque ayudó a construir un imaginario que es parte de la memoria misma.
Vivió largo y, como testifican todos los indicios, con mucha intensidad. Asombra que, teniendo ese merecido prestigio, fuese tan cordial, que se expresara con tanta sencillez, que no dejara apagar la chispa del humor. Ha podido infatuarse y adquirir poses de divo, de intelectual, de iluminado del arte. Pero prefirió hacer su trabajo en televisión, en cine y en teatro con un gesto de normalidad. Bien por él.
A propósito de Chalbaud, este texto pretende dar cuenta de un enfoque sobre dos conceptos que todavía no soy capaz de precisar si están de moda o son objeto de una búsqueda que se ha emprendido desde muchas instancias. Me refiero a la venezolanidad y la descolonización.
La obra de Chalbaud por ningún lado nombra estos términos, nunca dice cosas como paradigmas, epistemología, hegemonía ontológica. Tampoco sus personajes teorizan o lanzan discursos sobre el asunto. Sus películas exponen una visión de la venezolanidad que no inaugura el autor, más bien la saca del día a día y le da continuidad en la pantalla o el escenario, para devolverla al espectador imbuido en sentimiento de estarse viendo, de comprender los resortes ocultos de los modos de relacionarse, del imaginario, de la cultura y del habla cotidiana, de la manera de hacer, de traicionar, de amar, de decorar la casa, de bailar en una discoteca o en campo abierto al ritmo del tambor, de hacer el amor, de establecer vínculos y lealtades en las situaciones más insólitas que produce lo cotidiano. No hay en la fábula, ni en los personajes entrega al pensamiento colonial, el discurso de su obra no es sumiso a las formas que occidente propone como ideales. Más bien las deconstruye como les gusta decir a los estudiosos del tema.
Chalbaud no era académico, no se presentaba como un teórico de tales temas, no lo convirtió en una religión; su aporte a los modos de mirar la venezolanidad, de generar un discurso descolonizador implican vivir y expresarse desde el ser venezolano y sin las ataduras o paradigmas del saber-poder colonial.
Iba a escribir sobre un cineasta, Antonio Llerandi, que utilizó la muerte de Chalbaud para repetir el discursillo lleno de odio del antichavismo, pero preferí hablar de cosas importantes. Sólo digo al respecto que meterse con quien no puede defenderse deja mucho que desear en un ser humano.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
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