12/10/23. En su autobiografía, Angela Davis cuenta que fue cuando conoció París que entendió que la realidad de sus hermanos afros en Estados Unidos no era única sino similar a todos los pueblos dominados. Lo constató cuando observó la vida de los magrebíes que vivían en Francia. Por eso, más tarde decidió que la lucha contra la discriminación que llevaría no se agotaría a denunciar la de los afros sino toda aquella basada en raza, o, en pertenencia étnica.
Todas las luchas tienen esa particularidad, vistas desde adentro parecen la única bandera a levantar, pero a la distancia, con calma, parecen uno de los hilos de una red que no permite la realización plena de una persona, bajo la justificación de su género, edad, raza, sexo, religión, cultura, idioma, etcétera.
Cuando el feminismo se propone la liberación de las mujeres le ocurren las mismas cosas, pues no todas las mujeres viven las mismas realidades, ni tampoco desde los mismos principios o con las mismas expectativas. Sin embargo, para algunos, todas las luchas de las mujeres pueden resumirse en un listado de aquellas cosas que han de alcanzar. Sin que sea muy evidente a cuáles mujeres han consultado para que la lista sea tan uniforme.
¿Cuál es la voz de una mujer árabe? ¿Qué mundo sueña, qué trabajo hace? ¿Qué piensan las mujeres africanas o cómo es la noción de justicia de una mujer en China? La verticalidad ha caracterizado la manera en la que nos relacionamos con los derechos humanos. Nos los presentan como nacidos de una conferencia, lejana a nosotros, donde se ha determinado lo que está bien en el mundo. En una determinación donde muchos -y en especial, muchas- no tienen espacio.
Por un par de días, en Irán, más de cien mujeres pudieron verse a la cara. Reconocer sueños comunes y diferencias de vida. Contarse el arte de usar la palabra como medio. Su encuentro en el marco de un festival, llamado sol, bajo la idea de que las mujeres narran e iluminan y tienen la común tarea de dar y mantener la voz, nacida en un abrazo que intenta hacer el mundo desde abajo, desde el encuentro, desde las preguntas: qué quieres, qué sueñas, qué haces.
Unas que resultan obligatorias para que el feminismo sea un concepto que tiene asiento en los pueblos y que no se trata de una lista de mercado, dictada por una visión única del mundo y de la vida. Allí es donde resuenan las palabras de Angela Davis, pues, como quien pela una cebolla, todas las capas de opresión que recubren a cada persona han de quitarse, cuidando, por demás, que ninguna promesa de libertad sea en realidad una falacia que busca aplanar el mundo, destruir culturas o recolonizar pueblos.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta