14/10/23. Hoy te voy a hablar de algo que pasa en la vida de todo trotador o corredor: la necesidad de hacer una pausa por la razón que sea… o sin ninguna razón.
Si apenas estás empezando en esta actividad recreativa es posible que no te haya sobrevenido la primera crisis. Pero te advierto que eventualmente ocurrirá. Puede que pase de manera súbita, es decir, que un día te levantes y digas: “¡Voy a dejar de correr, ya me harté de esto!”. O puede pasar de manera gradual, o sea, que si estabas trotando cuatro días por semana, bajes a tres, a dos, a uno… y luego a nada.
En todo caso, en algún momento tomará forma en tu cabeza la idea de que estás abandonando. Y no es agradable, debo decirlo, porque significa echar por la borda algo que te costó un camión de esfuerzo. La idea de parar siempre tendrá un sabor a derrota, a fracaso.
Sin embargo –y eso es lo que vengo a decirte hoy–, eso no necesariamente tiene que ser algo traumático ni mucho menos una ida sin retorno. Para conjurar esa mala perspectiva lo que hacen muchos trotadores y corredores es diseñar una pausa estratégica.
Se trata de un alto planificado, de un recreo programado, de unas vacaciones específicas de la actividad de trotar o correr. En esto último hay que ser claros, porque no necesariamente coincide con las vacaciones laborales, ya que, muy por lo contrario, a muchos trotadores les pasa que es en el tiempo fuera del trabajo cuando más pueden dedicarse a su deporte.
Las vacaciones de trotar pueden ser muy beneficiosas y útiles, sobre todo si se toman después de un período de demasiado esfuerzo acumulado o en medio de una sensación de estancamiento, en esas oportunidades en que salimos a trotar y apenas si podemos, a duras penas, completar una distancia o un tiempo mínimo.
Las pausas estratégicas sirven también para repensar los planes de entrenamiento, buscar nuevas locaciones y, sobre todo, para tomar conciencia de que un trotador aficionado no está obligado a ganar maratones ni a romper récords.
Pasos y zancadas
Récord mundial… Y no fue Kipchoge. Los atletas de élite se aproximan al descomunal logro de bajar de dos horas en un maratón. Por lo pronto Kelvin Kiptum, un keniata de veintitrés años, le dio un revolcón al récord mundial al terminar el Maratón de Chicago en 2h, 00m y 35s, una marca alucinante, que se ubica 34s por debajo de la que mantenía su compatriota, Eliud Kipchoge, “el papá de los helados” en esta distancia. Por su juventud, Kiptum pasa a ser el gran candidato a romper el hito de las dos horas. ¿Será?
[La próxima entrega espero hacerla dentro de un mes, pues voy a una “pausa estratégica”]
POR CLODOVALDO HERNÁNDEZ • @clodoher
ILUSTRACIÓN JADE MACEDO • @jadegeas