16/11/23. ¿Sabemos nosotras qué aspiramos cambie para las mujeres en Venezuela? ¿Sabemos cómo han funcionado -de bien o de mal- las cosas que ya tenemos? Apenas sube el café y en mi oficina, una mujer comienza un relato que me eriza. Mantengo la calma pero se despiertan en mí otros debates. Como abogada, creo que puedo equivocarme. Pensar en recursos cortos, de poco alcance, a los que una puede acceder por el oficio. Sin embargo, no basta. Les cuento.
Una mujer que convive con un agresor al que ha denunciado hace dos años y que no logra que la fiscalía, ni la policía, ni el mismísimo espíritu santo le den la protección que la ley le otorga, me explica que ha tenido tres intentos de ir al tribunal a averiguar por su asunto y no lo ha logrado. La razón es sencillamente ridícula: en la puerta objetan que sus pantalones no son aquellos que sirven para ir al tribunal.
¿Cómo son los pantalones para ir al tribunal? Recuerdo que existe una materia sin código en la escuela de derecho, donde se estudia el manual para parecer abogado, que incluye la descripción de un anillo pesado, de piedra roja. Un vestido tailleur, un traje de hombre, negro o gris, bien hipócrita.
¿Pero cuál es la ropa correcta de la víctima? A mí se me da por pensar que sólo puede ser aquella que tenga puesta. Incluso si es fea, poca, extraña, la que pudo agarrar en la huida, con la que va a trabajar, la que le permite tener la situación que está viviendo. No se trata para ella, el ir a un tribunal, de trabajar o de hacer un negocio. Se trata de exigir la protección a su vida, a su integridad, a su libertad que le ha prometido la Constitución y la ley.
Así, renuncio a pensar que esto es un problema que sólo vive ella. Me parece un síntoma, de esa manera que tenemos a veces de hacer las cosas en automático. Omitiendo elementos fundamentales del análisis. Hay en toda reflexión sobre la justicia un espacio que habla de la necesaria majestuosidad de la función, pero esta, que es una forma, no puede ir nunca por delante de la justicia, que es el deber y el fondo. Menos constituir una causal de discriminación y angustia.
Puede que la mirada de abogada me haga pensar en procedimientos, gritar desde las entrañas “amparo” pero hay más. La necesidad de la reflexión total, colectiva, renovadora, garantista, necesaria. La esperanza de no fallar, de poder decir en serio y con el corazón que hacemos algo para cambiar todo lo que sigue alejando a las mujeres de la justicia y para que “ni una más” deje de ser una consigna porque es la realidad.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta