30/11/23. Una niña abandonada al nacer por su padre, criada por su abuela, llevada a la vida itinerante de los circos apenas a los cinco años, madre de una criatura que muere de meningitis cuando tan sólo tiene dos años y amante de un hombre que se va en un terrible accidente, es la voz de todo un país, de todas las películas que buscan ese ambiente rosado y meloso en una escena y además, un símbolo de la fuerza que sale desde el alma cuando antes de los diez años, sella un pacto con la vida porque decide cantar para no suicidarse.
Su infancia es el teatro del horror y del dolor. Cuando los padres se van, la dejan con la abuela que creía que el agua era mala para el cuerpo y sólo le daba vino. Dicen que de pequeña no hablaba, no reía, no caminaba y había quedado ciega. Una situación de donde la sacó Santa Teresita de Lisieux que, en parte es, el José Gregorio de los franceses.
Desde allí, se abre camino cantando, en cafés y clubes de la calle Pigalle, parte de una París ruinosa y oscura de la que saldría cuando Louis Leplée, propietario del cabaret Gerny's, la oyó cantar e hizo de ella, el pequeño gorrión, la Môme Piaf. Ya en 1937, de sus entrañas había nacido una estrella: Edith Piaf.
Así, de ese cuerpo, pequeño y débil, resucitó y resonó hasta la eternidad. Por eso, incluso si tú no has oído su nombre, visto su figura, conocido su inusual rostro de cejas diminutas y oscuras, la has escuchado. Pues la môme logró no tan sólo codearse con lo más importante de su época, sino convertirse ella en el símbolo universal e imperecedero de su tiempo.
Dicen que cuando murió, en octubre de 1963, cuarenta mil personas caminaron en silencio por París hasta su tumba. Sesenta años después sigue siendo estudiada, remasterizada, nombrada en su natal París, en su país y en todo el mundo. La manera en la que Edith amó la vida, pese a todo lo que le pudo suceder, es una llama que alumbra, cuando consideramos que siendo esa su biografía, se hizo inmortal cantando que no lamentaba nada, ni el mal ni el bien que hayan podido haberle hecho y que veía la vida en rosa cuando el amor se le acercaba, como también le ocurrió.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta