13/12/23. De todas las cosas que nos dejan ver que el avance hacia la igualdad real es duro, pocas son tan palpables como las que tienen que ver con la justicia. Es un viejo dilema, de hecho. Hasta hace muy poco casi ningún Estado castigaba la violación y tan sólo con una promesa matrimonial la disculpaban. Estas normas estaban acompañadas con otras que, como un catálogo de excusas, bajaban notablemente la pena del asesinato que un padre o un marido hacían sobre una mujer.
Por atroz que suene, esto no ha cambiado del todo. Así, nadie se preocupa mucho si alguien denuncia un robo que no ocurrió o una amenaza que no es tal, pero con qué frecuencia escuchamos decir que la mujer que ha denunciado violencia mintió.
Existe una lógica terrible pues los delitos de poca cuantía -que no se consideran tan graves y que la pena no es muy alta- son más creíbles. Si una mujer dice, por ejemplo, que el marido le grita o la acosa, le van a creer, aunque le digan que le toca soportarlo. Sin embargo, ante una violación o un femicidio comenzarán las investigaciones sobre la víctima -al mismo tiempo y a veces con más intensidad- que sobre el presunto agresor.
¿Qué hacía en esa esquina? ¡Seguro que andaba sola de noche! ¿Tendría una minifalda? ¿Ella no se dio cuenta que ese muchacho era así? Muchas de estas cosas ocupan la primera plana y el debate probatorio. Autoras como Nerea Barjola lo analizan y consideran que sirve para disciplinar a las mujeres.
Pues una de las reglas que aprendemos de chicas, que construyen un muro invisible pero infranqueable es el miedo a la violación. Saber no tan sólo que esta es una posibilidad atroz sino que de ocurrir será culpa nuestra, no del agresor. Porque desde su nacimiento, los niños entienden que sus deseos sexuales son válidos y deben satisfacerlos y las niñas que los suyos son impuros y que deben ocultarlos, al tiempo de protegerse porque el violador siempre asecha.
¿Podemos cambiarlo? Debemos hacerlo. Hay que reducir las distancias entre la cultura y el derecho. Luego, entre las leyes y la realidad. Hoy en día, nuestro sistema de justicia de género está urgido de casas de acogida, de respuesta policial, de personal sensible y capacitado. La prensa de limpiar el lodo patriarcal que sigue manchando los titulares. Lograrlo aunque suene complejo servirá para que en el futuro haya más justicia, seguridad e igualdad.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta