Trujillo nació en San Antonio de los Altos, estado Miranda, y también vivió un largo periodo en Cabimas, estado Zulia. Compartimos algunos recuerdos de ese terruño caliente de mi tierra zuliana, y convenimos en varios asuntos sobre el ser y sentirse cabimero o cabimera. Hasta me leyó una poesía sobre Cabimas, esa tierra donde nací.
Les cuento esto, porque Cabimas es referencia del taller de Crónica y comuna que imparte Trujillo en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) los días lunes de 4:00 a 6:00 de la tarde.
Tiene una duración de seis meses con módulos variables según la comunidad en la que imparta la formación. Manteniendo temas fundamentales como son pueblos originarios, afrodescendientes, Literatura y Oralidad, Cronistas oficiales y no oficiales, y crónica comunal.
¿Cómo inscribirse? Le pregunté al poeta. "No, que vayan hasta allá y así se empieza en el taller". Así que para participar en este taller, los interesados deben acudir al Celarg de Altamira a las 4:00 de la tarde y emprender el viaje.
La mudanza
Me habló sobre la mudanza. Y ustedes como yo se preguntarán ¿la mundanza? Trujillo me explicó que la mudanza es parte de esta formación, pues de esta manera se constituyeron muchas de las comunidades que conocemos hoy día en Caracas, por ejemplo. Este fenómeno tuvo muchas épocas, una de las más conocidas es aquella que se conoce como el “boom petrolero”.
Aquí es donde entra Cabimas. Una ciudad que, antes del Reventón del Barroso en 1922, se dedicaba a la siembra, ganadería y pesca. Posteriormente, se convirtió en un hervidero de máquinas y extranjeros perforando la piel de nuestra tierra para extraer su sangre: el oro negro.
En ese momento se experimentó la mudanza. Cuando personas dejaron la siembra en los campos de Los Andes y llanos venezolanos para enrumbarse a una actividad que, presuntamente, les daría más beneficios. Se fueron a Cabimas, al escuchar las versiones del oro negro y de catires gringos “pagando mejor”.
Este hecho, también se dio en El Tigre, estado Anzoátegui. Ambos acontecimientos se recogieron en la Literatura venezolana. Algunos ejemplos son Mene, de Ramón Díaz Sánchez, u Oficina N° 1 de Miguel Otero Silva.
“Con el reventón del Barroso comienzan una mudanza del campo a la ciudad. Eso ocurrió también en El Tigre. Se dio el despoblamiento de los campos. La gente se va hacia esos lugares, buscando una mejoría de vida. Esa mudanza la registraron historiadores. Por ejemplo, en la Literatura”, me dijo Trujillo.
Sin embargo, hay mucho de esa parte de esa mudanza que no se recogió de la memoria oral, la memoria del pueblo. En ese sentido, el poeta Trujillo resalta que la labor de quienes realizan su taller es recoger aquello jamás dicho. Allí donde no hay fuentes documentales, el taller Crónica y comuna sustenta teniendo como objetivo la memoria oral. Es decir, contar “la historia a través de los testimonios que nos van dando las personas”. Para ello, hay que vivir en ese espacio, dice Trujillo.
Trujillo recalcó que el objetivo de los talleristas de Crónica y comuna es recoger testimonios de esa mudanza. De hecho, se refirió a que los abuelos y abuelas a quienes han entrevistado, ninguno nació en ese lugar, pero hicieron allí sus vidas.
“En la mudanza se refiere a esos cambios que ha habido la comunidad”, relató. En esa investigación se descubren elementos de la memoria comunal: ¿De dónde vienen? Igualmente, hay muchas coincidencias en las cuestiones sociales, la mejoría de vida, la salud, entre otros.
El libro invisible
“La historia oficial trabaja con los documentos, en cambio, el libro invisible pertenece al pueblo que trabaja con su memoria y la transmite oralmente. Es un libro que va de generación en generación y está en el imaginario popular”.
Trujillo destacó que a partir de este libro que no se ve, que no tiene pasta dura, se siente la memoria colectiva, la memoria de las comunidades, de sus pueblos.
Del Barroso a la Carta del Barrio
“Pero ¿qué es lo que está detrás del ejercicio de la memoria, de esa mudanza?: La tierra. Todo es la tierra. Mucha gente se fue de los campos, de su lugar de origen, porque no eran dueños de la tierra”, manifestó Trujillo.
Y con este comentario, el poeta detalló que el taller de Crónica y comuna emprende un viaje que parte del Reventón del Barroso a la Carta del Barrio. Y el conflicto principal en ese tránsito es la tierra, el latifundio.
“Se vinieron de una tierra porque no era de ellos. Y ocuparon una tierra que no era de ellos”, explicó. En este relato destacó que el Comandante Hugo Chávez les entregó la Carta del Barrio, es decir, la propiedad a esas personas que tenían años viviendo en terrenos ejidos.
“La Carta del Barrio tiene una significación en el subconsciente colectivo de las comunas, que la gente no se lo imagina”, expresó Trujillo. Porque esas tierras que ahora tienen la sufrieron, la vivieron y ahora la contarán gracias a los testimonios que recogerán los memoriosos o los cronistas comunales.
En ese contexto, el poeta oriundo de San Antonio, destacó que hay que analizar la mudanza desde Cabimas, Barroso, hasta la Carta del Barrio.
Un taller para todos
Si bien nació como diplomado, Trujillo contó que la denominación les pareció un “poquito pretencioso” por su tono académico que “no pertenece a la naturaleza de lo que deseamos hacer”. Son más estrictos en cuanto a la participación, porque el diplomado es un posgrado no conducente a grado, donde hay que ser al menos licenciado para poder participar
Sin embargo, al taller “no le pueden aplicar esos prejuicios. De modo que puede participar una persona que no sabe leer ni escribir “siempre y cuando sea un memorioso”. También pueden participar un chamán, los bachilleres, hombres y mujeres de las comunas, consejos comunales, porque la naturaleza del taller es formar cronistas memoriosos, para construir la memoria de nuestras comunidades.
El viaje
El taller Crónica y comuna es además un viaje desde los Cronistas de Indias, hasta los cronistas comunales. Enriquecido por una extensa bibliografía, que estudia a nuestros pueblos originarios, porque para poder construir la historia local y regional, es pertinente conocer de dónde venimos.
En ese sentido, Trujillo fue muy enfático, ya que la memoria de los venezolanos y venezolanas, así como el mundo, no inició con el mal llamado descubrimiento de América, a lo que él catalogó como “una invasión de Occidente a esta parte del mundo”. La historia Nuestra americana empieza con los ancestros indígenas.
Además, leer sobre la historia regional que sería otro de los módulos de este taller que comenzó en 2012, y que, hasta el momento, cuenta con un primer libro de cronistas no oficiales o de memoriosos “porque trabajan con la memoria”.
Publicado por el Fondo Editorial Fundarte, “Cronistas comunales”, reúne textos de quienes han sido acreditados en la formación.
Arístides Rojas en Crónica y comuna
Los talleristas en esta formación leen y estudian desde los Cronistas de Indias, de América latina, de Perú, de Santo Domingo, de El Inca Garcilaso, de Gonzalo Fernández de Oviedo, Bernal Díaz del Castillo, de Hernán Cortés, hablamos de Fray Bartolomé de las Casas. Y llegan a cronistas de la colonia nuestros como Oviedo y Baños.
Después viene Arístides Rojas que nació en el 1826 y va a cruzar todo el siglo XIX, hasta 1894. Fue un científico que vivió en su infancia las acciones en contra del pensamiento del Libertador Simón Bolívar, la Guerra Federal y otros acontecimientos históricos. Además, conoció en París a Humboldt por quien fue influenciado.
ParaTrujillo, Arístides Rojas “es como una bisagra, un espíritu maravilloso”, que se dedicó a hacer lo que nadie hacía en tiempos de guerra, a “mirar flores, y a la botánica”.
Rojas fue un anticuario, y “su casa estaba llena de objetos”, escribió un libro sobre estudios indígenas, contribuyendo a la historia antigua de Venezuela. También dejó las bases sobre nuestra historia.
Desde Leyendas históricas de Venezuela, Leyenda del moriche, que es el mito de Amalivaca, así como las anécdotas que registró: documentos sobre la guerra, la muerte de Bolívar, habló sobre los templos de Caracas. “Toda esta memoria recogida gracias a Rojas, que era un cronista no oficial”.
“Cuando nació la Academia, la Real Academia de la lengua correspondiente a Venezuela, le ofrecieron un sillón y ya no lo quiso”, explicó Trujillo, agregando que “si lo hacían oficial, él tenía que contar lo que ellos quisieran”. Mientras que Rojas prefería el tiempo para sus investigaciones. Libertad, porque como médico también estuvo en Trujillo y en Carabobo.
De modo que para el taller Crónica y comuna, él es un avance, una referencia de la crónica que reunió testimonios de sucesos relevantes de nuestra historia. Pero, además, un referente para quienes se dedicarán a recoger la memoria de ese libro invisible escrito por los pueblos.
POR SARAH ESPINOZA • @sarah.spnz