08/02/24. Las antiguas celebraciones en honor al Partenón griego han evolucionado en todas las sociedades, haciendo de la fiesta al Rey Momo una gala variopinta. Tenemos así, que en Bolivia se exhiben hermosos trajes indígenas en los desfiles, en Alemania la gente sale disfrazada a trabajar y Brasil revienta en el Sambódromo. Aquí en Venezuela la cosa es más modesta: la gente normalmente prefiere irse de vacaciones, disfrazan a los niños, hay comparsas, eligen a la reina en cada comunidad y algunos adultos se prestan para la celebración. Sin embargo, lo que principalmente caracteriza al Carnaval en nuestro país es la práctica de lanzarse sustancias.
Investigando sobre el tema, descubrimos que aparentemente la costumbre de jugar con agua, huevos, azulillo, harina, pintura y otras sustancias se remonta a la mismísima conquista. De ahí que esté tan arraigada esta actividad entre nosotros. El juego es muy sencillo: consiste en lanzar sustancias líquidas a los incautos en la calle, y reírse a expensas de la desgracia ajena. En zonas como El Callao, el juego es mucho más agresivo: la gente se lanza pintura sin ningún tipo de misericordia. En las escuelas y liceos, esta práctica es bastante popular, y los chamos gozan un puyero atacándose entre sí a la salida del plantel, además de que se meten con los transeúntes que deambulan por la zona. En los grupos familiares, también es bastante común que se juegue con agua y afines; también se ve mucho en los barrios y las comunidades que son unidas.
Juego de villanos
El problema está en que el placer de gastarle una broma a otros se ha ido de proporción. En YouTube abundan videos que muestran verdaderas guerras entre grupos que se atacan entre sí con bastante saña. Ya no se trata simplemente de lanzarse cosas, sino que pueden incluso caer en los golpes, salpicando a los inocentes que estén cerca. Por otro lado, hay niños que no tienen límites en su creatividad. Así, son capaces de congelar bombas de agua o de ponerles orine. Incluso hay quienes dejan podrir huevos para lanzarlos ya descompuestos, e incluso excremento. Si usted no viaja en Carnaval, es mejor que no salga de su casa, porque lo más probable es que desde los edificios le lancen bombas de agua por cometer el pecado de caminar por la calle.
No sabemos con exactitud cuál habrá sido la motivación inicial de este juego, pero la verdad es que se trata de una actividad que puede tornarse bastante peligrosa. Por un lado, se invade de manera grotesca la privacidad de las personas: al mojarlas o mancharlas, es muy probable que uno les termine arruinando el día a gente que no le está haciendo nada a nadie. No sabemos si esas personas van a su trabajo, y al ensuciarlas, de seguro les echamos a perder sus planes. Por otra parte, no sabemos cómo puede reaccionar un desconocido ante un "inocente" juego. Por último, y no menos importante, es triste desperdiciar alimentos y recursos cuando las cosas están tan costosas. Si con todos los desafíos económicos que hemos atravesado seguimos con el afán de malgastar agua e insumos para hacerle daño a otros, quiere decir que como sociedad aún nos falta mucho por madurar. Las autoridades deberían establecer ordenanzas para una convivencia sin violencia en carnavales, y que estas fiestas puedan disfrutarse sanamente y sin daños que lamentar.
POR MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ