04/04/24. Todo comenzó hace unos seis años aproximadamente. Empezó el Carnaval, y de pronto, Los Próceres se llenó de unos arlequines horrorosos, globos y serpentinas a lo largo de todo el paseo Los Símbolos. Mi familia y yo nos reíamos y burlábamos. Creíamos que todo iba a quedar alí.
Pues no. Resulta que, de pronto, se institucionalizó la tradición de poner muñecos en Carnaval, Semana Santa y Navidad. Así, es posible ver unas sábanas gigantes de color morado en los tiempos de la semana mayor, osos polares en Los Próceres y plaza Venezuela en Navidad, unas madamas gigantes que se parecen a la negra Matea en la plaza de Los Museos en tiempos de Carnaval y, últimamente, unos angelitos de luces a lo largo de todo el municipio Libertador.
La pregunta de las ochenta mil lochas es, ¿a quién se le ocurrió la genial idea? Suponemos que esta ingeniosa creación viene desde las entrañas de nuestro amado municipio. El problema que percibimos, desde nuestros humildes criterios estéticos, es que se está gastando mucha plata en un montón de muñecos feos que, lejos de generar arte y belleza, lo que crean es una estética kitsch que no genera ningún tipo de reflexión social: la verdadera función del arte.
Conversamos con la licenciada en letras, Andrea Serna, quien nos compartió su más sentido sentir: "Yo diría que la cultura venezolana tiene mucho que ofrecer, la artesanía de Venezuela, de todos sus rincones. Los árboles, su cuidado, es el ornamento perfecto para una ciudad. Yo creo que llenar de plástico, (a menos que sea una obra de reciclaje, en esa sí estoy de acuerdo), con materiales innecesarios, la ciudad, lejos de ornamentarla, la saturan. Nos saturan a nivel de estético con tanta información, hasta de calor".
Con mis muñecos no te metas
Pero como de gustos y colores han escrito los autores, resulta que estas decoraciones tienen sus defensores. Nos paseamos por varios lugares del municipio Libertador, y vimos familias felices tomándose fotos con los angelitos conmemorativos a esta reciente semana mayor. Conversamos con la familia López, y al unísono respondieron: "Estas decoraciones nos gustan. A los niños los hacen felices y nos tomamos fotos para el recuerdo". Tal parece que la iniciativa de la Alcaldía de Caracas sí está cumpliendo una función social importante: Este ornamento temporal trae alegría y felicidad al pueblo.
Yo debo sincerarme en este artículo. Cuando salieron las madamas de carnaval me alegré muchísimo, pues le hacían la contra a las célebres Meninas de Azzato, que nos visitaron por un rato en el municipio Chacao. Incluso me tomé una foto con una Mateíta (como cariñosamente la bautizamos), ya que eran una representación de la tradición venezolana, en oposición a las cortesanas españolas.
Ahora bien, ¿Qué es el kitsch?
De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, el vocablo kitsch se define como "estética pretenciosa, pasada de moda y considerada de mal gusto". Algo así como las lentejuelas de Lila Morillo, o el piel de tigre de la Tigresa del Oriente. Sin embargo la cosa no se queda únicamente en la ordinariez. Existe un movimiento kitsch, que defiende el derecho al ridículo. El kitsch alude a un tipo de relación estética del ser humano con las cosas o con el ambiente. Es un concepto universal y corresponde sobre todo a una época de génesis estética, a un estilo de ausencia de estilo, a una función de confort sobreañadida a las funciones tradicionales de un objeto. El kitsch es un estilo artístico considerado «cursi», «adocenado», «siútico», «hortera» o «trillado» y, en definitiva, vulgar, aunque pretencioso y por tanto no sencillo ni clásico ni naíf, sino de mal gusto y regresivo o infantiloide. Reproducimos parte de la definición de kitsch, según la Escuela Madrileña de Decoración:
"Para empezar, podríamos decir que el estilo Kitsch kɪtʃ sería lo opuesto al minimalista. Este estilo se caracteriza por destacar en el predominio del color y las formas, así como los elementos llamativos. Si este estilo tuviera un lema sería “más es más”. Su origen se remonta a figuras como la de Walter Benjamín, Theodor Adorno, Hermann Broch y Clement Greenberg a principios del siglo XX. En aquella época, en el arte, lo kitsch se percibía como un peligro para la cultura.
El kitsch es algo más que un movimiento decorativo. Es un estilo que ha creado escuela y que puede llegar a resultar extravagante incluso, con colores predominantes como el rosa chicle, azul cielo, verde manzana y rojo".
De acuerdo con lo que hemos consultado entonces, tal parece que la cosa no se reduce simplemente a lo grotesco. Este movimiento clama por el derecho al escándalo como forma de vida, y a mostrar las infinitas posibilidades del exceso en contra precisamente de la ridiculez de lo insípido: "hasta cuándo debemos parecer decentes y simplones".
Kitsch por todos lados
Pero la cosa no se queda ahí: los osos polares, las madamas y los angelitos del municipio Libertador. Resulta que ahora se ha convertido en una tendencia dura la implementación de paredes cubiertas con grama de plástico por todas partes. Como si no fuera suficiente, al esperpento lo aderezamos con matas de plástico. ¡Dios Santo! ¡Virgen del Valle! ¡Ave María Purísima! ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Señores, las plantas de plástico, aparte de horrorosas, son un peligro para la seguridad de un local comercial. Lo mismo pasa con esas paredes hechas con grama de mentira. Si se cuela por mala suerte un cigarrillo o un objeto inflamable: BOOM. El incendio no sólo sería inmenso, sino además tendría las mismas magnitudes del mal gusto de sus decoraciones.
Juan Díaz, dirigente scout, con experiencia en el Cuerpo de Bomberos del distrito Capital, advierte: "Los dueños de los establecimientos comerciales no están conscientes del peligro que representa este tipo de decoración. Mientras más plantas artificiales hayan en sitios como el Centro Comercial Sambil, mayor será el peligro de un incendio catastrófico".
Sin embargo, al igual que el ornato urbano, esta tendencia se ha hecho fuertemente popular. Consulté a dos trabajadoras de locales con paredes de grama plástica y matas de mentira, y las muchachas me exclamaron maravilladas "Son lindas. El lugar tiene más vida y color. Prefiero un mural de plantas así a una pared blanca o con espejo. Estoy encantada". Hice labores de espionaje en tiendas por departamento en el centro de Caracas y, ¡oh sorpresa! Resulta que la moda de las plantas de plástico ha llegado al nivel de ocupar un piso completo. Grandes tapices verdes y plantitas artificiales de todos los tamaños atiborran no una, sino varias grandes tiendas. Consulté a una vendedora, y la muchacha me afirmó con entusiasmo: "Aquí todos los días nos compra mucha gente las paredes verdes. Es el último grito de la moda".
Sin Selfie no hay paraíso
Lo que observamos detrás de este fenómeno (en las calles y en los negocios) es la creciente dependencia a autoafirmarnos y obtener validación social a través de las redes sociales: si no me ven, no existo. Si no aparezco en Instagram, no sucedió.
Es posible que esta sea la primera vez que la sociedad sufra de esta fuerte adicción a los likes, y a tener que mostrar que existen si se toman una foto al lado de un muñeco, una pared de plástico o unas plantas de mentira.
No sabemos si entonces, estas decoraciones nos dan alegría, o nos generan ansiedad para el ver y dejarse ver.
Al rescate del arte
Mientras hacemos este trabajo de reflexión sobre los nuevos criterios estéticos de Caracas, hay una escultura de Narváez en La Hoyada, a la que los buhoneros diariamente humillan colocándole papel en el ano, y llenándola de basura. Igual sucede con las esculturas en Sabana Grande, que mueren de desidia.
Que la gente esté disfrutando con decoraciones temporales nos indica que hay una necesidad en el pueblo de relacionarnos con imágenes que generen alegría. Ahora bien, sería chévere que ese dinero que se invierte en muñecos pudiéramos también usarlo para apoyar a numerosos artistas venezolanos que mucho tienen qué ofrecer, y con más contenido que un angelito de plástico.
Con referencia a las matas artificiales, exhortamos a que el pueblo apueste por plantas de verdad: son más bonitas, biodegradables y menos peligrosas.De hecho, el fenómeno de las paredes y techos verdes naturales tiene varios años manifestándose en beneficio del medio ambiente.
Será que el espíritu de Sábado Sensacional ha tomado posesión de la Cuna de Bolívar. Mientras tanto, nosotros le rezamos a Reverón y a la Pachamama porque a la gente se le antoje algún día llenar la ciudad de árboles y de una cultura más biodegradable y con más sustancia.
POR MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine
FOTOGRAFÍAS ALEXIS DENIZ • @denizfotografia / DENNYS GONZÁLEZ • @dennysjosegonzalez / CORTESÍA MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine