30/05/25.
Pensé alguna vez que mi cara no era la que yo hubiera elegido. Entonces me pregunté cuál hubiera elegido y descubrí que no me convenía ninguna. La del joven del guante, de Tiziano, admirable en el cuadro, no me pareció adecuada, por corresponder a un hombre cuyo género de vida no deseaba para mí, pues intuía que en él la actividad física prevalecía en exceso. Los santos pecaban del defecto opuesto: eran demasiado sedentarios. A Dios padre lo encontré solemne. Las caras de los pensadores se me antojaron poco saludables y las de los boxeadores, poco sutiles. Las caras que realmente me gustan son de mujer: para cambiarlas por la mía, no sirven.
Después de esta indagación de preferencia, me resigné a la cara heredada. Vista de frente, en el espejo, me resultaba aceptable, con algo de leonino que, si bien no aseguraba una voluntad o un poder efectivo, los prometía en vagas reservas.
En cuanto a esa promesa, me he llevado una desilusión. Los años infundieron en los ojos un debilitamiento que aparentemente los ha licuado y que volvió su luz más oscura y triste. La mímica, propia de mi natural nervioso, dibujó a los lados de la boca arrugas en forma de arcos, o de paréntesis, que transformaron el león joven en perro viejo. Nunca me avine a mis perfiles. Creo que el izquierdo expresa alguna recóndita debilidad de mi espíritu, que me repele. En el otro, la nariz crece groseramente y, no sé por qué, se encorva.
De: Guirnalda con amores (1959).
Adolfo Bioy Casares (Buenos Aires 1914-1999)
Escritor argentino considerado uno de los autores más importantes de su país y de la literatura en español, siendo traducido a más de dieciséis idiomas. Colaboró en varias ocasiones con el renombrado escritor Jorge Luis Borges bajo distintos pseudónimos, y en menor medida con su propia esposa, la escritora Silvina Ocampo. En su obra frecuentó géneros como la literatura fantástica, el policial y la ciencia ficción, destacando las novelas La invención de Morel (1940), El sueño de los héroes (1954) y Dormir al sol (1973). Fue galardonado con el Premio Cervantes, en 1990.
ILUSTRACIÓN: MAIGUALIDA ESPINOZA COTTY