09/05/2024. Es temprano, el sol aún no sale, entro al metro, entrego la tarjeta de débito, sin saldo, entrego un billete, no aceptan billetes, retorno a la superficie, plaza Venezuela, Chacaíto, Los Símbolos, La Hoyada, La Marrón… variados destinos saliendo de múltiples gargantas, brazos señalando buses de intensos colores… corro y me monto en uno de esos buses. Me siento, saco el cuaderno, el grafito 2B, no es el que acostumbro, suele tener cuatro grados más, como si se tratara de una bebida, vuelvo a la escritura.
Hay ruidos que son algo más, ruidos que nos hacen, ruidos que no lo son. La ciudad nos advierte en tránsito para decirnos eso y un poco más: somos lo que escuchamos, pero sobre todo, lo que podemos decir en torno a eso. La escucha y el nombrar, condiciones importantes del ser en tanto humano.
No es fácil, lo sabemos, pensarnos sujetos hechos a partir de la escucha, todavía más en una sociedad acostumbrada al decir: solemos escuchar que nosotros, los caribeños, somos orales, es decir, transmitimos tradiciones, afectos, principalmente “boca a boca”. Lo cual, ciertamente, nos “contiene” en un permanente fluir. Tal vez eso nos haga, en cierta forma, resistente a “lo contemplativo”.
Y si eso es así, aunque no estoy muy seguro, pensemos en los rostros que pueblan el transporte público, a pesar de estar minados en su mayoría, de las pequeñas pantallas donde pocas veces nos reflejamos. Me refiero a los teléfonos portátiles, que a pesar de que son espejos de lo que somos como sociedad, no siempre nos damos cuenta de ello. Pensemos en esos rostros viajando en el transporte público, cada uno con sus historias, sus credos, sus trayectos… veámoslos, al menos por un instante y nos dirán muchas cosas. Insisto, más allá de lo que, en este momento, por ejemplo, un cuerpo joven sostiene uno de esos aparatos con su mano derecha, mientras se aferra con la izquierda a uno de los pasamanos fijados al techo.
Escucha, ese cuerpo, y el resto junto a él, tal vez un vídeo, el capítulo de una serie, una película, mientras unos asientos más atrás, una música conocida termina de encender la mañana.
El tráfico es fuerte, la inminencia de las próximas bifurcaciones, centro, retorno, este, a esta hora del día me recuerda que debí levantarme más temprano. Apenas pasemos los otros buses apostados al costado derecho de la Intercomunal que esperan su turno para llenarse de combustible, estaremos, espero, más fluidos. Y así es cuando me doy cuenta que estamos en el puente sobre el río que, atravesando la ciudad, dice mucho de nosotros, según algunos entendidos, aunque yo no les creo.
Arriba, el sol, todavía enredado con las nubes, dibuja unas cuantas grietas de luz que alcanzan los adoquines de las aceras. Alcanzamos el paso de los héroes, como si hiciese falta recordarnos que los que viajan también lo son, seguramente se levantaron mucho más temprano que yo que sólo escucho estas voces que salen de los teléfonos. Me pregunto qué habrá pasado con el reproductor de este bus, de donde suele salir a esta hora una voz ancestral, un locutor conocido al que todo chofer suele escuchar por la mañana y que anima a todos los presentes.
Retomamos la velocidad, a mi lado, alguien mayor que yo cabecea. El bus avanza, la salsa, ritmo inaudible, pero contagioso, termina de despertarnos. La radio, esta vez, no está tan alta como otras mañanas, interrumpe un locutor, un anuncio publicitario, y yo esperaba que me hablara del tráfico, aunque la vía fluye como el texto, yo quisiera que este lo hiciera un poco más rápido…
Buenos días Caracas
aquí les traemos la oferta del día
para que terminemos de despertarnos
los famosos, inigualables
caramelos de jengibre
cinco por diez bolívares
Un vendedor irrumpe en el bus, ofrenda su canto junto a la mercancía, otro lo sigue: vamos a movernos en ese pasillo, es el colector, el que anuncia las paradas, los destinos y recoge el pasaje, su voz se funde con otra tal vez más conocida: café, café, una señora, en la acera, dos termos, una sillita de plástico… Se bajan unos, se montan otros, en la parada, la mayoría tendrá que esperar otro bus, dale, dale, ya no caben más, móntalos en el otro piso, gritan los pasajeros, dale, repite el colector, gracias Caracas, grita el vendedor, lanzándose a la acera, seguimos.
A esta hora, me imagino, son pocos, pero pronto, serán cinco, seis, hasta siete por viaje, sin embargo, el volumen de pasajeros irá disminuyendo, quizás la mayoría se encontrará en sus puestos de trabajo, pero en la vía, los cantos de faena continuarán.
Nos aproximamos a otra parada, llegamos, plaza Venezuela, Chacaíto, van bajando, van bajando… la mujer se acerca, el olor a perfume, a acondicionador… buenos días vamos a llenar ese pasillo por favor… otra vez el colector, otro sonido, viene del teléfono de alguien que se monta, la orquesta, música conocida, el cantante, llevo décadas escuchándolo, ¿es de los setentas o de los ochentas?, no sé descifrar, pero sin duda yo era un niño y ya sonaba.
El bus acelera, la boca carmesí, cerrada, de otra mujer que contempla a los transeúntes, afuera, en la acera alcanzada por la gente que baja de los barrios desde muy temprano, tan apresurada como este bus, como otros, cercano a las siete. El bus, auténtico canguro tropical parece desarmarse, tiene los amortiguadores vencidos, dice un viejo, mientras, afuera, cruzando la calle, otra mujer con un papagayo en la mano, un niño, quizás su hijo, en la otra… Seguimos y yo me quedo con aquella boca recordándome una voluntad que conozco e ilumina el bus.
Otra música suena, maracas, arpa, la voz de otra mujer, no logro escucharla, pero sé que es un joropo, rápido, ágil como quien corre para montarse en el bus. Apenas llegamos a la siguiente parada, unas guacamayas rozan el techo, alborotan los sentidos y yo agradezco estar aquí, presenciado la escena.
Afuera, unos ángeles metálicos, nazarinos, trompetas en boca, anuncian la buena nueva, es lunes, dicen que la pascua ha comenzado, pero aquí, ya lo han dicho otras voces, otros cuerpos, resucitamos cada lunes en medio de los ritmos. Suena la bocina, veo las alas de esos ángeles, lumínicas, desplegadas, como si pudiesen partir en cualquier momento, imposible no acordarme de un pasaje bíblico, Ezequiel, por ejemplo.
El olor de las empanadas, de guiso, de fritura, entra al bus junto a otros pasajeros, otros ritmos, timbales, otra salsa que rápidamente da paso a un reggae, música que sale de otros vehículos, entra al bus y vuelve a salir dejando una mixtura de aliento que mueve nuevamente los neumáticos. El viejo ve la hora, se la pregunto, aún no son las siete, me dice, muchas gracias, parada por favor.
Me bajo, plaza, plaza, Chacaíto, otro canto me recibe, unos pasos más y subo a otro bus, un vendedor anuncia otros caramelos, una marca cuyo nombre, de tanto repetirlo endulza nuestros sueños:
Buenos días Caracas, son los conocidos caramelos
pa’ que terminen de desperta’ con buen aliento
no me dejen con la mano extendida
muchas gracias, quién dijo sí
ajá, la joven ahí,
váyalo princesa
quién dice más por aquí…
No ha terminado de hablar cuando se monta otro vendedor:
Buenos días Caracas, disculpen que les quite un minuto de su tiempo
aquí les traigo el que todos conocen, el mejor, el quita dolencias,
el mentol chino, el resuélvelo todo, una sola aplicación
frote con los dedos y se sentirá mejor…
Nadie compra, esperen, una viejita, saca unos billetes arrugados, quién sabe dónde los tenía guardados, deme dos, muchas gracias mi niño, Dios me lo bendiga, a usted mi abuela, bendiciones. Se baja, seguimos la marcha, se monta otro:
Buenos días Caracas sí
la misma historia
pero con diferentes protagonistas
quién dijo sí
anímate Caracas
aprovecha que esto no vuelve más
galletas a cinco bolos
bombones a cinco por diez
anímate Caracas
quién dijo sí
ajá por aquí
quién más se anima
quién más se deleita
El bus sigue acelerando, parece tener prisa por alcanzar el final del día, pero para eso todavía faltan otros más…
Oye mi gente
antes que nada muchos éxitos
para los que se encuentran por acá
te vas a llevar tres paquetes
óyeme bien tres paquetes en diez bolívares…
Y yo me bajo, llevándome el eco insistente de estos cantos…
POR BENJAMÍN MARTÍNEZ • @pasajero_2
FOTOGRAFÍA DENNYS GONZÁLEZ • @dennysjosegonzalez