La camioneta de La Pastora me deja en la Plaza La Candelaria, después de cruzar ese emblemático espacio de encuentro para los caraqueños y las caraqueñas, aprieto el paso hasta Bellas Artes. —voy a llegar tarde - pienso.
Tras bordear el Sambil, bajo a la avenida México, desde donde ya se ve la Galería de Arte Nacional (GAN) y la Plaza de la Juventud con los edificios de Parque Central y parte de San Agustín, dibujando una silueta urbana detrás. Un largo pasillo de toldos blancos irrumpe en la plazoleta que ahora es símbolo de las nuevas generaciones. Como el delta del Orinoco se abre paso entre las aguas de las infancias que juegan, pasean y llegan a curiosear en la Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven) 2025.
Llego a la fiesta de la palabra por el pasillo al cual se entra desde la avenida México. Me saludan las chicas de protocolo y yo les devuelvo la sonrisa. El largo pasillo tiene una veintena de stands, dónde editoriales nacionales y extranjeras miran hacia la plaza que se llena de atardecer.
Saludo a Astrid y a Ennio, queridos amigos que veo anualmente cuando nos enferiamos. Están a cargo de Dirtsa Cartonera y Ediciones Madriguera, respectivamente. Astrid, en el stand número 8, ofrece libros elaborados con materiales de reciclaje elaborados por ella misma. Esta vez tiene una colección de literatura indígena y leyendas venezolanas.
Más adelante, está Julio Liendo en el stand del Ministerio del Poder Popular para la Comunicación e Información (Mippci), dónde la revista Tricolor le pela el ojo a todo y toda la que pasa por allí. Justo al lado, Giordana García Sojo y Freddy Yezzed se encuentran en sus espacios atendiendo al público lector que vigila con cuidado y admiración el trabajo editorial de Nila Editores y Abisinia.
El Ministerio del Poder Popular para la Educación tiene su espacio en esa misma hilera. Las revistas y libros educativos para todas las edades, protagonizan y se dejan leer por los visitantes, mientras niños y niñas muestran cómo funcionan los dispositivos robóticos que tienen en exposición. Más adelante, el stand de la Alcaldía de Caracas y Fundarte, donde una fila de libros me invita a pasar. Los miro y palpo, porque para eso están allí, para conectarse con ellos.
Finalmente, entro al largo pasillo de toldos blancos, que parece el delta del Orinoco, rompiendo las aguas de un mar de jóvenes, de niños y niñas, y de adultos, que se encuentran con la cultura milenaria de Egipto, país invitado de honor a esta edición de la Filven. Vasijas y artesanías típicas, tapetes hechos de hilos que brillan a la luz, pequeñas réplicas de esfinges y pirámides, me llamaron a recorrer un espacio, que cuenta a una gran nación.
Las estanterías llenas de libros históricos titulados con la caligrafía árabe, otros traducidos al español, son una invitación a cruzar un puente hacia la literatura egipcia. Además, como en esta feria se rinde homenaje a la Biblioteca de Alejandría, una se imagina que está allí inmersa, rodeada de libros antiguos, que recuerdan las tradiciones de un país que, aunque kilómetros de distancia, se asemeja al nuestro en la búsqueda incesante de preservar su identidad, de priorizar su historia y de reivindicarla.
En esta ocasión, el Nilo y el Orinoco se abrazan en un entretejido de caudales que representan la relación diplomática, económica y cultural entre Egipto y Venezuela. La celebran desde la palabra escrita en forma de poesía, cuento, ensayo, dramaturgia. La celebran en el reconocimiento mutuo como naciones históricamente asediadas por la industria cultural hegemónica, que busca desvirtuar con narrativas falsas a ambos países, para colonizar ambos pueblos.
Por esa razón, estos ríos milenarios se mueven en un mismo caudal de emociones, palabras, libros, colores y de gente; en un caudal de actividades en el Pabellón Infantil, donde la curiara pasea a las futuras generaciones por ambos torrentes. Son los niños, las niñas y la juventud, quienes tienen el papel protagónico, porque se llevan esas aguas en sus manos a las comunas, a sus escuelas, a sus espacios de recreación, para darles de beber a otros y otras.
Lo bonito de esta Filven es que compartimos los saberes de los pueblos originarios de Egipto y Venezuela con otros países invitados: Irán, China, Japón, Rusia, Colombia, Argentina, México, Brasil, España, País Vasco y además, sí, además con una Palestina que resiste desde la cultura, con el fin de preservar su identidad y cuidarla de los poderes sionistas que la asedian desde hace 77 años.
En esta fiesta de colores y diversidad, también celebramos los encuentros. Pedro Querales, un amigo de Cabimas, vino desde mi terruño para presenciar el desfile que se realizó el 5 de julio en Los Próceres, en el marco del Día de la Independencia de nuestro país. Y así, he visto muchos abrazos en cada rincón, un chiste, una conversa, un “¿cómo te ha ido?”, “tenía tiempo sin verte”, “si no es así, no nos vemos”.
La Filven es un espacio para reivindicar a quienes combatimos al neocolonialismo, al fascismo y al sionismo, no con misiles contra la vida, sino armados de poesía, de la cultura de la paz, del abrazo, del cafecito en la mano para echarnos los cuentos; la curiara para que los niños y las niñas naveguen en la imaginación; en la GAN donde convergen maestros y maestras de las artes plásticas y la literatura. Allí, donde somos el Sur Global.
POR SARAH ESPINOZA MÁRQUEZ • @sarah.spnz