18/04/24. Hace ya varias décadas que al análisis feminista tocó la puerta del médico. En especial, de los ginecólogos y los obstetras, denunciando cómo algunas de las técnicas y de las maneras de abordar la enfermedad ginecológica, su detección o el acompañamiento en el embarazo o el ritual del parto no tienen más razón que los recuerdos de un pasado puritano, machista y clasista.
¿Parimos acostadas? ¿Cuál es la reacción ante el dolor de los cuerpos femeninos y sus malestares? ¿Por qué es tan común que en los procedimientos ginecológicos el entorno que los acompañe humille a las personas, ignore sus peticiones o se ría de ellas? ¿Es tiempo de un nuevo enfoque sobre las ciencias de salud que deje atrás todo esto y nos reconcilie con la naturaleza, con su magia, con la sabiduría de las mujeres y que busque técnicas nuevas y seguras más amorosas y confortables?
Comenta Olivia Ávila que “no hay mayor amenaza como mamíferos que abrir tu intimidad en la postura de mayor indefensión: con el vientre hacia arriba y las piernas en el aire, sin tocar el suelo para poder sentir la seguridad de que puedes huir ante una señal de peligro”. Tenemos que dignificar los espacios, los tratos y los procedimientos. Para ello, también hemos de mirar atrás y borrar las ideas que antes hicieron que el presente sea como es. Así, que debemos soplar el puritanismo que despreciaba incluso la posibilidad del examen o los procesos que llamaron a todos los que no fueran médicos certificados curanderos o brujos.
Hubo en Atenas una mujer con estas mismas preocupaciones, se llamó Agnódice, su nombre ha sido escrito en castellano de muchas maneras. Esta mujer quiso convertirse en médica al empatizar con las mujeres sometidas a partos sumamente dolorosos. Pudo estudiarlo porque vivió en tiempos de Hipócrates cuando las mujeres podían aprender ginecología, obstetricia y curación. Tras su muerte los líderes de Atenas descubrieron que las mujeres realizaban abortos y decidieron castigar con la pena capital a las mujeres que ejercieran la medicina.
Pese a que la literatura sobre Grecia y Roma nos cuenta que los padres o los esposos podían y solían decidir sobre los abortos, así que lo prohibido no era la práctica sino la capacidad de las mujeres de decidirlos y hacerlos.
Muchos médicos y médicas honran su labor con un ejercicio humanizado y esto hemos de celebrarlo, pero no podemos descuidarnos en los muchos espacios donde no es aún así. Ninguna mujer merece un trato infantilizante, doloroso, humillante porque viola sus derechos humanos y revienta sus fibras más íntimas.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta