25/04/24. Era el sonero que le cantaba con sentimiento a su familia salsera. Tenía una manera de interpretar que te transmitía alguna emoción. No era la voz del guapo del barrio que encarnaba Héctor Lavoe, ni la rocolera de Daniel Santos. Era una voz acariciante, como la de un enamorado. Y vaya que al oírla cualquiera se quedaba encantado con ese tono melodioso. Escucharlo era como sentir un bálsamo.
Cheo te atrapaba, te envolvía, difícilmente te podías escapar de su hechizo. Y, aunque tenía la influencia de Tito Rodríguez, para nada buscaba imitarlo. José “Cheo” Feliciano era y sigue siendo único. “Antes, había aprendido a armonizar de oído deleitándose con el trabajo del trío romántico Los Panchos, en especial, el desenvolvimiento de su segunda voz, Chucho Navarro”, eso comenta el cronista puertorriqueño Hiram Guadalupe Pérez en el libro Historia de la salsa (2005) acerca del "Ratón", como le decían.
En el mismo artículo también se señala el gusto de Cheo por la música académica. Así que esos acercamientos dejaron huella en el sonero que creció después. Lo popular, romántico y lo clásico construyeron un cantante peculiar, cuya identidad fue la sutileza y la sensualidad. A esto se le agrega la capacidad de sonear, es decir, improvisar.
Un salsero completo
¿Y por qué hablar de Cheo Feliciano? Porque sigue sonando y porque este mes lo han recordado en emisoras virtuales y físicas, en distintos medios y redes sociales por cumplirse el pasado 17 de abril un aniversario más de su trágica muerte. Durante aquel fatídico Jueves Santo de 2014 se vivió un llanto colectivo. No sólo fue la comunidad salsera sino toda Latinoamérica. Por cierto, hubo dos golpes seguidos: primero Cheo y, después, Gabriel García Márquez. Dos íconos culturales del continente.
Ambas noticias impactaron pero la de Cheo no se esperaba. No estaba enfermo, hacía presentaciones, viajaba. Así que ese día fue devastador. Cheo transmitía serenidad y sencillez; parecía alguien muy tratable, lo contrario al artista encumbrado e inalcanzable. Siempre hablaba de su momento al sucumbir ante las drogas y cómo se recuperó. Quizás ese fue otro de sus atributos: el representar al ídolo cercano, al héroe humano.
Y, por supuesto, su gran fortaleza como artista porque ha sido uno de los grandes soneros que ha dado el pentagrama caribeño. Como ya se sabe, su salto a la fama fue en el sexteto de Joe Cuba. Tito Rodríguez, como buen músico, no pudo ser más acertado al recomendárselo a Joe. Su capacidad para sonear y poner a bailar, y su manera de interpretar el bolero quedaron claras en esta orquesta. Ya el camino estaba hecho y lo que vino después fueron más ofrendas por parte de Cheo.
Su alianza con el compositor Catalino “Tite” Curet Alonso fue notoria. Cheo fue el sonero que más cantó los temas de su paisano. Tite hasta participó en la producción de algunos de sus discos como el increíble y bello álbum titulado Cheo, donde se encuentran Anacaona, Franqueza cruel, Mi triste problema, y demás. Se trata de uno de los mejores discos de la salsa y la música latinoamericana.
Un cantante de ese calibre te hace gozar y también te estremece con boleros desgarradores como Amada mía, por ejemplo. Un cantante de ese calibre se lanza una larga improvisación que quedó en la memoria: El Ratón. Un sonero así es, simplemente, recordado. El periodista colombiano Ricardo Mendivil lo expresa mejor en su escrito El viaje final de Cheo (2024): “Me atrevería, incluso, a decir que un artista nace sólo para vivir y vestirse de inmortalidad, como Cheo”.
POR MERCEDES SANZ • @mercedes.jazz
FOTOGRAFÍAS CORTESÍA FANIA RECORDS / CHRIS ROGERS / MARTÍN COHEN