11/05/24. Es evidente que, a ciencia cierta, no se sabe la verdad verdadera de los origenes de este místico pasadizo. Alrededor de cien metros de largo por unos veinte de ancho han sido más que suficientes para destapar la caja de Pandora de los demonios, fantasmas, ninfas, faunos, hadas, zombies y personajes más icónicos de la ciudad. El hotel Cristal y el bar del Encuentro de los Artistas (antiguo bar Gibus) aún se erigen como testigos de primera mano de las anécdotas más insólitas, grotescas, pintorescas e irreverentes.
A unos doscientos metros del Gran Café, en sentido este, doblas a la derecha justo al lado de un negocio nuevo de golfeados. El portal dimensional te recibe con varios puestos de artesanos, uno que otro buhonero de prendas, vendedores de arepas y un par de indigentes. Traspasas el umbral, y la dimensión espacio-temporal se detiene para destapar un mundo en el que los códigos de la calle y la noche se manifiestan fuertemente para entender cómo es que se bate el cobre en la realidad de la vida. Si te comes la luz, prepárate para recibir coñazos de parte de sus habitantes e invitados. Puedes incluso morir desangrado con una botella rota tan sólo por no respetar las reglas silentes e invisibles de esta comunidad que mezcla miseria, arte, violencia, amor y amistad.
UNA CALLE, MUCHOS NOMBRES
Se trata del mítico pasaje La Asunción, mejor conocido en la actualidad como "El Callejón de la Puñalada". Mi primera referencia de ese lugar, me la dio mi papá un día cualquiera de paseo. "Esa calle es peligrosísima. Ahí te matan con hojilla si entras". Ni loca me atreví a entrar allí por años, hasta que el alcohol llegó a mi vida a hacer de las suyas, enlazando afinidades y afectos bajo el conducto de los grados etílicos. Así, un buen día en 2010 un exnovio me llevó a conocer a sus amigos, en los legendarios peruanos. En otra ocasión, celebré mis treintitrés años con mis panas bajo la temática de la crucifixión. Tuve un romance tórrido apenas a quince minutos de haber conocido a un greñudo guapo, y la historia duró unos diez años; un novio muchos años después me ofreció matrimonio... ese callejón fue mi hogar por muchos años. Hice montones de amigos y aprendí de música, cultura y de la vida. Por algún tiempo hubo un local de metaleros con decoración de paredes rosadas, mesas verdes y rocolas de boleros.
Así como mi testimonio, muchos hemos sido protagonistas de la vida de este espacio. Se dice que Víctor Valera Mora le lloraba a las mujeres para convencerlas de acostarse con él. Los intelectuales ñángaras solían reunirse a escondidas para conspirar en tiempos de represión del Pacto de Punto Fijo. Por estos cuentos de camino, La Asunción luego fue renombrada "Callejón Víctor Valera Mora". Pero hay más como Procompra. Antes de que este callejón fuera llamado "La Puñalada", en los años sesenta tenía otro remoquete: "El Callejón de la Teja Rosada". Ya desde aquella época era una zona de tolerancia de locos y bohemios.
Investigando en las fuentes escritas y orales, lo que se dice de El Callejón de la Puñalada, es que no fue la violencia sino la arquitectura y el urbanismo la responsable de tan peculiar nombre. Se dice que un artista plástico y urbanista al ver el plano del bulevar de Sabana Grande exclamó: "Pero ese callejón es una puñalada". Se refería a que esa incisión cortaba con la armonía del plano general del bulevar. Recordemos, que Sabana Grande originalmente fue una gran avenida.
Luego, llegaron las leyendas urbanas. Como Teja Rosada y como Puñalada, los chismes y rumores aseguraban que las mujeres amenazaban a los maridos infieles con puñales. Luego, que los mala paga entraban a duelo encarnecido con los dependientes de los negocios. Al final, la leyenda se terminó convirtiendo en realidad, y ahora es mejor pasar desapercibido y evitar problemas para no invocar al símbolo característico de este callejón. En el Callejón de la Puñalada se han celebrado recitales de poesía, conciertos de música punk, metal, salsa, tambores, rap, obras de teatro y demás. Este callejón es un símbolo de la esfervecencia poética, cultural e intelectual de Caracas. Hace unos años dibujaron unos murales gigantes para engalanar el espacio, y hasta hubo una época en que se llenó de mesitas para el disfrute del chavismo hippie. Hoy en día, el mural está desconchado y sólo hay nostalgia.
Últimamente, la gente de Microteatro Venezuela insiste en renombrarlo como Callejón del Artista y desde hace meses celebran obras teatrales, pero una vez baja el telón, vuelve el silencio y el olvido.
CALLEJÓN POR SIEMPRE
Personalmente, no me gusta el nombre de Callejón del Artista. Prefiero mil veces "La Puñalada". Para mí, es el espacio más sincero de toda la ciudad, donde las máscaras se caen de un sólo tajo, dejando la piel en carne viva. Esperemos que el afán de renovación no destruya el pasaje La Asunción. Este lugar debería ser considerado patrimonio cultural de Caracas, por haber albergado por más de cincuenta años a cientos de personajes icónicos. Más de un poema se escribió en una de esas mesas, y más de un transeúnte descubrió su vocación gracias al mágico desenfreno que solo el Callejón de la Puñalada puede brindar.
POR MARÍA EUGENIA ACERO • @mariacolomine
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ