25/06/24. Solemos pensar en los museos como el lugar para preservar la memoria, bien como una forma de ilustrar las tendencias del arte, bien para dar cuenta de lo que ha vivido la humanidad, el país, la comunidad local y quizás, contribuir desde allí a la amplitud de la perspectiva de lo que hemos sido en un momento determinado.
Sin embargo, cuando pregunto, por ejemplo, a un grupo de estudiantes universitarios si visitan los museos, la respuesta es negativa. Lo cual me conduce un poco más allá, cuando la maestra de cuarto grado de primaria, les pidió a los estudiantes, entre ellos mi hermano, que fueran a los museos de Caracas e indagaran sobre lo que allí estaba exponiéndose.
Entre esos museos visitamos en aquel entonces los que siguen siendo referencia internacional: El Museo de Arte Contemporáneo, la Galería de Arte Nacional (GAN), el Museo de Bellas Artes, todos, por cierto, ubicados en esa zona que así se llama, “Bellas Artes”… Me pregunto si aún existe conciencia de la importancia de concentrar en tan pocos kilómetros, tanta diversidad, detrás de la cual existe, hay que decirlo, un gran trabajo de investigación, clasificación, y preservación permanente, y lo más importante, de difusión y estímulo a las y los visitantes desde los más pequeños hasta los más grandes. En tal sentido destacan, por ejemplo, las conocidas visitas guiadas, que no siempre son solicitadas por quienes acuden a estos recintos. Tales guiaturas bajo estrategias pedagógicas específicas, resultan sumamente claves para potenciar el aprendizaje en torno a cada artista, sus contextos y sus obras.
Sigo la conversa, confesándole a los estudiantes que, en efecto, todavía a mí me faltan por conocer unos cuantos museos de Caracas, pero que no dejo de visitar cada vez que puedo los que ya conozco, siendo alguno de ellos los que he mencionado aquí.
Ahora, ¿qué es realmente un museo? ¿Es sólo un espacio para la preservación de la memoria o es algo un poco más allá de lo que puedo ver y pronunciar? La pregunto la hago, pensando por ejemplo, a lo vivido por mí hace tres décadas, cuando, en el Museo de Artes Visuales Alejandro Otero (MAVAO), me entretenía con las exposiciones de los estudiantes del entonces Instituto Superior Universitario de Artes Plásticas Armando Reverón, que actualmente forma parte de UNEARTE, compartía con ellos, podía escuchar a Víctor Cuica quien nos deleitaba con su saxofón, y entonces el arte se hacía parte integral de mi vida, como de hecho es, pero a veces lo olvidamos.
Actualmente, el gobierno nacional ha llevado a cabo un proceso de mantenimiento de los museos, no sólo del MAVAO sino también del Museo de Arte Valencia (MUVA) y me cuentan que en otros más a lo largo del país… algo que, debemos reconocer, no se hacía en años. Ambos museos, por cierto, tienen tiempo acercando a las comunidades a través de distintos talleres de expresión plástica, así como también conversatorios de literatura, incluso han sido sedes comunitarias de festivales mundiales de poesía, y en el caso del MUVA, el Museo de la Cultura de Carabobo y la GAN hasta de la propia FILVEN. Lo que nos dice que los museos son algo más que resguardos de la memoria, son auténticos faros por donde la luz de los seres se multiplica.
Ojalá los valoremos todavía más y podamos reconocer desde ellos, que un país se hace grande cuando hace de su cultura la vanguardia expresiva de su sentido integrador, porque eso también son los museos: lugares de encuentro con lo que hemos sido, somos y soñamos ser.
POR BENJAMÍN MARTÍNEZ • @pasajero_2
FOTOGRAFÍAS ALEXIS DENIZ • @denizfotografia