27/06/24. Jugar con la aparente ventaja que otorga la expulsión de un rival, como ocurrió con la Vinotinto desde el minuto 22 por la atinada tarjeta roja que recibió el delantero ecuatoriano Enner Valencia, requiere de unas virtudes específicas para gestionar con éxito la circunstancia que da la superioridad numérica.
Se necesita paciencia para mover el balón y el bloque defensivo; velocidad y precisión en los toques para maniobrar en espacios reducidos por el repliegue intensivo de líneas muy juntas del equipo en inferioridad física y mental; y cambios súbitos de ritmo para descolocar las piezas del puzle.
Tener un hombre más en cancha puede convertirse en una tortura mental para quien ataca, porque es común que se estrelle una y otra vez contra la muralla enemiga sin poder hacerle cosquillas.
El primer tiempo de Venezuela fue un largo y penoso sufrimiento, porque Darwin Machís y Yeferson Soteldo eran obligados a jugar por dentro y carecían de espacios para driblar con rapidez.
La fineza que se requería de Cristian Cásseres para convertirse en un mediocentro que se asociara y filtrara balones tampoco apareció, y la desesperación se hizo presente con la repetición de centros sin destino por las bandas en busca de un cabezazo de Salomón Rondón, bien anulado por los centrales meridionales que lo estampillaban. Y para colmo de males, Ecuador se adelantó con ese balón suelto en el área nacional que facilitó el cañonazo imparable Jeremy Sarmiento para avivar la braza.
La épica remontada que consiguió la Vinotinto en la segunda parte, un triunfo inédito en su historial de participaciones en la Copa América, lleva las rúbricas compartidas de Eduard Bello y Salomón Rondón.
La inclusión del primero en lugar de Cásseres, para afrontar la segunda parte, fue clave para resolver las complicaciones del partido. De un inocuo saque lateral, la inteligencia de Bello encontró el cambio de ritmo que se requería para abrir la defensa. Sacó con rapidez inesperada para desordenar a Ecuador y Rondón hizo el resto con ese juego de espaldas al arco que ningún otro delantero venezolano posee y lo hace indispensable en la selección.
El gol del empate de Cádiz surgió de la súbita inventiva de Bello, un jugador de selección que sin importar la actualidad en su club le sienta a la perfección uniformarse de Vinotinto. La victoria sobrevino por la insistencia de Alexander González, otra de las figuras del encuentro, para ir y venir por la banda derecha y conseguir finalmente la conexión aérea con Rondón, cuyo remate de cabeza derivó en el gol de Bello, un maestro para clarificar las ideas y aparecer en los momentos decisivos.
POR GERARDO BLANCO • gerarblanco65@gmail.com
ILUSTRACIÓN JUSTO BLANCO • @justoblancoru