17/07/24. Maru, así le dicen a María Eugenia Acero Colomine, con mucho cariño, quienes son sus amigos, colegas, sus compañeros de Épale CCS, poetas con los que comparte los mismos espacios y sus estudiantes.
Estudió Idiomas Modernos en la Universidad Central de Venezuela (UCV), traducción de inglés y alemán y es docente de idiomas desde 1998. Tradujo al inglés el libro Los Cuentos del Arañero (2023) y ha participado en eventos como el Congreso Mundial de Traducción de Berlín, Alemania, en 2014.
Como periodista, ha transitado desde la radio en Radio Nacional de Venezuela y la Radio del Sur, así como la inmediatez del broadcast en TeleSur y, actualmente, forma parte de la familia epalera que le da vida a nuestra revista.
Además de ejercer la labor de informar, Maru es poeta y en el marco de este otro oficio, ha publicado sus libros Una y nos vamos (Giraluna, 2021 y Ciudad CCS 2024) De Milagro (La Hoja de la Calle, 2023), la plaquette Alas de turpial num 35 (Editorial Giraluna). También ha estado presente en varias antologías.
También ha cosechado premios, entre esos el 11º Concurso de Cartas de Amor de la Escuela de Idiomas Modernos de la UCV. Recientemente, obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Aníbal Nazoa, un reconocimiento por su dedicación a la crónica periodística en Épale CCS, textos que en cada entrega disfrutan nuestros lectores.
Tras recibir este premio, Maru precisó que continúa su formación, su amor y entrega por el oficio de contar y narrar las realidades.
No seguiré diciendo más. Dejemos que sea ella misma quien nos eche el cuento:
Maru, ¿qué te motivó a elegir la crónica como estilo periodístico en lugar de otros formatos?
La crónica y el periodismo me eligieron a mí. En algún momento empecé a experimentar con la escritura y de repente me di cuenta de que me gustaba lo que estaba haciendo. Desde entonces, no pude parar.
Ya ha pasado algún tiempo de ese primer descubrimiento y esa afición. Ya ni siquiera puedo decir que es mi pasión, la escritura es mi vida. Pasa que se me ha hecho más sencillo. Más fácil hablar desde lo aparentemente simple, desde las cosas sencillas, desde lo cotidiano, y a partir de lo cotidiano, suelo reflexionar en torno a las verdades de la vida.
Como me ha gustado escribir desde hace mucho tiempo, de repente empecé a trabajar en los medios (de comunicación) y se me hizo sencillo adaptarme a los formatos periodísticos. Me gusta hacer reportajes. De hecho, creo que es el género periodístico que más me gusta, en realidad. Es muy completo, se entrevista, se recogen muchos datos, se visibilizan cosas y se puede incluir crónica dentro del reportaje, se puede cronicar la entrevista.
Me parece que es el género más desafiante porque no es fácil llegar a la voz de otra persona y que esa persona te abra su corazón. Pero, indudablemente, yo no elegí la crónica, la crónica me eligió a mí.
¿Quiénes son tus referentes?
Mi mamá desde lo profesional y lo moral. Para mí no sólo es la mejor periodista de Venezuela, sino que, además, es una persona excepcional y solidaria. Su nombre es Luisana Colomine.
Asimismo, hay como cuatro dimensiones que me han marcado: mi familia, la soledad, la noche y la calle en donde descubrí la poesía, y la cuarta, la espiritualidad.
Aparte de estos cuatro mundos que viven en mí hay algunos autores que me gustan como Rainer María Rilke, Cortázar, Hemingway, Emily Dickinson, Lydda Franco Farías, Benito Mieses, Gabriel Payares, Belén Ojeda, Miguel Ángel Nieves, Milan Kundera, Ryszard Kapuściński, David Bowie, los Beatniks (poetas estadounidenses: Allen Ginsberg, Jack Keruac, William Burroughs).
En cuanto a la crónica: Marlon Zambrano, Esmeralda Torres y, por supuesto, Gabriel García Márquez.
¿Cómo describirías tu estilo de crónica periodística y cuál crees que ha sido la clave de tu éxito?
Lo que escribo son diarios íntimos, pequeños confesionarios. Apelo a la intimidad, aunque cuando hablo de temas que no tienen que ver conmigo, creo que voy a eso y apelo mucho a la cotidianidad de lo sencillo.
Busco desentrañar la verdad de las cosas en lo evidente y a lo mejor en esa verdad nos encontramos todos. Tal vez por eso quienes me leen a veces se sienten identificados con lo que escribo. Yo busco ir a la verdad más allá de describir un simple hecho y me gusta acompañar al lector. Tomar al lector de la mano y que sienta lo que yo estoy viendo, que vea lo que yo estoy viendo, que se imagine, no únicamente hablar de un hecho sino tratar de pintarlo o retratarlo de la manera más honesta posible.
¿Qué temas te inspiran a la hora de escribir una crónica?
La cotidianidad trae magia. Observar atentamente lo aparentemente simple, trae como mensajes cifrados que son los que me provoca escudriñar lo que veo en la calle. Escucho las conversaciones de la gente, presto atención a mi entorno cercano y a partir de allí surgen las ideas para investigar, para entrevistar personas.
¿Cuál ha sido el reportaje o crónica que más te ha marcado a lo largo de tu carrera y por qué?
Todos mis trabajos son como mis hijos. Hasta los que no me gustan mucho, son mis hijos. Hubo un reportaje que hice sobre las mafias de los coachs espirituales. Hicimos un poquito de espionaje y nos metimos en centros de sanación y sacamos información de cuánto cobraban el alquiler, entre otras cosas. Entrevistamos a un coach, y a un psicólogo. Ese artículo me gustó mucho, mucho, mucho de verdad. Quedó cómico. Lo hice a partir de la historia ficticia de una señora abandonada por el marido que al ver los conejos del horóscopo en televisión, se va a ver con un brujo. Desde allí hice la disertación sobre todo el gran negocio que hay detrás de la espiritualidad y de esas búsquedas de mejoramiento personal y de sanación.
También otra nota que escribí sobre José Antonio Ramos Sucre que titulé Música para no dormir. Esa crónica la escribí imitando el estilo de Ramos Sucre, y quedé bastante satisfecha con el resultado. Hubo dos más que puedo mencionar. Una que bauticé La Doñitud que era sobre la llegada de la mujer a la edad madura y me quedó tierno. Otros dos trabajos fueron un poco polémicos, porque eran contra el aborto y en denuncia a una organización llamada IPPF. Asumir esa posición en público me generó bastante escándalo y enemistades.
¿Cómo crees que la crónica periodística puede contribuir a la reflexión y al debate social en la actualidad?
Todos los géneros periodísticos contribuyen a la reflexión, no sólo la crónica. Todos los géneros periodísticos aportan al mostrar la verdad de la manera más veraz posible, mostrar los hechos. La crónica tiene la facilidad de poder abarcar varios géneros en uno, de ser flexible, de ser maleable y allí se puede contar la vida de una manera fabulada siendo real.
Creo que mientras haya más crónica va a haber más posibilidad de leernos tal cual somos. Tal vez los otros géneros sean un poquito pesados para la gente y la crónica es como un poco más dulce, más amable, más accesible. Pero creo que mientras haya más crónica es posible que haya más lectores y al haber más lectores, más lectura, hay más reflexión.
¿De qué manera la crónica te permite explorar temas de manera más profunda o detallada en comparación con otros formatos periodísticos?
Puede contribuir a brindar más perspectivas sobre un hecho. Por ejemplo, que no sólo hable sobre la situación de un bote de agua en Cotiza, por ejemplo, sino que, además, me acerque a hablar con los vecinos de la zona y entonces contar cómo estos vecinos se ayudan entre ellos. Y mientras recogen agua, el otro cuida los niños.
Es abordar no solo el hecho de que falta el agua o hay un bote de agua, que también me acerque a la comunidad y dé otros detalles. Ir más allá y enfocarme en cómo es la historia de Cotiza y sus anécdotas.
Ese acercamiento, que es más libre que los demás géneros, permite ver la realidad con más belleza. Permite desarrollar un sentido de pertenencia, interés por investigar y yo creo que ese es el gran aporte de la crónica.
POR SARAH ESPINOZA • @sarah.spnz