08/08/24. Déjame que te cuente habanera, ¿de cómo yo pude ser tantas veces feliz con tus canciones y cuantas infeliz?, porque cuando me dejaban las mujeres, ponía tu disco, y me sentaba a beber ron, fumar y a escribir poemas para la difunta de turno, que siempre terminé rompiendo o se dañaban con los lagrimones que caían en las casi siempre servilletas de los bares, o las finas que me llevaba de casa para darle más realismo, al desahucio sentimental.
Creo que fue en 2010, si mal no recuerdo, cuando me invitaron una vez más al Coloquio Boleros de Oro en La Habana dedicado en esa oportunidad a Omara Portuondo, y yo debía hablar sobre ella ante un auditorio de expertos musicólogos cubanos y de otros países. Pocas veces en mi vida sufrí estrés laboral, salvo esa. Ante aquel reto inaudito opté por escribirle una carta que fue muy laureada en el evento, y fue publicada en Cuba en un libro recopilación de conferencias destacadas, y por Gabriel Jiménez Emán en la última revista Imagen que dirigió hasta entonces, de la cual transcribo otro fragmento: “Yo juraría que ya te había escuchado porque los camaradas de la época siempre nos sorprendían con discos cubanos que traían de sus viajes, pero a los dieciséis años yo no estaba pendiente de quién cantaba o quién no, pero el primero de tus temas, que hice, mío, mío, mío, lo recuerdo como si fuera ayer, y me trajo algún amor desperdigado, fue el Allí, de Pedro Flores, aquella historia del flamboyán donde te conocí, que fue la verdadera panacea de mi incipiente vida sentimental”.
Fue ese bolero son de Pedro Flores, Allí, el propio canto de la hermosa remembranza de un amor perdido con la esperanza de volverlo a ver. “Allí donde te conocí/ quiero verte otra vez/ Allí bajo aquel flamboyán/ allí te esperaré/ Allí donde te di mi amor/ donde al fin nos quisimos/ con loca pasión/ allí no lo olvides mi bien/ tú sabes que te espero”. Luego de psicoanalizarme de incógnito y por carambola a muchos de ustedes, cuando volvemos con el rabo entre las piernas, después de una ruptura amorosa no recuperable pero con ansias que lo fuera, nada como estos versos de Don Pedro, que son verdaderas flores como decía Rosas Marcano: “Sabrás lo que sufro por ti/ desde que te perdí/ jamás te volveré a ofender/ te volveré a mentir/ Y allí volverá a renacer/ bajo la luna llena/ aquel amor de ayer/ Y habrá paz y felicidad/ en nuestro querer/.... en nuestro querer”. Ya lo habíamos desgastado en voz de Panchito Riset, pero desde entonces no hemos dejado de maravillarnos por ese cantico celestial en voz de nuestra señora Portuondo.
El otro fue Veinte años, de María Teresa Vera, que fue un tema creciendo conmigo, porque al escucharlo a los veinte, pensaba en alguna mujer que me dejaría a los cuarenta, pero ya cuando me aproximaba a los cincuenta, fue muy efectivo cada vez que mi mujer me quería botar, durante casi treinta años, hasta que me dejó finalmente a los veintinueve años, once meses y diez días, y por tanto no pude nunca ponerle el numerito porque pasé dos meses sin saber dónde estaba. Hoy tengo engatillada la versión que hiciste en el concierto con María Bhetania, que es ciertamente memorable, pero ya ni falta que hace porque convenimos en ser buenos amigos y dejar, de una vez por toda, la sufridera. Quiero agradecerte en público, que tú eres entonces, responsable de mis hijos bellos que se saben esas canciones de memoria y hasta de mis nietos adolescentes, que alguna vez vivieron conmigo, pero el que más te quiere es el de siete, Matías (ya hoy tiene veinte), que se sabe completo Dónde estabas tú, que fue por cierto cortina del programa que conduje en Ávila TV ¿Qué hago yo aquí?
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ