18/04/24. Es doloroso perder una amiga, pero perderla y no enterarse, lo es mucho más todavía. Éso me ocurrió el domingo preparando el libreto de radio para este sábado, continuando con tres temas de La Freddy, que quedaron pendientes de la semana anterior. Y una de las líneas narrativas era la vinculación circunstancial de Freddy en el movimiento filin, a pesar de no asistir a las tenidas en el Callejón de Hammel, porque de día trabajaba en la Mansión Bengochea y de noche se tomaba los rones en el bar Celeste, haciéndole coros a la rocola. Decidí entonces continuar el hilo histórico musical con mis tres cantantes adoradas: Ela Calvo, Elena Burke y Omara Portuondo, que sí compartieron en casa de Angelito Díaz en el Callejón de Hammel, siendo unas muchachitas. Comenzaría con mi querida Ela Calvo, gran amiga y admirada, para grabarle un hermoso programa que le haría llegar con su nieto Ramsés, y alegrarle el alma con mis recuerdos en sus ires y venires del olvido, porque había sabido que ya su memoria era una nebulosa. Recopilé las piezas musicales y mis textos sobre ella, incluida una ponencia Ela Calvo, amor de trova, de bolero, y jazzeo también, que llevé al homenaje que le hicimos en el Coloquio Boleros, y me dispuse a ensamblar. En eso pensaba que ya Ela pasaría de noventa, la última vez que la vi fue en 2012 en El Gato Tuerto, ya tenía ochenta o más, y estaba lúcida, además de cantar y bailar, aunque buena parte cantaba sentada en una banqueta alta. Esa noche le llevé a Dilcia, “mira Ela te presento a mi esposa” y al abrazarme me dijo en el oído: “Ah tú eres casado bandido, no me habías dicho nada”. Total que para salir de dudas la busqué en Ecured y no puedo describir lo que sentí, un coñazo en el pecho, par de lágrimas en los ojos y un profundo dolor y desconcierto. Ela murió de neumonía que se complicó por covid, el 7 de septiembre de 2021 y yo apenas me estaba enterando. Tenía noventa y un años.
Conocí a Ela hace unos cuantos años, cuando me encontré con nuestra bolerista Elena Gil en el lobby del hotel Nacional donde me alojaba, y me convidó a visitar a Ela Calvo. Impactado pregunté: “¿Ela la gran bolerista? Claro que sí, ¿puedo ir a buscar mi grabador?”… ¡El taxi está esperando, me dijo, graba con el celular! Y nos fuimos… nos caímos superbién desde el principio, al rato era como si nos conociéramos de toda la vida, y la conversa fue del carajo, los recuerdos fluían a borbollones. Sentarse en la sala de Ela y escuchar cómo conoció a César Portillo y a José Antonio, Jorge Masó, Ángel Díaz, Armando Guerrero, el de Todo aquel ayer, las noches en El Rincón del Feeling en el Callejón de Hammel y en el Pico Blanco del hotel Saint Jhon con las cuerdas de Guyú y Nelson Díaz; fue acceder a la intimidad de ese espacio lúdico y onírico que rodea a los espíritus superiores que han tenido en la vida, la dicha de trabajar en la fábrica del amor. Allí entre santos y flores, percibimos el recuerdo de su marido que desapareció hace unos tres años, contar de su vida con sus hijos, sus cinco nietos y un bisnieto… mientras en un estudio, o habitación, una hija o hermana tal vez, hacía consulta religiosa, seguramente yoruba. Nos fuimos después de una larga visita, y desde entonces, cuando iba a La Habana, que era todos los años en junio, durante veinticinco años, la visitaba y veía cantar los jueves en El Gato Tuerto. Normalmente incluía un show dedicado a Benny Moré, que fue su gran amigo, con quien cantó en el primer Festival de Música Popular Cubana celebrado en el teatro Amadeo Roldán. También le hizo coros a Rita Montaner cuando su nombre artístico era Nérida Montalvo. Otro de sus amigos fue esa suerte de comodín de la música cubana Andrés Echevarría Callava “El Niño Rivera”, quien también fue gran amigo de Fellove, y figura emblemática del filin.
Eladia de la Caridad Calvo Montalvo va y viene en los recuerdos como quien enlaza uno con otro y el otro se la lleva consigo esfumándose el uno y volviendo con el otro. De la escuela del Hogar Consuelo Serra en la calle Correa recuerda a Emelina su maestra y directora de la escuela, que le ponía mucha penitencia porque era muy conversadora en clases. Ya en la secundaria cantaba en los actos culturales y ahí fue cuando empezó a los catorce años con los cantos afros Oguere y cantos de cuna afro. A los quince visitaba mucho a Ñico Rojas guitarrista y a Frank Emilio que tocaba el piano maravilloso, ambos amigos de Pipo su papá, y por entonces fue buena amiga de Celia Cruz, vecina en Santos Suárez, con quien cantaba en La Margarita, un solar tremendo donde también participaba Barbarito Cruz, hermano de Celia. Para ese entonces se montaban en su filin porque allá iban a parar todos los filineros. José Antonio Méndez se la pasaba allá.
El último cuento, -porque se me perdió el contador de caracteres y esto debe estar llegando al límite-, ocurrió en la lectura de mi ponencia en el homenaje mencionado. Yo había puesto dos líneas del bolero Si alguien me dijera de Manzanero, y dejé un ayuda memoria que debía agregar dos más, que por supuesto olvidé, como verán en el texto. Claro que la senté a mi lado para leerle mi trabajo como si fuera una declaración de amor y también para echármelas de mucho jajaja. Cuando llegué a la tranca, con mucha naturalidad tomé agua, -en realidad fue un ron blanco, jeje-, la abracé y le dije al oído: “Canta coño que olvidé poner dos líneas”… y ni que hubiese sido ensayado se arrancó a capela ¡y se la mandó completa!… Obviamente que el aplauso fue atronador. Y continué con la lectura de mi ponencia que hoy siento con ustedes y con Alicia Valdés, la directora del coloquio, a quien seguramente le pedí que nos acompañara en la mesa de lectura o a lo mejor le tocaba ser moderadora.
“…Esa tarde escuchamos el último café que se aprendió con Vicentino Valdés y reiteradamente un tema de Manzanero que es una de las declaraciones de amor más auténticas que uno haya escuchado".
“Si alguien me dijera que me quedan pocos días por vivir aquí
Si me asegurarán que mis días son contados y se acaban los caminos…”
(Buscar dos líneas más)
Por eso este homenaje es el reposo de una guerrera del amor que comparte su tiempo en la tranquilidad del hogar y la tarima de siempre, los jueves de El Gato Tuerto con la guitarra de Juanito Martínez, guitarrista también de Elena y Omara… Ela es esa magia de mujer afectuosa, de cuyo boca solo salen las dulzuras del más grande cañaveral de Cuba, el de la caña sentimental de un pueblo enamorado y erótico, que ha cautivado a los hombres y mujeres del planeta.
Muchas gracias”
Posdata
Me impresiona lo premonitorio del bolero y el final de la lectura, aprovecho para abrazar a mi hermana Alicia Valdés en este dolor por Ela con retroactivo de dos años, seis meses y estos días de abril, con la esperanza de volver a verla, ya que perdí la ilusión que me inspiraba de volver a Cuba para ver a Ela otra vez. Este sábado a las 7 pm la estaré recordando con Elena Gil por el 91.1 FM de Radio Nacional de Venezuela.
¡Llévatela Erasmo Sánchez!
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ