22/08/24. Aunque tenía rato “trabajándola en la mente”, como dice una cronista que no ha entregado la crónica, la decisión de emigrar la tomé sin mirar atrás, sin hacer maletas, sin despedirme de nadie. Si fuese un cuento, diría que de repente. Al llegar, me encontré a un montón de venezolanos que, antes que yo, llegaron y conocieron; algunos me saludaron y a otros, antes de hablarles, hay que pedir un permiso.
A los dos días luego de llegar, empecé a extrañar a gente a la que ya no puedo contactar.
Se siente raro. Y aquí hay tanta publicidad como vallas en la autopista esta de Caracas, por los lados de.
A los dos días luego de llegar, empecé a extrañar a gente a la que ya no puedo contactar. Uno de ellos, primo de ella, con el que sólo intercambiaba buen humor, debe pensar un poco mal de mí por mi forma de irme. Lo sé, porque no me despedí de mis hijos y ella, la mayor, se molestó tanto, que le dijo a su hermano, no al que está en otro país, sino al otro, palabras más, palabras menos: “Discúlpame por pedirte que lleves este mensaje; no me gusta usar un correo o que me usen para. Dile a mi padre que no estoy de acuerdo con su forma de irse, sin avisar, sin despedirse. Es inaceptable”. Mi hijo, quien me vino a visitar rápido, también me reclamó.
Aunque ya no puedo publicar en el “estado” (pillen el nombre de lo que dura 24 horas: estado) estos textos que nadie lee, y a quien lee, que le prometí que no diría más que nadie lee, ya no lee, porque se quedó en wasap, entonces, esto que escribo, que nadie lee, pero que no importa, porque escribo, importa porque eso lo escuché en la voz de un escritor que dijo que otro escritor había dicho que.
Privilegios
Lo que más me molesta del presidente Nicolás Maduro es que, justo antes de salirse de wasap (y lo que más me molesta de mí es mi afán de competencia; si hubiese esperado unos segundos, yo también hubiese hecho lo mismo, y más), en fin, yo me precipité y me fui primero, sin mirar atrás; él, justo antes, dijo, palabras más, palabras menos: “ya va, ya va, ya va, esperen un momentico: voy a revisar el último mensaje, porque no me gusta dejar a nadie en azul”.
Y leyó el último mensaje.
Resulta que uno puede emigrar con todas las fotos, mensajes, recuerdos y todo el verguero que uno mete en tal red social que usaba antes, en aquel espacio virtual gringo, para mudarse a este otro lugar inexistente creado por unos rusos que emigraron a Dubai o algún lugar de esta aldea globalizada que se llama Telegram.
La dirección de mi correo electrónico termina en hotmail.com. Una niña que sacó su cédula este año, memoriza el número que empieza por treinta y cuatro millones. Un estudiante universitario, que vive aquí, va y viene de wasap a Telegram como mi hermana va y viene de Bogotá. Mi hija mayor se niega a visitarme en este nuevo espacio y la pequeña ya no quiere irse más en cola para Naguanagua.
Laura Antillano, recuerda ponerte ropa con mangas largas para que no te piquen los zancudos mientras hacemos el ritual (es un decir) en la tumba de Paul Gillman. Cuando lo vea, le cuento. Paul Silvestre creo que también tiene Telegram.
POR GUSTAVO MÉRIDA • @gusmerida1
FOTOGRAFÍA DENNYS GONZÁLEZ • @dennysjosegonzalez