05/09/24. Siempre he dicho que soy un fanático del grandioso espectáculo de ver una mujer pintándose los labios de rojo intenso delante de uno, ver el ir y venir del labial del centro hacia afuera y luego volver en ambos, en perfecta armonía sin verse en el espejo, son para morir de amor como cantaba Charles Aznavour, o de muerte lenta cuando llega el clímax, al apretarse los labios y soltarlos para nivelar la pintura, y uno piensa en la letra b, en esa pronunciación bilabial oclusiva según Ferdinand de Saussure, para serenarnos el corazón, o alborotarlo en definitiva al pensar que está a punto de cantarnos: “Bésame tú a mi… Bésame igual que mi boca te besó”, el chachachá del mexicano Alberto Domínguez Borrás. ¡Disculpen la disgresión, pero estas lindas abuelas del danzón me recordaron cuando uno se enamoraba bonito. ¡Ayayay!
Otra parte del instrumental de ataque era el carnet, un pequeño librito que las damas se colgaban al cuello... tenía habitualmente por lo menos diez líneas, en cada línea estaba el nombre de los aspirantes y eran muy poco los afortunados que alcanzaban figurar ... para poder bailar con la bella dama.
Como les venía diciendo el documental Danzón, Baile Inmortal, es una pieza imperdible para quienes me siguen en estas anotaciones, de las curiosidades aprendidas me encantó la coquetería femenina y sus ardides, al utilizar sus instrumentos de ataque, armas amorosas me suena mejor, el abanico por ejemplo, en las partes dentro del danzón que no se bailaba, el abanico se transformó en un instrumento de coquetería, la dama jugaba con él, con el parejo y con el abanico, mientras se refrescaba tanto se echaba fresco a ella como a su compañero, y había hasta un cierto lenguaje en la manipulación del abanico.
Glenda Mujer Esperanza de la asociación “Rescatando el danzón” que intenta revivir el ritmo, conversando con la doctora Mercedes Cros-Sandoval en el documental la historia cultural de Cuba hasta el 1959, habla del lenguaje del abanico con su hija Gabriela de modelo, y muestra la bolsita que llevaban las bailadoras para llevar el abanico, el carnet y el pañuelito blanco. Ella explica que el abanico que viene de la china, era como el celular de ahora porque era la forma de comunicarse cuando las chaperonas no las veían, si ella tenía el abanico y algún joven la estaba invitando a conversar o algo, ellos ponían tres varillas es que a las tres piezas se iban a ver en el salón de al lado, pero si se abanicaban despacito en el pecho era que estaban buscando pretendientes, si lo hacían de manera horizontal era que no.
Uno puede imaginar a los jóvenes de la época, hoy abuelos o bisas, muchos de ellos muertos, debatiéndose en aquella circunstancia, donde aparte de bailar bien, debían entender aquel metalenguaje cifrado, de miradas coquetas y gestualidades marcadas por el bendito abanico. Doña Sara Barriel llega a decir incluso en genial expresión que ¡el abanico habla!... había un movimiento que quería decir te quiero, otro tú me gustas, y así se le iba indicando al caballero distintas cosas que uno le quería transmitir.
Otra parte del instrumental de ataque era el carnet, un pequeño librito que las damas se colgaban al cuello con una cadena, este librito carnet de baile era una libreta pequeñita que tenía habitualmente por lo menos diez líneas, en cada línea estaba el nombre de los aspirantes y eran muy poco los afortunados que alcanzaban figurar en este carnet para poder bailar con la bella dama. Ser anotado era como aspirar a una pelea por el título, cuya prueba final era convencer a la chaperona, quien autorizaba si podía bailar o no con ese pretendiente o con el caballero. La otra parte del arsenal romántico era el pañuelito blanco perfumado, para secarse el sudor y también era otra forma de comunicación. El pañuelo era una elegancia porque se veía que la dama o su pareja estaba sudando y era lindo que le pidieran el pañuelo, le ofrecía que el pañuelo perfumado español.
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ