12/09/24. Yo que nací en Maracaibo confieso que no pasamos de la picadita de ojo en la comunicación no verbal, para mí fue siempre útil, -¡ay, ya quisiera decir todavía!-, como ardid “romantiquero” de la adolescencia y de buena parte de la vida amorosa, hoy casi congelada. Jajaja. Nunca como los poemas o los caseticos de boleros, aparte del verbo obligatorio por no saber bailar. Pero de ahí a toda una parafernalia de códigos secretos entre abanicos y pañuelos perfumados inherentes al danzón y sus muchachonas de entonces, sospecho que si ahora soy “el tonto del amor” -Ismael Rivera dixit-, para el siglo pasado sería el gafo del ladrillito, ese pequeño espacio al que me pude aventurar con el bolero, y eso porque siempre hubo un alma caritativa que me llevaba. ¡Dilcia siempre!
Dejar caer intencionadamente el pañuelo, era una manera de llamar la atención de un hombre y decirle veladamente que se deseaba iniciar el cortejo amoroso.
En materia de pañuelos apenas pude susurrar con Vicentico Valdés en la pata de la oreja de un amor de paso: “Que cuando digo tu nombre, tengo envidia de mi voz/ Envidia, tengo envidia del pañuelo, que una vez secó tu llanto/ Y es que yo te quiero tanto, que mi envidia en tan solo amor” de los hermanos Alfredo y Gregorio García Segura. O bailando de Ángel Solís a Tito Rodríguez: “El pañuelo que dejaste aquella noche/ Yo lo guardo en mi memoria, tu recuerdo… En su seda está la huella de tu llanto/ Y el rosado de tus labios aún perdura/ Y me embriago en su perfume aún latente… Tu pañuelo, yo lo beso, lo acaricio y lo estrujo/ Tu pañuelo, yo lo cuido, lo venero/ y es mi consuelo”.
Pero no son boleros el tema de hoy. Si como decía la otra, el abanico era como el celular de ahora, el pañuelito perfumado era el WhatsApp entonces, y un mensaje mal puesto podría traer consecuencias, el pañuelo blanco trajo bastantes problemas a las parejas, porque había veces que el joven, en un descuido de la muchacha le robaba el pañuelo y después para hacérselo recuperar venia el deseo bueno, ¡si tú quieras que te devuelva tu pañuelo tienes que hacerte mi novia! ¡El propio chantaje de amor! Vayamos entonces al meollo del asunto.
¿Cuáles eran los mensajes que se escondían tras los sutiles gestos con los pañuelos?
Con apenas unos disimulados movimientos de la prenda, una mujer podía manifestar el interés por un hombre e iniciar el contacto. Para este propósito se idearon unas claves, ¡ay mi madre!: Dejar caer intencionadamente el pañuelo, era una manera de llamar la atención de un hombre y decirle veladamente que se deseaba iniciar el cortejo amoroso. Esta era la seña con la que las mujeres indicaban al sexo opuesto que tenían luz verde para abordarlas. ¡Ave María purísima!
Llevar el pañuelo suelto y cogido por una de las puntas: otra forma de llamar la atención de un hombre. En esta ocasión el mensaje de las doncellas era que encontraban agradable al susodicho y le pedían que las siguieran con disimulo. ¡Sígueme papito! Doblar el pañuelo lentamente o pasar la prenda por la oreja izquierda: era la tercera manera con la que la mujer expresaba su deseo de iniciar una conversación con el interesado. Una vez captado el interés del hombre, el código se ampliaba y se añadían movimientos con los que se podía mantener una conversación silenciosa. Los códigos para dialogar sin palabras eran los siguientes: apoyar el pañuelo en la mejilla izquierda, era una señal afirmativa. Apoyar el pañuelo en la mejilla derecha, era la señal negativa. Como quien mira las iniciales: cuando una mujer fingía estar interesada en las letras bordadas de su pañuelo lo que en realidad pretendía era informar a su enamorado de que había leído su carta. Guardar el pañuelo en el bolsillo: era, en realidad, la promesa de que la joven contestaría la carta recibida. Doblar el pañuelo por las puntas opuestas: era una forma de anunciar su asistencia a misa y de pedir al hombre que la esperase allí. Morderlo con disimulo: cuando una mujer se acercaba la prenda a sus labios y la mordía con disimulo lo que hacía, en realidad, era expresar su deseo por volver a ver a su pretendiente. El mensaje implícito en este gesto era “no dejes de venir”. Yo que he sido difamado de hembrero, ¡confieso que soy un niño de pecho ante estos lenguajes de pañuelo!
Pasar el pañuelo suavemente sobre los ojos: era un movimiento con el que la dama expresaba su preocupación por que su familia hubiera descubierto su amorío. Con este ademán alertaba a su enamorado. ¡Y dígame si era casada!... ¿Cómo sería eso?... Pero había respuesta para todo en aquel metalenguaje. Pasar el pañuelo por la oreja derecha: era un gesto con el que la mujer le comunicaba a su pretendiente que sabía que le era fiel… Agitar el pañuelo con ambas manos: este era uno de los movimientos que presagiaban un fatídico final para la relación. Con esto la dama le comunicaba al hombre que estaba enterada de que tenía otra mujer a la que también regalaba atenciones. ¡Mierda se cayó con los kilos!
También había claves con las qué indicar el estado civil y, de esta manera, ahorrar confusiones o crear falsas esperanzas. Las señas para indicar la disponibilidad eran las siguientes: anudar el pañuelo en una mano, era uno de los gestos que rompía los corazones de muchos enamorados. Llevar la prenda de esta manera indicaba que la mujer se hallaba comprometida. Anudar el pañuelo en el dedo índice: otra seña para informar de que la dama estaba comprometida. Anudar el pañuelo al dedo anular: tenía el mismo uso que las alianzas hoy día. Se comunicaba que la mujer se encontraba ya casada. En este lenguaje silencioso se incorporaron también otros movimientos que estaban destinados a comunicar diferentes sentimientos, para mayores detalles vayan a 'El lenguaje del pañuelo', en El lenguaje de las flores y el de las frutas de Florencio Jazmín, y así fue como entendí la vez que llegó Ricardo Hernández a que su compadre Miguel Ángel Rosell comiéndose una patilla con la nariz roja de tanto lamer y morder, y ante la pregunta, sólo le dijo: “Compadre estoy ensayando”.
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ