31/10/24. El extremo zuliano, Jefferson Savarino, en el primer duelo de las semifinales de la Copa Libertadores, en el que fue la gran figura del compromiso en el aplastante triunfo del Botafogo 5-0 brasileño sobre Peñarol de Uruguay, reavivó la polémica en relación a su desempeño en la selección Vinotinto. ¿Por qué razón Savarino es el amo de la conducción en el Fogão, el eje por el que pasa todo el juego de creación, toques, habilitaciones, pases en profundidad o para romper líneas y goles, pero cuando viste la camiseta de la selección nacional? , el zuliano se diluye y todavía no ha vivido un partido consagratorio que lo coloca en el mismo pedestal de Salomón Rondón o Yeferson Soteldo para propiciar o definir las jugadas de gol?
Nadie en su sano juicio puede negar la calidad técnica, la inteligencia y el dominio del escenario que ha enseñado el zuliano... Si no hemos disfrutado de su gran despliegue en la Vinotinto es por culpa de una manera de plantear los choques que no lo benefician.
Savarino no es el primer ni será el último jugador en que pase por esa dificultad de desarrollar en su selección nacional todo el potencial que tiene en sus botines. En tiempos recientes, el mismísimo Messi, un genio indiscutible de este deporte y que ya figura en el altar de las máximas leyendas del balompié en la misma mesa de Pelé y Diego Maradona, era acusado por los medios argentinos y buena parte de los hinchas de la Albiceleste de “pecho frío”, porque su rendimiento en la selección no era ni de lejos similar al que exhibía en sus tiempos de superastro en el Barcelona. Y en Brasil, sobran voces, incluyendo la del propio presidente Lula Da Silva, que se quejan por el pobre desempeño de Vinícius en la Verdeamarela en comparación con las soberbias demostraciones que ofrece en el Real Madrid.
En el caso que nos ocupa de Savarino, su escasa producción ofensiva en la Vinotinto, con la que apenas ha convertido dos goles en 44 partidos, no es responsabilidad exclusiva del jugador. Nadie en su sano juicio puede negar la calidad técnica, la inteligencia y el dominio del escenario que ha enseñado el zuliano en cada uno de los equipos donde ha militado. Si no hemos disfrutado de su gran despliegue en la Vinotinto es por culpa de una manera de plantear los choques que no lo benefician. Savarino necesita socios con quien tocar y recibir, un estilo de juego que privilegie la posesión del balón, los pases en cortos para avanzar, los desmarques de ruptura y los cambios de ritmo para que florezca todo su talento. En la Vinotinto de Fernando Batista ese ecosistema está lejos de existir, porque se busca atacar por las bandas, a toda velocidad, para que Salomón resuelva. Así, el fútbol de precisión de Savarino está condenado a ser un vino acerbo, áspero y sin clase.
POR GERARDO BLANCO • gerarblanco65@gmail.com
ILUSTRACIÓN JUSTO BLANCO • @justoblancoru