07/11/24. Esta película, presentada por revistas especializadas como satírica de terror corporal, fue dirigida, escrita y coproducida por Coralie Fargeat, ganadora de premios independientes.
La sustancia invita al espectador a cuestionar sus propios prejuicios y a reflexionar sobre la importancia de aceptarse y celebrarse en cada etapa de la vida sin caer en el juicio superficial.
Interpretada por Demi Moore, la protagonista del largometraje, Elisabeth Sparkle, es el resumen de la mujer objeto, exaltada por su hermosura en la juventud, pero rápidamente despreciada al llegar a los cincuenta años de edad. Su viaje es una exploración profunda de la lucha interna entre la aceptación y el rechazo.
Bastan dos horas y veinte minutos, para sumergirnos en lo doloroso que resulta el proceso de envejecimiento para Elisabeth, y verla enfrentar el juicio de la industria que la glorificó, y que la desaprobó, junto a sus seguidores, incitándola a una transformación no sólo de ella físicamente, pues también pierde su identidad.
La acostumbraron a los halagos y a que, sin ellos, es nadie. Por ende, en su descenso como estrella de televisión, comienza a sentirse insegura y a no valorar quién es, tampoco amar lo que significa envejecer con dignidad, ni a apropiarse del proceso.
Elisabeth-Sue
La dualidad entre Elisabeth y su versión más joven, Sue (Margaret Qualley), es un reflejo de la disociación que muchas mujeres experimentan en un entorno que las juzga constantemente. La joven representa todo lo que Elisabeth desea recuperar: juventud, belleza y aceptación.
Entretanto, para Sue, Elisabeth es un estorbo, representa aquello que no quiere aceptar. El encuentro entre las dos, es el manifiesto de la mujer que delante del espejo se ve y no se gusta, se rechaza, se mira con terror, no se afirma y termina dañándose.
La búsqueda desesperada por volver a ser deseable lleva a Elisabeth a un camino autodestructivo. El uso de "La sustancia" simboliza no sólo su deseo de encajar en los estándares que le impuso la industria, sino también el costo personal que debe pagar por ello.
A través del terror corporal que se despliega en la narrativa, se genera repulsión hacia el "monstruo" creado por ambas: Elisue. Aunque esta repulsión también es una reflexión sobre cómo la sociedad contribuye a esta transformación.
La historia se convierte así en un reclamo no sólo hacia la industria del espectáculo, sino hacia una cultura que perpetúa el ciclo de admiración y desprecio hacia las mujeres, y que promueve la consigna “envejecer feo”.
Simbologías
Desde el inicio, La sustancia establece simbolismos que reflejan cómo aquellos que una vez fueron aclamados, como la protagonista Elisabeth Sparkle, pueden convertirse en desechos cuando no cumplen con las expectativas de belleza y juventud que impone la sociedad.
Un ejemplo bastante polémico de estos símbolos, es la escena del chorro de sangre al final de la película. En esta, Elisue (Elisabeth + Sue) propina un baño sangriento al público en el que se encuentra Harvey (Denis Quaid), su ex-manager adulador y el cual la rechazó "por ser vieja". Este chorro actúa como una manifestación visual de la rabia y decepción acumuladas por el "monstruo".
No es simplemente un recurso dramático, exagerado y tampoco está de más como se comenta en redes sociales; es una explosión de emociones reprimidas por la protagonista contra los que están del lado del público y de los que financian el show, ya que, pese a sus intentos por complacerlos y por ser cada vez más perfecta, la desplazaron.
La sangre puede interpretarse como un acto de venganza contra aquellos que la elevaron sólo para luego humillarla, un grito desesperado en busca de reconocimiento y validación.
A través de su historia, La sustancia invita al espectador a cuestionar sus propios prejuicios y a reflexionar sobre la importancia de aceptarse y celebrarse en cada etapa de la vida sin caer en el juicio superficial.
POR SARAH ESPINOZA • @sarah.spnz
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