14/11/24. “Voy pedaleando y Julieta mariposa me va acompañando”. Así salió ese verso de esa canción que canta ella y que resuena cuando se pedalea por, y ofrezco disculpas pero ando lento- algunas aceras y muchas calles de esta Caracas con ciclo vías sin vías.
Nuestra grande Julieta. Nuestra payasa Jujuba cargaba sus sueños en la bicicleta y provocaba sonrisas por todo Brasil
“Estoy fastidiada de leer las mismas quejas”, dice la lectora que no fue, en una época de narrativas de menos de tres segundos, salpicada de las desmemorias de las que habla Gustavo Pereira. La niña, una niña, que reinterpreta su nombre, el de ella, quiere conocer al que escribió el poema aquel, sobre los salvajes aquellos, que estaban antes de los otros; ella, llena de palabras que son preguntas y respuestas mira desde lejos la experiencia humana adulta, repetida y en consecuencia, gastada. Animada, el que no tenga celular y no se hunda en lo virtual le sirvió para escuchar y mirar, sopesar y grabar, desaprender y observar. A la hora de comer, si se quieren acercar, aléjense del celular, a menos que se use para compartir con quien está lejos y no se puede abrazar, maisanta qué tal.
Amistades condenadas “hasta que te mueras”, en los intersticios que dejan las palabras humanas y el polvo que se ve cuando entra el rayito de sol, que nace en y todavía no lo hemos visto.
La porfía
Ella, payasa también, dice que después vienen los malabaristas, y los cirqueros y sigamos contando. La otra, la cantora, fue a recibir el homenaje en nombre de Julieta Hernández (1985-2024), asesinada en Brasil. Julieta era una payasa y ciclista que iba repartiendo amor y, mira tú, ahora anda cuidando a quien pedalea como mariposa. Una ley que diga que si andas manejando con motor de gasolina o eléctrico, no puedes acercarte a menos de metro y medio de cualquier persona que use como tracción su sangre, serviría si el asunto de cumplir las leyes en esta ciudad no dependiera de.
Por un lado, las abejitas llamadas meliponas, que son de aquí desde hace tiempo, muchísimo tiempo y no tienen aguijón; por otro, el semiárido larense y su explotación y ahora la inundación de por aquellos lares, en Lara, chiste dedicado a Enrique Hernández, el fotógrafo que acompañó a Chávez un rato buscando el nombre de Francisco de Miranda en París. Por otro lado, la plaza de La Juventud, un espacio extraordinario inaugurado este año 2024, que queda entre la avenida Bolívar, a la altura de Parque Central, donde también vive ella, y la avenida México, entre las plazas de Benito Juárez y Lázaro Cárdenas, que se miran como diciéndose que es hora de mirar al norte franco, para ver que se recupera del despojo. Y así no siguen sirviendo de baño público. Pero faltan las mamografías del otro lado, porque son varios lados.
Música, poesía y crónica
Una poeta lanza el dardo; una flautista lo metamorfosea hasta hacerlo palabra y equis persona lo cuenta, para que ella cante. Canta una y la otra también y hasta en danzas de luna creciente el baile sobrepasa las miserias de este tiempo, encajonado en la esperanza de, con la misión para, durante la coherencia que se tarda porque si no aviso que no voy, entonces nadie come por una semana. Les ponen una cerca, una reja absurda en la esquina que chorrea todo el tiempo, les ponen a correr para los zapatos y la teoría de la envidia, de este Nicolasito, se pone con todas las letras para liberarla y soltar, porque para subir de categoría en el Clap, en este noviembre, no vengas tú. “Anda a trabajar”, oyes desde la puerta del autobús. Por 50 dólares, un par de tipos con una máquina Singer, ponen como nuevo cualquier volante escoñetado. Llegan en moto a cualquier parte de esta ciudad cambiante. De repente, los chinos se agrandaron, el portugués remodeló, los peruanos ampliaron y los colombianos compraron la última casa que quedaba. Extranjero que llega, extranjero que camina por la alfombra y la tercera edad, casas hogares mediante, están desinformados porque lo que no está impreso, es virtual. Volviendo a los reparadores de volante, aconsejan que sólo tienes que saber para dónde vas. O van. O por dónde es. Y cuadrar la gasolina. Y la logística. Y la pernocta. Y que quede, para mandar para allá, porque si no, es puro bla, bla, bla.
En redes sociales, el colectivo feminista Circo di SóLadies, una compañía de teatro en la que se presentaba como ´Payasa Jujuba´, publicó este mensaje:
“Nuestra grande Julieta. Nuestra payasa Jujuba cargaba sus sueños en la bicicleta y provocaba sonrisas por todo Brasil. Ella se fue. Nos la arrancaron. Su vivacidad fue víctima de feminicidio y su bicicleta destruida, así como nuestros corazones. Jujuba, infelizmente no te encontramos a tiempo. Todo eso nos muestra cómo somos pequeños delante de tanta brutalidad. Pero vos, con tu gigante grandeza contenida en tu nariz, nos enseñaste que es preciso tener coraje para seguir pedaleando. Quedamos con la memoria de tu sonrisa y tus ganas de vivir. Hoy, todas las payasas de este país sueñan por ti. Sueñan por un mundo donde las mujeres puedan caminar sin miedo, donde los niños sean libres para jugar, donde las payasas se vayan apenas cuando su nariz descansa. En ese mundo, Juju hubiese conseguido atravesar el Brasil y encontrado su mamá en la tierra natal”.
POR GUSTAVO MÉRIDA • @gusmerida1