21/11/24. La pasión por la historia nos regala muchas cosas. Muy lejos de mí está creer que conocerla nos evita repetirla porque las cosas no son nunca iguales ni el tiempo es una línea recta ni un teatro que reproduce funciones. Sin embargo, nos permite entender algo más profundo: la naturaleza humana. Entendiendo, por ejemplo, que pese a tantas veces que nos han dicho que es este el período de mayor polarización nunca ha habido una idea que no tenga su contra. Ni una revolución que no anime en algunos los deseos y acciones de restauración, ni un período de retroceso en el que los sueños y las fuerzas no se acumulen para volverlo a intentar.
Algunos cronistas la defienden, otros la desprecian. En el presente algunos recuperan sus memorias quizás por justicia histórica o por querer marcar que no todos los que vivieron esa época estaban con Bolívar. Lo cierto es que, ella también existió y tuvo opiniones propias.
Desde que empezamos esta aventura de andar buscando vidas de mujeres que nos ayuden a entendernos, hemos partido de la premisa que hay muchas historias que no nos han contado. De allí, que podamos y debamos recuperar para aplaudir a nuestras heroínas, pero también entender que hay mujeres en todo momento y toda causa.
Hoy hablaremos de un gran amor del Libertador, pero también una de sus más grandes detractoras: su hermana mayor, María Antonia. Hija del mismo padre y de la misma madre, es a quien el joven Simón intenta volver cuando busca refugio de su tío Carlos antes de afianzar su relación con Simón Rodríguez. Sin embargo, cuando empieza la tierra a moverse y aparecen Gual y España, seguidos de Miranda, María Antonia defiende el orden colonial.
Cuando el sueño de la Independencia prende la mecha, toca de cerca sus faldas. Son sus hermanos, sus tíos, algunos de sus allegados los que se suman en primera línea, pero ella no. María Antonia una y otra vez afirma su lealtad al rey y su desprecio por la Independencia. Cuando Simón se convierte en uno de sus principales líderes, María comienza a vivir entre dos fuerzas: su lealtad a la Corona y su amor por su hermano, heredero de la mitad de este país y tan notable caraqueño que sólo algunos llevan su apellido. Por lo que María Antonia vive en un parentesco inocultable que la lleva entre castigos y privilegios, como quien zigzaguea.
Bolívar conoce sus posiciones y la defiende incluso en contra de su voluntad. En especial, en el año 1814 cuando se pierde la República y hay que echar a andar a Oriente antes que la furia de la Corona se apropie de Caracas y arrase con las vidas. María Antonia cree que su fama de realista la salvará de la cólera, pero Simón no lo cree y la embarca, junto a los suyos lejos de Venezuela. El tiempo le dio la razón al Libertador cuando los españoles entraron a Caracas sin respetar a sus partidarios, castigándoles igual con la muerte.
La historia prosigue. La Independencia avanza, el Libertador muere y ella sobrevive. Algunos cronistas la defienden, otros la desprecian. En el presente algunos recuperan sus memorias quizás por justicia histórica o por querer marcar que no todos los que vivieron esa época estaban con Bolívar. Lo cierto es que, ella también existió y tuvo opiniones propias. Su vida es un descocido en la versión más general de los hechos que nos indican que las mujeres se quedaron en las cocinas o se limitaron a llorar esposos e hijos muertos. Hay miles de otras historias, de independistas y realistas, que se han ignorado en la construcción de un relato que omite que las mujeres también participaron.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta