29/11/24. El torii que, en los templos sintoístas japoneses, simboliza la entrada a lugares sagrados y a otro estado de conciencia, fue escenario para que el público del evento, capturara las mejores fotografías entre sus columnas rojo carmín, y para “ñapa” con vista hacia la montaña caraqueña.
Matsuri fue el escenario para entregar un pedacito de la cultura de nuestros países.
La plaza Altamira Sur se convirtió en la plataforma de la interculturalidad, entre una mezcla de risas, música, bailes, y otras expresiones artísticas que envolvieron la zona en una atmósfera festiva.
La apertura del festival estuvo marcada por la presencia de Keito Homma, un apasionado promotor cultural japonés que organizó el Matsuri junto a la alcaldía del municipio Chacao del estado Miranda. Y, donde se abrió una puerta hacia el intercambio cultural que trascendió más de 14 mil 600 kilómetros y océanos de distancia existentes entre Venezuela y Japón.
Matsuri: Agradecimiento a dios
Uno de los aspectos más destacados del Matsuri fue la presencia de 25 emprendedores y emprendedoras, que ofrecieron al público caraqueño desde deliciosa gastronomía, como sushi, mochi y takoyakis, hasta vestimenta y calzado tradicionales.
Además, stands dedicados a la venta de libros y mangas, artículos representativos de la cultura nipona y juegos de teteras japonesas artesanales. De este último stand estuvo encargado Hiroyuki Takeuchi, quien me explicó que el evento es una tradición japonesa que se efectúa cada año para agradecer a dios por la agricultura y la cosecha.
Para la comunidad japonesa, es importante celebrarlo en compañía de las y los venezolanos con la finalidad de mostrarnos todas esas bondades que son fruto de su trabajo. Hiroyuki, detrás de una mesa en la que exhibía tacitas para el té y el sake, me contó que estaba allí agradeciendo a dios “para que le concediera cada vez más”.
Café, cacao y ron
Otro logro del festival, fue la participación de la Cámara Venezolano-japonesa (Caveja) que mostró tres productos emblemáticos de Venezuela que se exportan a Japón: el exquisito cacao Chuao, uno de los mejores cafés de especialidad del país de la Hacienda El Recreo y el renombrado ron Carúpano.
Los asistentes pudieron degustar estos productos y conocer más sobre su proceso de elaboración, lo que generó un gran interés y aprecio por lo que tiene nuestro país para ofrecer al mundo.
Erwin Miyasaka, presidente de Caveja, lo dijo bien claro: “Los aspectos culinarios y gastronómicos son de los principales aspectos de la cultura, y en los sabores está la esencia de un país… Nosotros traemos la expresión de sabores de Japón, y también llevamos los sabores de Venezuela tan apreciados en Japón”.
Cultura otaku dijo presente
Los cosplayers dieron el toque fantástico a la celebración, ataviados con los vestuarios de sus personajes favoritos de anime. En el espacio me topé con Gokú, Vegeta y Bulman de Dragon Ball Z; con Mazinger Z, y parte del elenco de Demon Slayer.
Anaísa Segovia, quien asumió con destreza el rol de Himiko Toga de My Hero Academia, destacó de la cultura japonesa aspectos como el orden y el amor, así como la importancia que dan los japoneses a la conservación de sus tradiciones, “tal como la hacen en muchas partes de Venezuela”, consideró.
Entretanto, Rafael Figuera, representando a Boothil de Star Rail, me dijo que muchos otakus se refugian en los cosplays para huir de problemas como una familia disfuncional o la falta de afecto, enfocándose en cultivar la amistad y el amor entre los seguidores de esta cultura.
Los haoris y kimonos también protagonizaron los pasillos entre los stands. Personas ataviadas con estas vestimentas tradicionales, recorrieron la plaza para disfrutar del festival que no sólo atrajo a fanáticos del anime, sino también a aquellos interesados en explorar las tradiciones y costumbres japonesas.
Un pedacito de Japón en Venezuela
A medida que avanzaba el día, los asistentes también se sumergieron en diversas actividades que incluían exhibiciones de artes marciales, talleres de origami y degustaciones de comida típica japonesa.
Fredes de Paz, quien forma parte de la Asociación de Origami de Venezuela desde hace quince años, estuvo encargada, junto a su compañero, de la elaboración de las mil grullas de papel. En cada una, las personas colocaron sus deseos y al alcanzar los miles, estos deberían cumplirse según la tradición del país asiático.
En otro espacio se podía aprender sobre caligrafía japonesa y participar en juegos tradicionales. Uno de estos se me pareció muchísimo a la perinola y, en efecto, un chamo llamado Eliel Pérez, miembro de la Fundación ZenGaku, me dijo que el kendama o perinola japonesa es muy parecida a la nuestra, con algunas variaciones que lo hacen más complicado.
Otra característica que armoniza entre ambas culturas es el tambor. Si bien el toque puede ser distinto, para los dos países representa un elemento importante en ritos y celebraciones. Fredes me habló de Eliazar Yánez, el “samurái” de los percusionistas venezolanos.
“El sensei, era un hombre afrovenezolano, condecorado por un emperador de Japón porque tocaba los rituales de tambores japoneses como si fuese de ese país”, dijo mi interlocutora, para más adelante rematar diciendo: “pero, también era buenísimo tocando tambores venezolanos”.
Matsuri fue el escenario para entregar un pedacito de la cultura de nuestros países. Despúes de disfrutar durante el día y la tarde, de manifestaciones artísticas del país asiático, ya casi al cierre del festival, Keito Homma, junto a los presentes, bailó salsa y tambores venezolanos, bajo una noche de cielo estrellado.
POR SARAH ESPINOZA • @sarah.spnz
FOTOGRAFÍAS NATHAEL RAMÍREZ • @naragu.foto