03/02/25. Demi Moore recuperó su carrera artística gracias al célebre thriller La sustancia (2024, Coralie Fargeat), que le confirió su primer Globo de Oro a la edad de setenta años. Con un argumento que nos recuerda a ratos al clásico de Dorian Grey, este taquillazo nos llevó a reflexionar sobre la presión que ejerce la sociedad para mantenernos jóvenes, y la condena a la vejez. Esta tendencia a discriminar a los viejos se le conoce como "edadismo".
Primavera cero
Juventud, divino tesoro.
Te vas para no volver.
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer.
Rubén Darío
Gracias a José Félix Ribas y una legión de chamos, los patriotas ganamos la Batalla de La Victoria el 12 de febrero contra el ejército realista. Este hito es uno de los muchos estímulos que han exacerbado en nuestro país el culto a la juventud. Nuestro país tiene alrededor de treinta millones de habitantes, y una esperanza de vida de máximo 73 años, según el portal Datosmacro.com. La página Indexmundi.com agrega que la edad promedio del venezolano es de 29 años. Esto quiere decir, que la población venezolana es mayoritariamente bastante joven.
En nuestro país, el culto a la juventud suele ser bastante fuerte: los patrones socioculturales enfatizan mucho en torno al culto a la belleza (y la belleza juvenil), y se suele despreciar a las personas que van avanzando en edad: no sólo como un asunto de estética, sino además es una fuerte discriminación para los puestos de trabajo. Incluso, nuestro gobierno bolivariano, siempre inclusivo, está bastante animado en fomentar los liderazgos juveniles, reemplazando en muchas ocasiones a quienes poseen más experiencia y edad.
Mientras preparábamos la reunión de pauta para las ediciones venideras de Épale CCS, nuestro genial compañero Albert Cañas nos confesaba que le afectaba llegar a los cuarenta años. "Me voy a pintar la barba", decía en broma. Los más viejos del combo, Nathan Ramírez y mi persona, le brincamos diciendo, "yo soy mucho más feliz ahora, la verdad".
Lo mejor está por venir
Este culto a la juventud no ocurre sólo en nuestro país: es mundial. La angustia por el paso del tiempo ha desarrollado una multimillonaria industria estética, médica, farmacéutica y de otras ramas para que la gente disimule la vejez lo más posible. Esto ha llevado a muchos desastres en mujeres que se llenan de botox, como la pobre Madonna, que nos recuerda a veces al personaje célebre de la película Brasil (1983, Terry Gilliam), una señora que quedó toda desfigurada y llena de vendas en todo el cuerpo de tanto cuchillo.
A decir verdad, los años más tiernos no son tan idílicos como los pintan. Cuando uno está más chiquito es más manipulable, impresionable, tonto e impulsivo. Los traumas son más intensos y uno cree que ama u odia "para toda la vida". Uno chamo depende demasiado de la aprobación de los demás: nuestra identidad no está totalmente formada, muchos no hemos descubierto nuestra propia voz y nos echamos tremendos trancazos confiando en las personas equivocadas. Al no haber una noción clara del bien y el mal, la crueldad es más pura. De ahí, que el acoso escolar sea tan peligroso. Quizás sea por eso que los terroristas y mercenarios que contrata Estados Unidos sean muchachos desde 17 hasta 35 años. Recordemos el grupo etario de las tristemente célebres guarimbas.
Quién quita si esa devoción a la juventud no sea tanto un asunto inocente, sino una agenda para validar más a las personas sin criterio que a los adultos que ya sabemos quiénes somos y dónde estamos parados. Hace poco, vi a la profesora Judith Valencia dando una conferencia, y en su hablar transmitía desparpajo, seguridad y la irreverencia de una vida muy bien vivida con más de ochenta años.
Personalmente, yo no albergo ninguna nostalgia por mis tiernos años. Rumbo a mis cincuenta años, soy cada vez más feliz.
Por: María Eugenia Acero Colomine @mariacolomine