En ti es plausible la danza por el sentido Charles Daniels
11/03/25.- Hace un mes celebramos el día arriba mencionado, 11 de febrero, más que para recordar su importancia, rendir homenaje a quienes han colaborado en el forjamiento de ambos campos del saber que para mí son uno solo.
¿Por qué no se conoce lo suficiente sobre las ciencias sociales realizadas en nuestro país, surgidas especialmente desde sus propias coyunturas económicas, sociales y culturales?
Desde la Escuela de Sociología se propició un encuentro con su otra hermana, con quien nació unida en 1953, la Escuela de Antropología, como “Departamento de Sociología y Antropología Cultural” en plena dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en convenio con la Universidad de Winsconsin (Estados Unidos).
Si bien es cierto que a casi cuarenta años de separarse ambas escuelas, no hemos vuelto a encontrarnos plenamente como parte de esa misma historia compartida, han existido esfuerzos tan particulares como propiamente institucionales de seguir manteniendo un intercambio que consideramos ineludible.
Me refiero, por ejemplo, cuando hay docentes que hemos impartido cátedras, talleres y similares, con docentes y estudiantes de ambas escuelas, como también al hecho de que casi siempre se han propiciado encuentros tanto culturales como deportivos que favorecen el fortalecimiento de ese tejido del que formamos parte.

En estas líneas centraré mi atención en lo que protagonizamos, excusándome por poner el énfasis, dado el espacio, en los acontecimientos que más me impactaron. Veamos.
Desde unas semanas antes de la celebración conversábamos con lo que deseábamos realizar, y gracias a la receptividad de la nueva gestión en manos del joven director de la Escuela de Sociología profesor Xavier Valente, y de un importante apoyo tan estudiantil como docente, logramos y no me equivoco al decirlo, por primera vez en la historia reciente de nuestra institución, programar toda una semana con actividades que no sólo permitieron el encuentro entre ambas escuelas, sino también con miembros de la comunidad universitaria en general y un poco más allá.
El lunes 10 iniciamos con un extraordinario homenaje a nuestros maestros, a través de la propuesta del “Espacio Permanente Memoria Sociológica” por parte del profesor Miguel Ángel Contreras Natera, con una galería tan fotográfica como bibliográfica de Alfredo Caraballo, Gregorio Castro, Heinz Sonntag y Rigoberto Lanz, donde estudiantes y jóvenes docentes pudieron conocer sus respectivos legados.
Aquí debo agregar lo que considero un pensamiento transversal en la presente reflexión que volvió a asaltarme desde el momento mismo en que conocí esta propuesta: ¿Por qué no se conoce lo suficiente sobre las ciencias sociales realizadas en nuestro país, surgidas especialmente desde sus propias coyunturas económicas, sociales y culturales? ¿Por qué se sigue afincando el dominio de los saberes hegemónicos, especialmente anglo y eurocéntricos? ¿Acaso décadas de estudio sistemático de nuestra realidad nacional no han sido suficientes? Dejo las inquietudes por un momento y sigo.

El día martes fue el día más esperado para muchos, pues se trataba del día en sí, es decir, del mismo 11 de febrero, las conferencias “centrales”, –coloco las comillas porque aunque así fueron caracterizadas por el sentido común, considero que cada día tuvo sus céntricas acentuaciones– precedidas por las palabras de los directores de ambas escuelas, Xavier Valente por Sociología y Ángel Reyes por Antropología, de la Coordinadora Académica de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales Jennifer García, y del primer rector antropólogo de la Universidad Central de Venezuela, profesor, Víctor Rago Albujas.
Las dos conferencias fueron impartidas, respectivamente, por el profesor Roberto Briceño-León, especialista en el tema de La sociología de la violencia en Venezuela, y por la Escuela de Antropología el profesor y antropólogo George Amaiz. Un encuentro muy fructífero, según la percepción de los propios estudiantes y docentes que así me lo hicieron saber.
Así mismo, a mediodía, nos citamos quienes asumimos la responsabilidad de llevar a cabo el concurso de poesía Universidad y Sociedad, la profesora y poeta Libeslay Bermúdez, Livia Vargas González (en asistencia remota desde Brasil), y quien suscribe. Fue el momento del veredicto y entrega de reconocimiento al bachiller ganador: Charles Daniels, quien leyó su poema: Alma Mater, de donde he extraído el epígrafe que acompaña la presente reflexión y de donde ahora extraigo los siguientes versos:
aunque nuevas formas de pensamiento planteen que has perdido legitimidad
yo sé que el problema no eres tú,
sino aquellos que no supieron amarte como te lo mereces
Su lectura expandió la conmoción de lo que veníamos viviendo e inevitablemente solicitamos permiso al autor para publicarlo en la cuenta Instagram de la Escuela de Sociología.

El día miércoles fue otro de los más esperados, se trató del momento en que nuestro estimado profesor Javier Seoane de la Escuela de Sociología y actual coordinador del doctorado en Ciencias Sociales, impartió la conferencia sobre Jeannette Abouhamad –una de las integrantes de la primera promoción de sociólogos y antropólogos en 1956–, específicamente sobre su obra Los hombres de Venezuela y allí volvió mi inquietud: ¿Por qué no existe una unidad curricular obligatoria sobre el pensamiento de esta importante mujer? Contamos en ese mismo doctorado con su biblioteca personal, pero sólo los curiosos nos interesamos por ella…
El día jueves, invitado por el Centro de Estudiantes de la mencionada escuela, participé en un conversatorio –que nació el mismo martes 11 justo después del recital poético, según me confesó ese día una de las organizadoras y quien me invitó, la bachiller Daniela Leen–, a manera de un ejercicio de imaginación sociológica, a partir de preguntas como, ¿qué pasaría sí… las escuelas estuvieran unidas? ¿Cuáles son las diferencias de abordaje de una manifestación entre un antropólogo y un sociólogo?
Para el ejercicio, invité como egresada a mi amiga antropóloga Carolina Uzcátegui, quien compartió sus experiencias como estudiante, así como algunas de sus preocupaciones sobre el quehacer tan sociológico como antropológico en la actualidad venezolana.

Estuvieron presentes estudiantes tanto de Sociología como de Antropología. En medio de la conversa, cité el nombre del antropólogo Filadelfo Morales, quien fue mi profesor y tutor, hablé de su legado como incansable defensor de los derechos indígenas, en especial del pueblo Kariˈña, y no me sorprendió que no lo conociesen los estudiantes… pues sé de la realidad del pénsum de ambas escuelas… lo que me hizo regresar a las inquietudes arriba mencionadas, sacando el libro en físico que llevaba para la ocasión: El antropólogo como objeto de Omar Rodríguez, donde entrevista a Miguel Acosta Saignes, Mario Sanoja y Gustavo Martín, grandes figuras del pensamiento científico social venezolano.
El libro en sí también fue otro gran desconocido, pero más aún los entrevistados, lo que potenció aún más, mi interés por abrir nuevamente la unidad curricular que dicté entre septiembre del 2010 y enero del 2011: Lecturas Críticas de la Antropología Venezolana, donde participaron presencialmente la socióloga Carmen Dyna Guitián, el sociólogo Enrique Alí González Ordosgoitti y los antropólogos: Alfredo Chacón y Esteban Emilio Mosonyi, de la cual surgieron varias líneas de investigación que redundaron en trabajos especiales de grado que tuve el honor de acompañar como tutor.
Ese mismo jueves se proyectó el documental Renovación, realizado por Donald Myertson, sobre ese importante acontecimiento que marcó la historia de nuestras universidades, en mayo de 1969, precisamente sobre el pénsum, la docencia, las investigaciones y demás realidades que nos configuran como sociedad.

Finalmente el viernes fue el momento para que los estudiantes de ambas escuelas pudieran compartir sus intereses de investigación, con una novedad de temas que me llenaron aún más de entusiasmo, pues al tiempo que me recordaron mis propias motivaciones de por qué terminé estudiando antropología una vez que salí de bachillerato, también me impulsaron por seguir entrelazando lo que insisto, jamás encuentro separadas: las ciencias sociales.
Fue esa misma perspectiva la que me llevó a fundar la Revista Venezolana de Antropología Crítica –que entonces era un boletín estudiantil– en el año 2001, cuando todavía era un estudiante, poniéndole como nombre Antropologando, coincidiendo con el verbo, creado según por el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, creyendo como ahora, que la antropología debe ser una experiencia dialógica e intercultural movida por las realidades históricas que afrontamos día a día, inevitablemente nutrida desde y hacia la praxis por este mundo nuestro que puede y debe ser mejor para todas y todos.
Pero, debo seguir insistiendo, eso sólo podremos propiciarlo si empezamos por reconocer el valor de las teorías hechas desde nuestras propias realidades, insertándolas en un pénsum más integral, actualizado sin menoscabo del legado de nuestras madres y padres fundadores, pues ellos son, como he dicho en las aulas, nuestros clásicos, que debemos leer en situación de paridad junto a los grandes nombres europeos y estadounidenses.
Concluyo esta entrada con los versos iniciales del Credo del Antropólogo que escribí hace ya más de veintiún años, el 22 de febrero de 2004:
Creo en la comunión de los senderos como principio y fin de la sabiduría.
Muchas gracias, ¡seguimos!

POR BENJAMÍN MARTÍNEZ • @pasajero_2
FOTOGRAFÍA MILENI NODA • @milenisimaa / BENJAMÍN MARTÍNEZ • @pasajero_2 / ARCHIVO