21/03/25. En Venezuela el asunto de la composición étnica es entreverado, excepto para unas cuantas familias con mucho del dinero nacional en sus arcas, que han mantenido desde la conquista, y de un tiempito después, su condición de gente blanca como le gustaba a Hitler, Mussolini, y le gusta a los Rockefeller, los reyes europeos, a Trump, y a la catajarra de blancos impolutos que conforman su gabinete. El resto somos mestizos que vamos desde los muy cercanos a los ancestros africanos, pasando por varios matices hasta llegar a algunos muy cercanos a nuestros ancestros invasores. También están los inmigrantes, que se mantienen en sus trece, que comparten igual que la oligarquía local ya mencionada la decisión de permanecer impolutos. Aunque algunos se mezclaron, y en la piel de sus hijos se nota algo del famoso “color de mono corriendo” ese color de raza cósmica que nos caracteriza.
En los escenarios venezolanos... cuando montamos piezas del occidente caucásico, se venezolanizan tan sólo con el personal que las lleva a cabo. Esa visión policromática se repite en el público.
En los escenarios venezolanos, tanto en el elenco de actores y actrices, como en los técnicos, los encargados del arte y el equipo de dirección, se suele ver todo el repertorio cromático de la cotidianidad nacional. Así que cuando montamos piezas del occidente caucásico, se venezolanizan tan sólo con el personal que las lleva a cabo. Esa visión policromática se repite en el público.
La variedad de pieles también está presente en cualquiera de nuestras calles o echándose un bañito en la playa, sobre todo si es en La Guaira y sus alrededores, en donde los que vamos somos puros niches. Como dijo un individuo en su vano intento de ser ofensivo y seguramente jalándole bolas a Trump con la esperanza de ir a Estados Unidos y no ser deportado. Su necesidad da cuenta de nuestro feroz, torpe, contradictorio y mal disimulado racismo.
El asunto es que una actriz contó dos episodios espeluznantes de micro agresión racista que recibió de gente que vive y nació aquí. En el primero, la persona agresora es alguien que toma decisiones en un teatro del este de la ciudad y en el segundo es una productora de un canal de televisión del Estado. Más allá de los dos sucesos, es tristemente significativo que otra gente a quien le conté el relato comentó cosas como: “No me extraña” o “en Venezuela sucede a cada rato” “¿No te habías dado cuenta?” y la consabida clase de antropología venida en cajas de cereal: “Es que en Venezuela hay un racismo latente”. O sea, es así, todo está hecho y dicho, por qué asombrarte… A mi juicio, eso es tan racista como el estúpido que habló de La Guaira, o como el idiota y la idiota de cuyos nombres no quiero ni acordarme que echaron su balde de mediocridad sobre una de nuestras actrices.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • (0424)-2826098