10/07/25. El pasado 27 de marzo celebramos el Día Internacional del Teatro, una fecha que nos coloca ante una fascinante encrucijada entre la realidad tangible que habitamos y el universo ilimitado de nuestros sueños. En esta constante dialéctica tardía la convicción de que avanzamos como individuos y como sociedad. Cada jornada, incluso desde las acciones más diminutas, nos conecta colectivamente en la preparación hacia un futuro que, aunque incierto, está lleno de esperanzas persistentes. En medio de una realidad desequilibrada que tantas veces nos llena de inquietud, quienes dedicamos nuestras vidas a la creación artística persistimos con fuerza y devoción. Las utopías no se desvanecen, sino que se maceran lentamente, alimentándose del amor colectivo: ese "chocolate" metafórico que nos conecta con nuestra historia y nuestra identidad. Este profundo sentir se refleja en la pasión y entrega de quienes concebimos y sostenemos las artes como una propuesta humana para la transformación.
..."macerando el chocolate de la utopía", tal como lo hacía Julieta, para convertir esta realidad tambaleante en acciones concretas que impulsan un futuro esperanzador.
Hoy quiero destacar a dos figuras ejemplares, profundamente comprometidas con el arte escénico, capaces de cambiar la cotidianidad. Por un lado, Orlando Ascanio, un ser humano plenamente dedicado al teatro, amigo del dramaturgo Román Chalbaud y maestro de generaciones, cuya influencia aún palpita silenciosa pero firme en cada escena que monta. Por otro lado, Julieta Hernández, artista multidisciplinaria y payasa, mujer valiente que defendió con firmeza la risa como un acto de resistencia. Para Julieta, la risa es un poderoso antídoto frente a las adversidades, capaz de sembrar semillas que, con el tiempo, germinan en frutos colectivos. Aunque Orlando y Julieta nunca se conocieron, ambos representan un vehículo profundo de expresión venezolana como arte popular, reflejo vivo de la sensibilidad e idiosincrasia de nuestro pueblo.
En pleno siglo XXI, entre avances tecnológicos y desafíos sociales, el teatro y el circo continúan siendo espacios vitales de celebración, resistencia y transformación. Festejamos este día que coincide con el nacimiento de Julieta, cuyo espíritu viajero sembró esperanza y reflexión, al tiempo que rendimos homenaje a Orlando Ascanio y su invaluable labor desde el Teatro Estable de Villa de Cura, legado de un maestro que dedicó su vida a la formación y al arte escénico. Al visibilizar la labor de estos artistas, podemos entender al teatro no sólo como un modo de vida, sino como un acto de resistencia en el que las convicciones altruistas toman fuerza, y al circo como esa alegría vital que tanto necesitamos.
Desde el corazón, elevo una petición para que la mirada se enfoque hacia las y los artistas de a pie: los indetenibles, aquellos como Julieta y Orlando, cuyos legados trascienden tiempo y espacio, moldeando conciencias y transformando realidades como la persistencia del agua que talla la piedra. Julieta, conocida como la Payasa Miss Jujuba, tejió redes humanas que se extienden como ramas de un árbol, partiendo de profundas raíces identitarias. Por su parte, Orlando, como guardián espiritual del teatro sagrado y tosco, lleva su conocimiento sobre la escena a cada pueblito recóndito, a cada rincón de la geografía nacional. Ambos comparten un compromiso incansable con las causas sociales y con los poderes creadores del pueblo, uniéndolos en un propósito común, la posibilidad de un mundo mejor.
El 27 de marzo es una fecha poderosa, que moviliza fuerzas de unión para seguir creando y transformando. Con estas líneas, extendiendo una invitación para que continuemos "macerando el chocolate de la utopía", tal como lo hacía Julieta, para convertir esta realidad tambaleante en acciones concretas que impulsan un futuro esperanzador.
POR NEBAI ZAVALA • @nz_creando
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta