Cada 2 de junio se recuerda una protesta realizada en Lyon, Francia, en 1975, donde más de 100 trabajadoras sexuales ocuparon la Iglesia de Saint-Nizier para denunciar su situación y las persecuciones policiales. En el Día Internacional de la Trabajadora Sexual, se busca defender los derechos de las trabajadoras sexuales, asegurar su autonomía, dignidad y seguridad.
En Argentina, si bien existen algunos avances en cuanto a protección, cuidados y asistencia médica y social, no existen legislaciones o políticas públicas para mejorar las condiciones laborales de miles de mujeres.
Con el gobierno de Javier Milei ha empeorado la situación, porque muchas se quedaron sin trabajo y se han visto obligadas a regresar a las calles, donde la represión policial y la estigmatización son el pan de cada día.
Para ahondar más sobre estos acontecimientos, conversamos con Georgina Arellano, quien es presidenta del Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores Sexuales en Argentina, una organización que, desde hace 30 años, abraza a este sector de la población en el país suramericano.
¿Qué te motivó a involucrarte en la defensa de los derechos de las trabajadoras sexuales en Argentina?
Ha tenido que ver directamente con la violencia institucional, con la discriminación que he padecido, no solamente de manera individual, sino que nos atravesó de manera colectiva a mí y a mis compañeras, quienes ejercíamos el trabajo sexual en la calle. No poder entender por qué ese estigma, por qué esa violencia, desconocer qué tipo de legislaciones había en Argentina, naturalizar durante muchos años la opresión y la violencia institucional; no comprender si lo que estábamos haciendo era un delito o no, y sentir que eso que nos pasaba en la calle nos pasaba por haber decidido ejercer un trabajo que está criminalizado, que tiene una mirada social que está atravesada por prejuicios, pero a la vez, por mucho desconocimiento, por estereotipos imaginarios. Así que cuando nos conocimos con la organización, lo primero que sentimos fue que no estábamos tan solas como habíamos creído, y después lo que sentimos fue que alguien nos podía escuchar sin cuestionar nuestra decisión, y esas alguien eran compañeras como nosotras, que tenían recorridos similares y que justamente se habían organizado como una respuesta a la represión policial.
¿Cómo es la vida diaria de una trabajadora sexual en Buenos Aires?
Está atravesada por la precariedad que en los últimos meses se agudizó. Es una vida atravesada por la violencia de la policía, que también incrementó. Dónde estás expuesta a sufrir situaciones de violencia por parte de la Fuerza de Seguridad de manera constante y diaria, no solo cuando estás ejerciendo el trabajo sexual, sino también cuando intentas habitar el espacio público.
Hay situaciones de mucha violencia y atropello por parte de la policía, como detenciones arbitrarias, el pedido de coimas policiales, operativos en donde te ponen contra la pared y sin mediar alguna palabra te revisan la cartera, te roban el poco dinero que te encuentran. Algunas compañeras que van detenidas por figuras como resistencia a la autoridad o averiguación de antecedentes; compañeras que todo el tiempo tenemos que estar en alerta porque si vemos a la policía o tenemos que caminar o que corrernos de la zona, porque es lo primero que nos dicen: que no podemos estar ahí, que no podemos trabajar, que lo que hacemos es una contravención, que si nos vuelven a ver, van a llamar a la policía, que los vecinos se están llamando y se están quejando de nuestra presencia, que las cámaras del centro de monitoreo modularon una actitud sospechosa. Entonces, nos tienen que revisar.
Hay compañeras a las que revisan en la vía pública y le sacan la ropa. Eso genera, no solamente una violencia hacia las trabajadoras sexuales, sino que construye la idea de considerarnos a nosotras sujetos de la peligrosidad. Todo el tiempo tenemos que estar constantemente en alertas.
Trabajar se ha hecho una situación muy difícil porque la vida se encareció no solamente en cuestión de alimentos, del valor que tienen los alimentos hoy por hoy en Argentina sino el costo de vida. El transporte se encareció, los alquileres, entonces son muchas más horas las que tenemos que estar expuestas en la calle, es mucho más el dinero que tenemos que juntar para pagar las habitaciones, en las pensiones, en los hoteles, en nuestros alquileres.
El 86% de las personas que ejercemos trabajo sexual en Argentina somos mamás, jefas de hogar. Ahí tenemos que poder reorganizar toda la cuestión de cuidado de nuestros hijos, porque más horas trabajando en la calle, son más horas que estamos afuera de nuestras casas.
¿Qué avances existen en Argentina para mejorar la situación laboral de las trabajadoras sexuales, sobre todo, en términos de violencia basada en género?
Uno de los principales avances es la organización que las trabajadoras sexuales supimos construir. AMAR, que es el Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores Sexuales en Argentina, es una organización que tiene un recorrido de tres décadas. Estamos organizadas hace 30 años y una de las de las principales razones que motivó la organización sindical de las trabajadoras sexuales es ponerle un freno a la violencia institucional; que la herramienta sindical sea justamente para para denunciar pública, social y estatalmente, lo que históricamente las fuerzas de seguridad han hecho con nosotras, pero también para denunciar otro tipo de situaciones y de violencia, desigualdades, injusticias que atravesamos.
La herramienta sindical a nosotras lo que nos dio fue la posibilidad de tener voz propia, de recuperar la palabra, de que aquellas que han hecho extractivismo durante mucho tiempo, digamos, se corran a un costado y nosotras recuperar la palabra en primera persona, poder ser nosotras las que nos sentemos con el Estado y decirle, mirá, esta es mi problemática, esta es mi realidad, estas son nuestras demandas, estas son nuestras urgencias y nuestras necesidades, estas son las políticas públicas que necesitamos, este camino que has elegido durante mucho tiempo de prohibir alguna forma de trabajo sexual, lo único que ha generado es mayor clandestinidad, mayor vulneración a nuestros derechos, no es lo mismo la trata que el trabajo sexual, no es lo mismo la situación de explotación laboral que la voluntariedad del trabajo sexual.
De esta manera las trabajadoras sexuales nos organizamos, esto es lo que tenemos que pagar por un alquiler porque no somos consideradas como trabajadoras, porque no tenemos un marco legal, porque somos un sujeto inexistente y sobre todo, que la potencia de la organización sindical de las trabajadoras sexuales lo que hace constantemente es también hacer una pedagogía para humanizar nuestra vida, nuestro trabajo, para humanizarnos a nosotras, para poder derribar los prejuicios, para poder derribar esos estereotipos, esos imaginarios, para que las compañeras que atraviesan situaciones de violencia, puedan ir a acercarse a la ventanilla del Estado y denunciar; que no las revictimicen, que no nos creamos ese cuento “te pasa a vos te pasa por puta. Lo que tenés que hacer es cambiar de trabajo”. Hay un montón de subjetividades que se han creado sobre nuestro trabajo que tienen que ver con la victimización, que tienen que ver todo el tiempo con reducirnos a que nosotras somos objetos y no sujetas de derecho
¿Cómo se están organizando las trabajadoras sexuales mediante alianzas como AMAR para crear redes de apoyo, solidaridad y protección?
Desde el 2019 hemos inaugurado y hemos creado un espacio propio para las trabajadoras sexuales que se llama La Casa Roja, que es un centro de asistencia integral que está ubicado en uno de los principales barrios donde se ejerce trabajo sexual callejero y donde se concentran la mayor cantidad de situaciones de violencia institucional y donde lamentablemente viven la mayor cantidad de compañeras en situación de calle.
Esa casa la sostenemos con nuestras redes de apoyo, con articulaciones, con alianzas que fuimos construyendo en estos treinta años de organización. Ofrecemos servicios que justamente, son servicios que demandan las compañeras, como por ejemplo un comedor comunitario, ollas populares, en la principal plaza donde se ejerce trabajo sexual.
También asistencia que tiene que ver con asesoramiento a las compañeras migrantes, para que intenten regularizar su situación migratoria, para que puedan hacer su documentación, con tener abogados y abogadas a disposición de las compañeras que puedan asistirla, acompañarlas en sus procesos judiciales, así como en las denuncias que realizamos cuando hay situaciones de violencia institucional o el acompañamiento cuando hay compañeras detenidas en las alcaldías y en las comisarías.
Tenemos asistencia psicológica para las compañeras que atraviesan situaciones de consumo y abordamos la salud mental de las trabajadoras sexuales desde una perspectiva de derechos humanos. En articulación con la Universidad Nacional de Buenos Aires, nuestra casa es el centro de prácticas al que vienen estudiantes de la carrera de Trabajo Social a hacer sus prácticas. A la vez, esas prácticas se relacionan con escuchar las problemáticas de nuestras compañeras, en asistirlas con sus situaciones habitacionales, con sus problemas de salud, con la realización de trámites de manera online, porque muchas no tienen teléfono celular, porque en donde viven no hay una conexión a internet o porque muchas compañeras están en situación de calle o hay una barrera que tiene que ver con la analfabetización digital.
Las trabajadoras sociales realizan informes para que las compañeras puedan acceder a subsidios habitacionales, derivan si la compañera necesita atención en algún centro de salud u hospital, asesoran situaciones que traen las compañeras con situaciones de violencia de género o alguna situación problemática que atraviesan en la escuela donde envían a sus hijos y a sus hijas.
El espacio también cuenta, en articulación con escuelas y con secundarias, de bachillerato, para que las compañeras puedan terminar sus estudios, sensibilizando con nuestra realidad, con nuestra población y con nuestro colectivo.
Articulamos con centros de salud de la zona y con hospitales que también están sensibilizados para que las compañeras puedan acceder al sistema sanitario sin estigma, sin discriminación, que no sea el estigma una barrera y que no sea exclusivo para con nuestras compañeras y compañeros. Articulamos con organizaciones de la sociedad civil haciendo operativos de salud en el territorio, con algunas instituciones del Estado, también para que asistan a nuestras compañeras con operativos de asistencia al colectivo migrante, de asistencia a la población que está en situación de calle, asistencia frente al incremento de tensiones arbitrarias.
La articulación lleva a que tengamos alianzas con otras organizaciones que trabajan la misma problemática que nosotras, por ejemplo, las personas en situación de calle. Hace poco hicimos un relevamiento para tener un número propio de las organizaciones de la verdadera realidad que atraviesan las compañeras que se encuentran en situación de calle y también denunciar la violencia que están sufriendo por parte de los operadores del gobierno de la ciudad, cuáles son las políticas que hay y por qué muchas veces las compañeras no acceden a las mismas.
En vista de las políticas de Javier Milei contra los derechos de las mujeres, ¿cómo son, actualmente, las condiciones del trabajo sexual en Argentina?
Por supuesto que la crisis económica que atraviesa nuestro país también nos ha afectado a nosotras, sobre todo, como parte de la economía informal, que no tenemos derechos laborales, que no tenemos hora social, que no tenemos jubilación, pero que a la vez también no tenemos políticas públicas que nos asistan, que nos acompañen, así que la situación de algunas compañeras es desesperante. Tenemos muchísimas compañeras que se encuentran en situación de calle, porque ya no pueden seguir sosteniendo el costo del valor en el cual se dispararon los alquileres. Estamos hablando de alquileres en lugares precarios y de hacinamiento. Ya que no estamos registradas, que no tenemos recibo de sueldo, y demostrarle a quien nos alquila los ingresos que tenemos, accedemos a lugares precarios con condiciones de insalubridad cuyo valor de alquiler se triplicó a comparación de dos años atrás. Es casi imposible sostenerlo.
Eso arrojó que haya muchísimas compañeras que se encuentran en situación de calle, y otras que han regresado a vivir a lugares de los que se habían escapado por situaciones de violencia y hostigamiento.
La demanda del trabajo sexual en la calle mermó muchísimo, pero aumentó la oferta. Esto quiere decir que hay muchas compañeras que antes habían logrado trabajar en el Estado, entrar por el cupo laboral travesti, trans, otras que habían logrado tener algún tipo de ahorro económico y se habían puesto un puestito en una feria, hoy todas ellas están de nuevo en la calle.
¿Qué tipo de recursos o apoyos (legales, sociales, económicos) son necesarios para ayudar a las trabajadoras sexuales a ejercer y defender sus derechos laborales?
Lo primero es escucharlas. Ese me parece que es el ejercicio principal que debería sostener desde la política, desde el Estado y desde los feminismos. Sentarse a hablar con ellas, a preguntarles cómo es su realidad, qué dificultades tienen, por qué muchas veces no se acercan al Estado, porque existe desconfianza.
A veces la política genera una agenda en donde no incluye a todos los sectores y muchas veces, se reproduce la exclusión, generando desconfianza por parte de las compañeras hacia el Estado, hacia los feminismos y hacia la clase política.
Hay que terminar con la hipocresía social; eso pasa en todos los países. Las trabajadoras y los trabajadores sexuales existimos, más allá de la postura, de la opinión que tenga cada persona, cada sector, cada colectivo con respecto a qué hacer o no con el trabajo sexual.
Lo cierto es que nosotras existimos hace muchos años y nos parece que el principal ejercicio que hay que hacer es convocarnos, sentarnos en la mesa donde se toman decisiones y donde se escuchan o se crean políticas públicas. Es dejar de pensarnos como seres infantiles, dejar de pensar que nosotras tenemos incapacidades y poner en cuestionamiento nuestra decisión, nuestra voluntariedad. Es entender que, más allá de las discusiones teóricas que pueda haber con respecto a nuestro trabajo, acá lo que está en juego son vidas de un montón de compañeras y compañeros que atravesamos situaciones de desigualdad, de criminalización y que mientras el Estado, los feminismos y la clase política sigan mirando para otro lado, nosotras vamos a seguir estando expuestas a que nuestros derechos humanos se vulneren cada día más.
Lo que necesitamos es un reconocimiento social más allá de leyes que contengan nuestras demandas, que transformen nuestras vidas, necesitamos ser reconocidas principalmente, como sujetas políticas y que cuando se hable de nosotras, sea con nosotras y que cuando se piense en políticas públicas principalmente se escuche ese cachito de realidad que cada una de nosotras carga bajo el brazo y así con nuestras espaldas.
Entender que muchas veces se nos ha hecho difícil reconocernos como trabajadoras sexuales por el estigma que hay, porque lo primero que sentimos es vergüenza y culpa, y eso tiene que ver con la mirada social que todavía opera culturalmente, lo cual hace que muchas de nuestras compañeras ni siquiera tengan la posibilidad de contarle a su familia o a su entorno verdaderamente a lo que se dedican.
Así que nos parece que vergüenza nos debería dar seguir hablando por un sujeto que está en la calle y que la está pasando muy mal, y vergüenza debería dar tener discursos puritanos y discursos hipócritas, cuando en realidad tenemos que tener acá una perspectiva de derechos humanos.
Hay personas que tomamos decisiones con nuestra vida, pero eso no nos hace ni menos legítima, ni menos humana, ni menos trabajadora. Hay que escuchar y abrazar.