09/07/25. Conocí la devoción a San Juan en 2011, cuando me fui de paseo con unos panas a Chuspa por el 24 de junio. No tenía idea de qué iba a celebrar. Para mí, sólo era un día feriado a causa de la Batalla de Carabobo y ya. No contaba con que mi primer encuentro cercano con la fe de la costa me marcaría para siempre.
...en Venezuela la devoción por el Santo más generoso... va más allá del asunto cristiano. La devoción con baile, flores, caramelos, bebidas espirituosas y tambores en realidad es una reminiscencia de la fe africana.
En aquel entonces, le pedí a San Juan mi más secreto anhelo, mientras contemplaba las estrellas a la orilla de la playa. No me cumplió. Tres años después, volvería con otra comitiva de panas, a celebrar al Santo regalón. Esta vez sería a Naiguatá. Ya tenía un poco de más nociones sobre el santo, pero llegué igual de perdida. Al llegar en autobús a Naiguatá, una marea roja arropaba todas las calles del pueblo. Creí haberme confundido con una marcha chavista, y resultaba que no: rojo es el color del santo niño. Esa segunda vez tampoco valoré mucho la envergadura del momento, y sólo me concentré en compartir con mis amigos y la playa. De nuevo, le pedí a San Juan lo mismo, y tampoco pasó nada. Once años después decidí celebrar al santo por un asunto de fe. De nuevo, bajé con amigos, en un emprendimiento que lleva mi gran amigo bailarín Alexander Madriz con su proyecto Alexandertours.

Nos agolpamos antes de las siete de la mañana en la plaza Altamira, y subimos al autobús que rentamos para la ocasión. Todos llevamos nuestras pintas rojas, para alinearnos con la celebración, y estábamos felices. Al cabo de unos treinta minutos, ya estábamos llegando al pueblo de Naiguatá, donde la alegría desbordaba por las esquinas. "Este día es muy especial, porque nuestro santo baja a llenarnos de bendiciones. Yo, ya vendí todas mis empanadas y ni siquiera son las ocho de la mañana. ¡Ya San Juan me hizo el milagro! (Risas)", me compartió doña María, quien ya perdió la cuenta de los años que tiene celebrando San Juan. Subimos por unas largas escalinatas con vista al mar Caribe, y nos recibió un mural de nada menos que nuestro entrañable Felipe García. Me detuve a tomar fotos e intentar hacer una cápsula audiovisual para Épale CCs y, ¡oh, sorpresa! ¡Se me perdieron mis panas! Al terminar de subir a la plaza principal, me recibió una turba con cientos de camisas rojas, y fue prácticamente imposible identificar a mi gente. El instinto periodístico entonces se convirtió en mi compañero de camino. Activé la cámara y me dediqué a olfatear y abrazar el espíritu sanjuanero de Naiguatá.
Naiguatá es San Juan
Esta vez sí pude apreciar y disfrutar la magnitud simbólica de la fe naiguatense: todos los vecinos y vecinas sacaron sus mesitas para ofrecer desde pañoletas rojas, hasta cervezas, pastelitos, combos de pernil con todos los contornos y pare de contar. "Aquí empecé a vender cervezas desde tempranito. A San Juan le pedí que me traiga un jeque árabe que me mantenga, y así dejo al gordinflón de mi marido que no sirve para nada" (risas), me compartió Marta, quien ofrecía nada menos que tres birritas por dos verdes. A unos 50 m de la iglesia de San Francisco de Asís, había una gran mesa con un pendón gigante que rezaba "Buen Día, Juan". La mesa estaba repleta de caramelos, juguetes y flores rojas. El señor Freddy me confió que tenía toda la vida haciéndole el repique de bienvenida al niño Juan. Auristela, una guapetona de 45 años nos extendió la invitación a venir todos los años a Naiguatá, estado La Guaira, a disfrutar de las fiestas (también confesó tener esperanza de que los gloriosos Tiburones de la Guaira, ganaran de nuevo este año). Las familias bailaban a sus respectivos niños Juanes mientras aguardaban por el gran momento. Norka tiene 72 años y tiene toda la vida viviendo en Naiguatá. Me cuenta que su relación con San Juan es como la de un padre. "Siempre lo atiendo y lo consiento. Le pido todos los días por mis hijos, mis nietos y Venezuela". La señora Francisca llegó desde Los Teques para consolidar su fe: "Yo pido por la paz en el mundo, por el fin del ataque a Palestina y que San Juan nos proteja a Venezuela. Dios te bendiga".

De pronto, una especie de remolino rojo en trance se activó; se abrió una nueva dimensión espacio temporal en la que sólo se sentían gritos enardecidos: "¡Buen día! ¡Buen día! ¡Buen día!" Casi al unísono, pañoletas rojas ondeaban al cielo, emulando una marea con mar de leva. De la puerta principal de la iglesia, empezaron a lanzar caramelos y llaveritos (tuve la suerte de ganarme uno), y ahí sí –cual Charityn en el show de los sábados por la noche-, salió el papá de los helados. Un niño San Juan, sentado en una especie de trono con columna, techito y muchas flores de aproximadamente dos metros por uno, salió en hombros de los devotos. El aire se paralizó, y la energía fue imponente. No sabía si pedirle, tomar fotos, o simplemente ponerme a llorar. Así que opté por las tres. Le pedí por mis padres, mis hermanos, mis sobrinas, los imbéciles de mis enemigos, por Palestina, por Venezuela y por el mundo. Le volví a repetir mi más secreto anhelo, y le reclamé que nunca me había parado pelotas. "¿Qué cipote es lo que te pasa conmigo, San Juan?" Procedí a hacerle una promesa en silencio, en caso de que por fin me hiciera caso.
Mi mar de lágrimas quizás empañó la cámara, pero no dejé de grabar ni tomar fotos. El niño Juan avanzó bailando al ritmo del repique ensordecedor de tambores, Siguió hasta la mesita que vi al principio, y dobló a la izquierda, Naiguatá arriba hacia la montaña, para bendecir a toda su comunidad. La gente pareció haberse multiplicado como los gremlins, porque ya no eran cientas, eran miles de devotos, entusiastas, curiosos y borrachos enardecidos en un trance de alegría, desenfreno y devoción. Aquello parecía más bien una Navidad. El niño San Juan agarró pueblo arriba, y milagrosamente me reencontré con mis panas. Entendí que había tenido un viaje interdimensional a las profundidades de la fe guaireña.
Cabe señalar, que no hubo peleas, ni problemas de seguridad. Hubo un amplio despliegue policial que nos custodió por toda la procesión. La economía se catapultó con los emprendimientos familiares.
Todo ese himno a la alegría me hizo amar y abrazar más a mi tierra en mi corazón. Mientras en el resto del mundo se están matando, y la dignidad humana peligra sin aparente retorno, en mi país todos éramos hermanos en estricta celebración de la vida y la felicidad.
Un poco de historia
San Juan Bautista fue algo así como el Robin de Jesucristo. Después de Chuchito y su mamá, es uno de los grandes rockstars de la liga de la justicia cristiana. Pudo haber sido también una especie de Simón Rodríguez del Yisus, ya que fue el único que se le plantó al Mesías y le cantaba sus cuatro verdades. El maestro Jesús lo amaba y veneraba tanto, que se dejó bautizar por este poderoso profeta, que anunció la llegada del Mesías del Mundo. Como todos los super héroes por la verdad, terminó martirizado. Herodías, le pidió a su hija Salomé que sedujera a su padre con un baile sensual. El viejo verde del Herodes le ofreció cualquier cosa por el bailecito, y la muy motolita siguió las órdenes de su mamá: "Quiero la cabeza de Juan el Bautista". Su padre Herodes quedó desconcertado (porque Juan no se metía con nadie), pero complació el capricho de la muchachita. Por eso, Pepe Arévalo recreó el episodio bíblico cantando "Oye Salomé, perdónalo".
Dicen que sin cruz, no hay gloria. El martirio del buen Juan lo catapultó sin trámites burocráticos a la sala VIP del santoral del cielo. No se sabe ni cómo ni porqué, dicen que el cumpleaños de San Juan es el 24 de junio. Curiosamente, esa fecha está muy cerca del solsticio de verano en el hemisferio norte, y por estas tierras San Juan se manifiesta bendiciendo con rolitranco de palo de agua. El color rojo, simboliza pasión, fuerza, el Espíritu Santo, el amor de Dios, la alegría, la celebración y el martirio de los apóstoles. En muchos países se festeja San Juan de diferentes formas: en Europa lo celebran con llamas, y también se usa mucho el rojo.
Es importante señalar, que en Venezuela la devoción por el Santo más generoso (incluso más que San Nicolás), va más allá del asunto cristiano. La devoción con baile, flores, caramelos, bebidas espirituosas y tambores en realidad es una reminiscencia de la fe africana. Para la madre África, las espiritualidades están vivas y necesitan comer, beber, que los apurruñen y les den arrumacos para así llenarnos de bendiciones. Recordemos que en este país casi todos somos brujos, y esa fe sí es verdad que es más fuerte que el odio.

Cónchale, San Juan
Luego de presenciar tambores, gente bailando, niños tocando percusión, cantos, rezos, gritos, flores, frutos y mucha algarabía, tuve la bendición de ver muy de cerca al homenajeado tres veces. Incluso, lo pude tocar. Al cabo de unas tres horas, ya estaba agotada de caminar, y me di por bien servida. Mis amigos y yo nos fuimos a la playa para cerrar el ritual con una buena terapia de agua salada.
Espero que esta vez San Juan sí me cumpla mi sueño. No te olvides de mí, San Juan bendito.

POR MARÍA EUGENIA ACERO COLOMINE • @mariacolomine
FOTOGRAFÍA CORTESÍA