02/10/25. Solemos pensar que el mundo se expande cuando entra en diálogo consigo mismo, por ejemplo ahora, en estos tiempos de “interconectividad” donde parece generarse una vertiginosa apropiación del lenguaje, en especial por parte de las féminas, quienes exploran diversos vehículos de su yoidad, es decir la irresistible y necesaria forma de asumir el pronombre personal, per sonare, para acentuar así su presencia, tradicionalmente negada por siglos de un universo patriarcal que no ha dejado de ser masculino, machista, misógino, heteronormativo. Pero, ¿puede dejar de serlo?
...podemos encontrar algunos indicios de que esta perenne lucha por la autodeterminación femenina, ha venido dando muestras, aunque todavía muy tímidas, de esa expansión, sobre todo en términos de resignificación, de cómo por ejemplo, las mujeres se apropian de una manera particular de nombrar-se...
La aventura de esta nueva entrada para esta sección particularmente llamada Soberanías Sexuales, nos exige afrontar, como reza el título, el desafío de su propia nomenclatura, esto es, más allá de la inquietud señalada arriba, y de manera más precisa: ¿Puede decirse que el lenguaje adoptado por las mujeres en el “mundo virtual” especialmente de las “redes sociales”, ha cambiado en algo, por ejemplo, en cuanto a la percepción del lugar que ocupan en el imaginario dominante, volvamos a insistir, el de la “hegemonía machista”?
Quien suscribe, desde su horizonte masculino, que intenta no ser machista, sostiene que en cierta forma podemos encontrar algunos indicios de que esta perenne lucha por la autodeterminación femenina, ha venido dando muestras, aunque todavía muy tímidas, de esa expansión, sobre todo en términos de resignificación, de cómo por ejemplo, las mujeres se apropian de una manera particular de nombrar-se y por lo tanto, de contar-se para sí, la historia tradicionalmente realizada y narrada por el ego conquiro masculino.
Y en cuanto al lenguaje en sí, uno puede hablar, por un lado, de la adopción de la tercera persona femenina del singular “ella”, como también de la primera persona femenina del plural “nosotras”, o bien del “ellx”, que algunos consideran más abarcante, pero es hipercuestionada por la razón heteronormativa que sigue siendo invisibilizada en los medios de comunicación.
Ciertamente esto no es suficiente, debemos hablar también, por ejemplo, de la manera en cómo las mujeres han debido ser más transparentes cuando se trata de esa necesidad insoslayable de confesar desde sus procesos autobiográficos, la búsqueda de su propio placer, como sabemos otro campo ampliamente dominado por el egoísmo machista patriarcal, de cómo consideran el “coqueteo” debido o indebido, de la forma en que consideran que han violado sistemáticamente sus derechos, de cómo siguen siendo explotadas y un largo etcétera, para lo cual han demostrado estar a la altura para poder interpelar las diversas instauraciones del discurso hegemónico masculino.
Se trata, por ende, de territorios tan lingüísticos como imaginales –no olvidemos que ambos se configuran mutuamente-, donde dicha hegemonía tiende a anular cualquier aparición de diversos sentires y decires.
Por eso y otros aspectos más, actualmente numerosas “redes sociales” –remarquemos, por favor, la palabra “redes”-, se han venido multiplicando, teniendo como usuarias a estas valientes mujeres que nos invitan a desdecirnos, al tiempo de reconocernos como partes fundantes de un escenario común.
Y es que en cuestiones de reafirmación, especialmente femenina, el poder del lenguaje es más que necesario, sobre todo cuando únicamente a nivel de las representaciones corporales, la inteligencia artificial se desmarca de cualquier representación fidedigna del cuerpo, con todo el encanto que representan sus propias “imperfecciones”. Y mucho más cuando la mediática sigue siendo profundamente falocéntrica, es decir, de dominancia vertical por parte del macho, quien, por cierto, es necesario decirlo, sufre los desmanes de su propia reproducción unidimensional.
He allí la enorme responsabilidad que tenemos al servirnos en tanto comunicadores y comunicadoras, según sea el caso, de los medios de comunicación, sean redes sociales, la radio, la televisión y cualquier otro medio que usemos para transmitir información, pues allí reside nuestra auténtica soberanía, entendida esta como un espacio común de encuentro de toda nuestra humanidad. Y en cuanto a sexualidad se refiere, no olvidemos, por favor, de qué está hecha esta: del propio reconocimiento-entendimiento de nuestras diferencias.
Muchas gracias.
POR SARAH ESPINOZA MÁRQUEZ • @sarah.spnz
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta