16/02/2023. Si a alguien desprevenido le espetan una frase así como “¡mataron a Consuelo!” en tono de rabia, dolor, de gran noticia, la primera reacción de ese desprevenido es de indignación, de “no puede ser”… hasta que se pregunta ¿quién será Consuelo? Sólo le queda, entonces, una curiosidad, un compromiso con su primera reacción, a lo que se le suma un sentimiento de vergüenza por ignorar quién era Consuelo. El otro, al notar ese trastabilleo le dice, con un dejo de acusación, “sabes quién es Consuelo, ¿no?” “…” y, consecuente con la pausa agobiada de su víctima, se lo informa: “Una tipa arrechísima que ha hecho mucho por todos nosotros. A lo mejor hasta la viste alguna vez”. Él asiente con un leve movimiento de cabeza. Cada vez más desprevenido balbucea un “sí, sí eh…” tratando desesperadamente de encontrar un atisbo de Consuelo para tratar de calmar su estado de ánimo. El otro incita a su presa: “¡Tenemos que hacer algo! ¡Esto no puede quedar así!“ Ante una posibilidad de acción que borre tanto fracaso memorístico, tanta ignorancia sobre quién es esa extraordinaria víctima que ya imagina en cuerpo y alma, decide, sin tener opción.
Se lanza en la aventura de impedir la impunidad, que los criminales o el criminal ¿La criminal?... ¡Oh Dios! Otro vacío, otra ignorancia vergonzosa a la cual hay que abocarse. Así tendremos al desprevenido en manos de su victimario que, ojo, tal vez sea otro incauto de idéntica procedencia, tan desamparado, tan falto de Consuelo como nuestro irreflexivo personaje. Así, el par se lanza en su gesta a por la reparación del entuerto. En su camino tropiezan con muchos otros que hablan, pontifican, planean, arengan, se despepitan en pro de que la atrocidad cometida contra la mártir, sea remediada por la más justa de las justicias o vengada por la más implacable de las venganzas.
Él ha dejado de ser un desprevenido (al menos eso cree) ¡Hasta ha sido un orador celebrado y movilizador de grupos! Se lo llevan detenido. El Juez lo increpa con una de las más repetidas frases musicales de hace tres cuartos de siglo: “¿Quién fue que mató a Consuelo?”. “Yo no sé señor Juez” -dice cabizbajo.
Este rosario de absurdidades acabado de ficcionar es de una cotidianidad pasmosa, que explica miles de desaguisados políticos, linchamientos, humillaciones, desafueros, rupturas amorosas, estafas y demás calamidades sociales.
La dramaturgia ha bebido de ese segmento de nuestra estupidez desde el primer cavernícola al que, en vez de dibujar a un mamut en su cueva, se le ocurrió representar la condición humana.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SáNCHEZ • (0424)-2826098