06/11/25. En Venezuela, como en muchas partes del mundo, la Navidad viene acompañada de símbolos y rituales. El olor a hallacas, los acordes de aguinaldos y las gaitas, el pesebre y los arbolitos, se mezclan con un mandato social casi ineludible: la obligación de estrenar ropa para las fiestas decembrinas.
La presión por estrenar se impone como un malestar financiero para muchas familias. Las grandes corporaciones convirtieron la Navidad en una época de gastos elevados...
Esta tradición, que es en apariencia inocente, es un constructo cultural que merece ser desmitificado, pues esconde una carga negativa que impacta a nivel económico, psicológico y medioambiental.
Eres mejor si consumes
La presión por estrenar se impone como un malestar financiero para muchas familias. Las grandes corporaciones convirtieron la Navidad en una época de gastos elevados propicios para las marcas, y se ha alejado de la realidad católica.
Además, de los regalos y la cena de Nochebuena, la compra de la “pinta”, el “estreno” o el “outfit” como le dice ahora, en un contexto de ataques a la economía venezolana, generan estrés que puede opacar la verdadera esencia de la celebración.
El mensaje es peligroso: para ser parte de la felicidad colectiva, hay que consumir. Lo que convierte a la Navidad en una meta comercial, donde el valor de una persona se mide por su ropa o su apariencia.
La presión social
Si nos vamos a lo psicológico, esta tradición fomenta la comparación y la ansiedad. Quienes no tienen para cumplir los estándares sociales pueden experimentar sentimientos de exclusión, o fracaso, sobre todo, en los niños, las niñas y los jóvenes.
Las redes sociales, por supuesto, le ponen picante a la situación. Atacan a las y los chamos (no tan chamos también) con los algoritmos, enviándoles ofertas de todo tipo en vestimenta, calzado y maquillaje. Impulsan un sentimiento de consumo donde la apariencia prima sobre la experiencia colectiva, sobre la autenticidad, el significado de la amistad y la familia.
Aunque es una época con tintes religiosos, tanto si somos o no creyentes, deberíamos promover la unión y la gratitud, y no el consumo como un valor.
Sobreproducción y contaminación
Debemos optar por un consumo responsable. La industria de la moda rápida es una de las más contaminantes del mundo. Las grandes corporaciones no sólo fomentan la compra compulsiva de ropa nueva, sino que contribuye a un ciclo de sobreproducción, desperdicio y explotación laboral.
Seguir incentivando esta costumbre es ignorar lo que estamos ocasionando al planeta. Existen alternativas sostenibles y creativas, como el intercambio de ropa entre familiares, la customización de una prenda olvidada en el clóset o la compra de ropa de segunda mano.
De hecho, hay influencers que generan contenido acerca del aprovechamiento de la ropa que tenemos guardada y con la cual crean vestimentas que nada le envidian a las modas.
Desmitificar esta tradición no es un acto de desesperanza, sino de conciencia. Se trata de rescatarnos de las garras del consumismo, poniendo en práctica el abrazo, la conexión con el otro o la otra, y saber que nuestro valor no depende de un outfit.

POR SARAH ESPINOZA MÁRQUEZ • @sarah.spnz
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta