04/12/25. Durante los dieciséis días de activismo por la Eliminación de la Violencia Basada en Género, nos hemos propuesto abordar los estigmas que existen no sólo sobre el trabajo sexual, sino, principalmente, que se ciernen sobre las trabajadoras sexuales ya que muchas veces se tiende a culpar a las mujeres que practican de forma voluntaria o involuntaria esta labor, y no al músculo que promueve el consumo de las mujeres como un objeto sexual.
Los juicios contra las trabajadoras sexuales son un tipo de violencia simbólica, que sólo empeoran las condiciones de las mujeres que se dedican a ello. Culparlas y no al sistema machista... profundiza sus carencias laborales y promueve la vulneración de sus derechos humanos.
Los estigmas son una mezcla de prejuicios históricos, morales, religiosos y de género que castigan las conductas que se desvían de las normas sociales sobre la sexualidad. Generalmente, estos juicios conllevan consecuencias como la privación de los derechos humanos y falta de protección de las trabajadoras sexuales ante hechos que ponen en riesgo su vida.
Las normas sociales
Todo empieza porque se califica el trabajo sexual como inmoral, sucio o pecaminoso. Como resultado, a las practicantes se les considera inmorales, puesto que no se someten a las normas culturales de la reproducción, el matrimonio, la conformación de una familia, como lo dictan las religiones.
Esto genera rechazo social por degradación de la persona, llevándolas a la doble identidad o a ocultar su trabajo para protegerse a sí mismas y a sus familias.
Crimen
También existe confusión sobre lo que implican el trabajo sexual voluntario y los delitos graves como la trata de personas y la explotación sexual. Estos últimos asociados a una forma grave de violencia.
Al no comprender que muchas mujeres deciden ser trabajadoras sexuales desde la autonomía, se les señala de ser criminales. Por lo tanto, se las deja sin protección de la ley, aumentando su vulnerabilidad y su exposición a las violencias.
Enfermedades
Una culpa con la que han cargado, históricamente, las mujeres, es que suelen ser las principales transmisoras de enfermedades sexuales, lo que aumenta el miedo y el rechazo hacia ellas.
Este estigma puede repercutir negativamente en su acceso a la asistencia médica. Algunas áreas de la salud pueden no ser garantizadas a las trabajadoras sexuales, por ende, descuidan aspectos importantes como la salud mental.
Víctimas
Se les niega la autonomía sobre sus propias decisiones y son catalogadas como víctimas a las que hay que “rescatar” o “reinsertar”, desconociendo que para muchas puede ser una elección o una de las pocas opciones económicas disponibles.
En ese punto, se reproduce un discurso paternalista que invisibiliza sus voces y su capacidad de organización política para exigir sus derechos laborales y humanos.
Los estigmas contra trabajadoras sexuales son otra forma de violencia
Los juicios contra las trabajadoras sexuales son un tipo de violencia simbólica, que sólo empeoran las condiciones de las mujeres que se dedican a ello. Culparlas y no al sistema machista que ve a las mujeres como un objeto de consumo, profundiza sus carencias laborales y promueve la vulneración de sus derechos humanos. Esto tiene secuelas como la violencia física, verbal, psicológica, abusos sexuales, entre otras.
Para ello, es necesario que se generen una serie de condiciones que pueden ayudar a disminuir las graves consecuencias que sufren las trabajadoras sexuales.
Legislar a favor de ellas
Incluirlas en las legislaciones que protegen a los trabajadores y trabajadoras, les permitirá gozar de una vida con dignidad, respeto y sin malos tratos. Reconociendo su existencia y la necesidad de proteger sus libertades y decisiones autónomas, podrían erradicarse las violencias machistas contra mujeres que recurren a esta labor por pobreza o decisión.
Acceso a la salud
La erradicación de los estigmas, por lo menos desde los gobiernos, les facilita el acceso a la atención médica sin temor a ser juzgadas o discriminadas, mejorando las políticas de salud pública.
Protección frente a la violencia machista
Al dejar de culpar a las trabajadoras sexuales, también se disminuye la vulnerabilidad que tienen ante la violencia basada en género, el abuso policial y la explotación. El estigma sólo perpetúa la falta de regulación y protección legal que pone en peligro la vida de las mujeres.
No criminalizar
Al erradicar el calificativo que lo vincula a lo “criminal”, se posibilita el reconocimiento de un ámbito laboral voluntario, distinguiéndolo claramente de la trata. De esa manera, se le da la verdadera importancia a cada flagelo y se abordan desde lo legal y lo social, según correspondan.
Voz propia
Reconocerlas les permitiría exigir derechos laborales como la seguridad social, condiciones de trabajo seguras y protección contra la violencia laboral, como sucede con el resto de la población trabajadora.
Para erradicar los estigmas es necesario educar a la población para que diferencien el trabajo sexual voluntario de la trata. Hacerlo, validaría sus luchas contra las violencias y reivindicaciones como sujetas políticas. Porque nada, nada justifica la violencia machista contra las mujeres.

POR SARAH ESPINOZA MÁRQUEZ • @sarah.spnz
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta