25/02/2023. La oferta de un curso de tres meses para formarse y certificarse como reportero (a) en el Inces, fue quizás la gota que derramó un vaso desbordado y haciendo aguas desde hace años. Esa manera clásica de estudiar periodismo y sobre todo de ejercerlo, parece un referente prehistórico frente a una realidad que más allá de sus aciertos y traspiés, nos arropa desde que las nuevas tecnologías informáticas se masificaron de manera avasallante, permitiendo a cualquiera ejercer la “comunicación” desprovisto de amarres científicos, críticos o éticos.
Por primera vez en muchos años, el gremio de los periodistas profesionales del país coincidió en una misma causa: señalar públicamente el despropósito ensayado desde una instancia gubernamental, el Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (Inces), hasta lograr que fuera detenido a tiempo con los recurrentes golpes de pecho y solicitud de disculpas.
Pero el mal estaba hecho. El episodio no hizo sino patentizar lo que el periodista Clodovaldo Hernández cataloga de “terremotos simultáneos” que tienen tiempo minando las bases de la profesión. “Por un lado, Internet y las redes sociales han hecho añicos el modelo de negocios de la prensa convencional, la que se imprimía en papel o se transmitía en forma de noticiarios por la radio y la televisión. Todo quedó obsoleto, echado al metafórico basurero de la historia”.
Y no se trata, como advierten Hernández y muchos otros comunicólogos, solo de amenazas que vienen desde lo externo. Es también una crisis impulsada por diversos factores como la cada vez más débil calidad de la formación, el desplazamiento indignante de los expertos sustituidos por meros operadores técnicos de cualquier otra área en cargos de gerencia comunicacional, el exceso de propagandismo acrítico en favor de los poderes políticos y los intereses empresariales o particulares, y en fin, el desprestigio de una labor muy permeable, embutida en una época de cambios tecnológicos y masificación de un oficio que antes era potestad de unos pocos.
Hindu Anderi, periodista revolucionaria, combativa y gremialista, de quien nos hicimos fan por su actitud desafiante tras sufrir un atentado con explosivos que detonaron en su casa en abril de 1993 cuando se desempeñaba como reportera del diario El Globo, fue una de las que pegó el grito al cielo. Lleva más de treinta años de ejercicio del periodismo: desde muy joven ha transitado la radio, la prensa y la televisión; acreedora del Premio Nacional de Periodismo y el Premio de Periodismo Aníbal Nazoa. Además de poeta (con trabajos disponibles en su blog http://turquesaroja.blogspot.com/ y en redes sociales como Facebook), se le reconoce como una de las principales analistas de temas internacionales del país, con especial énfasis en el Medio Oriente, muy vinculada, por sus propios orígenes familiares, con la lucha por la causa palestina en Venezuela. Con veinte años ininterrumpidos frente a sus espacios País Alternativo y Mundo Alternativo a través de la señal de Radio Nacional de Venezuela, y ejercer con actitud militante la vocería del gremio desde antes del triunfo de la revolución bolivariana, y durante ella, parece tener claros cuáles son los retos del periodismo venezolano en el marasmo de los tiempos que corren.
– ¿Qué debilidades observas en nuestro sistema de formación de comunicadores?
– Yo creo que la debilidad de los profesionales en general, en el país y el mundo, tiene que ver con el tema de la formación durante los primeros años. Tenemos que enfocarnos mucho en la educación de los niños, lo que llamaban cultura general, y la educación en los liceos, porque los muchachos y muchachas van a la universidad y estudian una carrera arrastrando esas deficiencias, y por supuesto que cuando empiezan la práctica profesional quedan en evidencia. Que un muchacho que trabaje en un medio de comunicación te diga que hay problemas en “la granja de Gaza” en vez de en “la Franja de Gaza”, te habla no de un tema universitario sino de formación integral. También tiene que ver que se ha tomado a la comunicación como algo muy ligero, que cualquiera puede hacer con pararse frente a una cámara, un micrófono, tener una cara bonita, hacer un gesto, y lanzar una tonelada de idioteces.
– ¿Qué está fallando en nuestra manera de hacer periodismo?
– Uno de los elementos más importantes que cultivaron mi respeto a los profesionales de la comunicación fue la seriedad en la investigación. Un periodista debe estar guiado por la necesidad de investigar, de que todo cuanto tú digas o escribas sea verdad. Yo entiendo que la verdad es subjetiva, depende de la perspectiva en la cual estés ubicado, pero hay elementos científicos: uno más uno es dos, eso no es discutible. La gente tiene que investigar antes de hablar, de difundir. Creo que el libertinaje en la difusión de la información es un problema porque muchas veces afirmamos o sacamos a la luz cosas que resulta que probablemente no eran mentira totalmente, pero no eran así. Cómo recoges tú eso, cuando ya está en la opinión pública. Esa rigurosidad en la investigación va de la mano con la responsabilidad. Creo que allí está fallando el ejercicio del periodismo. Lo otro es que el periodismo tiene que ser autónomo. Una cosa es el periodismo libertino, intencional, y lo otro es un periodismo amarrado, autocensurado, un periodismo no liberado. Tenemos que seguir trabajando para que el periodismo sea amplio, autónomo, libre, pero responsable y riguroso en lo que dice, lo que cuenta, lo que plantea, porque la palabra es un arma de doble filo pero también es un misil.
Un periodista debe estar guiado por la necesidad de investigar, de que todo cuanto tú digas o escribas sea verdad.
– ¿Es posible sostener el periodismo clásico en una época donde la comunicación se transversaliza hacia todos los ámbitos?
– Todas las áreas del conocimiento se actualizan y se modernizan y el periodismo no es una excepción. Por el contrario, la situación actual de la comunicación, hablando de redes sociales (RRSS) y del libertinaje que existe, hacen mucho más necesario contar con periodistas formados que puedan asumir la difusión de la información con responsabilidad, con rigor, investigación, y no te hablo solo de graduados en una universidad, te hablo de personas formadas, porque como decía Gabriel García Márquez, para mí el periodismo más que una profesión es un oficio. Desde la mañana hasta que te acuestas eres periodista. No es solamente una actitud o una cámara de televisión, se trata de un compromiso que está las 24 horas del día los 365 días del año de toda tu vida. Creo que sí, a lo mejor no es como lo planteábamos hace cuarenta años, pero el ejercicio del periodismo todavía y toda la vida tendrá razón de ser. El periodismo es uno de los oficios más necesarios en este momento cuando se han inventado el fake news y la postverdad. Julian Assange es un ejemplo de ese periodismo de investigación que seguirá siendo necesario.
– ¿El avance vertiginoso hacia los abismos de las RRSS constituye la estocada definitiva hacia ese viejo modelo?
– Todas las disciplinas tienen que reinventarse. La pandemia obligó a la gente a repensarse en medio del confinamiento. El avance de estos abismos nos tiene que obligar a buscar mecanismos que permitan que el periodismo sobreviva frente a unos medios como son las redes sociales que pueden distorsionar la realidad, pueden desinformar, que incitan a la violencia, promueven el inmediatismo, que generan caos, donde la manipulación es exacerbada y lo más grave, muchas veces no hay responsables. El periodismo no es así, más bien está obligado a presentar la realidad lo más cercana a la verdad, a informar. Lo que llamas tú viejo modelo, de alguna manera va a continuar porque es necesario que esos elementos que nos permiten ejercer la rigurosidad, se mantengan.
– ¿Cuáles son los desafíos del periodismo de esta etapa del siglo XXI?
– El mayor desafío del periodismo en el mundo es luchar contra la rapidez. La rapidez de la presencia de la información en las redes sociales, con elementos tan importantes como la verdad, porque hay que enfrentarse a la llamada infodemia, o información falsa, o el sesgo, es decir, presentar información rápida pero no manipulada. El que tiene la información tiene poder, quien desinforma también lo pude tener, pero nuestro reto es luchar contra la desinformación, que es uno de los elementos más presentes en las redes sociales. Por eso los periodistas tenemos una gran responsabilidad: ahora efectivamente somos paladines de la verdad, de la justicia, o sea, tenemos que asumirnos así, y enfrentarnos cuerpo a cuerpo en contra de la mentira.
El mayor desafío del periodismo en el mundo es luchar contra la rapidez. La rapidez de la presencia de la información en las redes sociales, con elementos tan importantes como la verdad, porque hay que enfrentarse a la llamada infodemia, o información falsa, o el sesgo, es decir, presentar información rápida pero no manipulada.
– ¿Se puede seguir reglamentando y agremiando a los periodistas?
– Creo que sí, la organización es necesaria. Este proceso revolucionario se ha enfocado en el poder popular, y en este caso los comunicadores y comunicadoras tienen que organizarse, y por supuesto la organización genera la necesidad de una reglamentación. En Venezuela existe una ley del ejercicio del periodismo así como existe la constitución. En la medida en que avanza la humanidad, los marcos jurídicos también hay que actualizarlos, pero se necesitan porque la ley permite no solo la organización sino la protección. Hay países donde no se protege la vida de los periodistas. En Venezuela nuestra ley nos protege. Creo que se puede continuar reglamentando a los periodistas, al ejercicio del periodismo, ello sin afectar el derecho que tenemos todos a la comunicación y la información, el derecho que tienen por su lado los medios comunitarios y alternativos, la forma de comunicación popular que se genera en las comunidades.
– ¿La ética, dónde estuvo y dónde está en este proceso cambiante?
– La ética es el núcleo, el corazón, el amor. Si un ingeniero construye un edificio sin las medidas y las normas establecidas, se roba materiales o utiliza materiales de tercera, con un terremoto el edificio se cae y se muere la gente que está ahí adentro. Si un maestro se involucra con una alumna, compromete su ética. Si un cura va a un púlpito y empieza a incitar a la violencia, está comprometiendo su ética. Si un periodista en lugar de decir la verdad, manipula porque le están pagando, compromete su ética. La ética tiene que ver con la honestidad, y eso parte no solo de los valores personales sino también de la familia, la escuela, el estado, de quienes nos deben dar el ejemplo. Existe el factor personal: yo puedo estar en el fango, pero me mantengo incólume. Ahora vemos con mayor amplitud la falta de ética, pero también vemos la ética en mucha gente, en muchos profesionales, gremios, organizaciones, pueblos. Forma parte de una decisión y una formación, pero es difícil, tendríamos que sentarnos a debatir, y el estado debería enfocarse en campañas de ética y honestidad para combatir justamente todos esos males que nos están aquejando.
La ética es el núcleo, el corazón, el amor.
– ¿Habrá cada vez menos héroes del periodismo romántico o ahora todos podemos ser héroes?
– El periodista argentino Hernán Casciari, también youtuber, tiene un video maravilloso donde habla de los héroes perezosos, donde dice que gracias al uso del celular hemos perdido ese romanticismo y nos invita a imaginarnos los cuentos clásicos con celular y cuenta que Hansel y Gretel no se hubieran perdido porque hubieran llamado al papá y este los habría encontrado gracias al GPS. La tecnología tiene una responsabilidad en el hecho de que hemos perdido el romanticismo, parte de esa curiosidad de buscar más allá, porque tenemos las cosas a la mano. Sin embargo, a pesar de lo digital, hay elementos, como la poesía, que persisten. Siempre habrá héroes del periodismo romántico. Siempre habrá héroes de la justicia, gente que sueñe, que persiga la utopía, que a pesar de los monstruos tecnológicos, irán detrás del fuego, del mar, del aire, del olor de las flores.
Por MARLON ZAMBRANO • @zar_lon