Cuando un ser humano se empeña en fundarse desde sí mismo, valorando el contexto geohistórico-social que lo ha visto nacer, no existe mayor principio que el valor de su propia enunciación anclada a dicho universo. Es decir, aquella realización que no puede dejar de sentirse y pensarse de manera articulada con su entorno y la sociedad que lo definen.
El caso de Andrés Bello, nacido en Caracas el 29 de noviembre de 1781, resulta emblemático en este caso. Lamentablemente muy poco estudiado y por ende, valorado, su presencia en nuestro acervo cultural exige indagar en sus múltiples legados en pro de seguir avanzando en lo que se supone debe ser nuestra independencia y soberanía.
Nos referimos a quien no sólo fue uno de los maestros de nuestro libertador Simón Bolívar -a quien enseñó a la sombra del samán que aún se conserva a un lado de la Biblioteca Nacional-, sino que escribió importantes obras como Filosofía del entendimiento y Sociología de lo bello, así como una vasta producción poética y de crítica literaria, la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, fue fundador y primer rector de la Universidad de Chile y redactó el Código Civil de ese país como resultado directo de un proyecto de creación de conciencia y nación, es decir, de un imaginario auténtico.
En la actualidad, valoramos su amplitud y claridad intelectual para sostener que el paisaje que reconoce bellamente en su Silva a la agricultura de la zona tórrida y que podemos encontrar como mural a pocos pasos de entrar en el liceo que lleva su nombre en Caracas, más que de exaltación de nuestra geografía, es también un paisaje moral, un escenario-invitación al compromiso como venezolanos y americanos que somos en toda la amplitud del término, por pertenecer a esa América toda que existe en nación como reza nuestro Himno Nacional.
Además en su Alocución a la poesía, vemos como ésta es posicionada como cauce originario del pensar y al mismo tiempo como creación interpeladora del saber que pueda hacernos ajenos al sentir, sobre todo cuando ciertas herencias intelectuales intentan cosificarnos.
El poeta que fue Bello celebró la vida y el valor de la libertad, haciéndonos herederos de una convicción por lo que somos tan geocultural como humanamente, por eso su legado necesita ser revisado con mucha atención en nuestros colegios, liceos, universidades y comunidades.
Benjamín Eduardo Martínez Hernández
@pasajero_2