Caracas tiene un soundtrack desde que abres los ojos. Tiene una legislación y toda una forma propia de comprender la convivencia sonora
Por María Alejandra Martín • @maylaroja / Fotografías Alexis Deniz • @denizfotografia
Una mentecita de la revista me sugirió la idea de escribir sobre los sonidos de nuestra ciudad, un desafío maravilloso porque en Caracas lo que abundan son sonares característicos que en principio te evocan al caos cotidiano de un valle, que de día es todos los sonidos juntos y en la noche solo algunos en el silencio de la madrugada.
Es así como estas canciones que hace la ciudad, tienen un rol fundamental en la vida y el “caminao” de cualquier habitante de Caracas. Y aunque el gentilicio nos dota de la capacidad de desconocer, interpretar, adaptar y hacer valer cualquiera de los aparatos normativos que nos ponen, existen muchos daños asociados, al abuso de la música a todo volumen, y el heavy metal de la industria pesada.
Sinfonía del amanecer
Comencemos desde temprano, el inicio de la jornada laboral es anunciado por la biodiversidad de nuestro valle. Las aves de la montaña, de los arbolitos urbanos y hasta los pajaritos en jaula, se levantan temprano. Y en la madrugada inicia entonces una sinfonía animal que se combina en cuestión de minutos con las motos, autobuses y carros de quienes madrugaron para que Dios los ayude.
El grito de café, café, café, el peluche indicando la ruta de la camioneta como si se tratara de una pieza de música electrónica, a las diez de la mañana hace de Caracas un minestrone de sonidos. Humanos y mecánicos.
Es mediodía y en el metro reproducen una pieza llanera en los andenes, que queda atrás al entrar al vagón y arrancar. El sonido como de los supersónicos de un tren al andar, queda silenciado por la multitud de charleros, (que de Petare a Capitolio déjame decirte que conté doce), te ofrecen para que compartas y disfrutes, para que le lleves a lo más lindo de la casa, la golosina u objeto útil que se consigue “solo por esta vez a mejor precio que en las tiendas”.
Las avenidas principales y bulevares repletos de población y en cada tienda una emisora, el disco nuevo, la de Provenza de Karol G, la salsa infaltable, y el pop en una farmacia chiky luky. Ahora hasta hay animadores de tienda: “Pasen adelante, tres zapatos por 20$, llévese su 1×10, pregunte sin compromiso”, siendo un plus para la entrevista del animador que se sepa, al menos, un tema de Marc Anthony para cantarlo por las tardes después del almuerzo, en la hora del burro.
Transcurre la tarde entre toques de corneta, ambulancias, y las miles de voces de quien vende algo y a todo gañote recita el eslogan de su inventiva. El evangélico de plaza, con aguante ya tiene tres horas predicando y señalando a todo quien -según él- esté lejos de la palabra del señor y cruce la plaza. Cuando el sol baja, otra hora sonora es la del retorno de las y los trabajadores a sus hogares. Y es que las conversaciones camino a casa con familiares, compañeros de trabajo y entre parejas son como poner a sonar 500 canciones al mismo tiempo, aunque todas ellas vayan del mismo tema, ponerse al día o echarse los cuentos.
Caracas de noche
Cuando el sol se oculta suenan las santamarías, los hasta mañana, y solo quedan con vida aquellos restaurantes, bares y sitios para la vida nocturna a la espera de darle play a otra bullará, música a todo volumen, la salsa, el reguetón de moda, la instaurada bachata en cada local que se dedica a darle a la ciudad unas horitas más de vida en la nocturnidad.
Un día de semana cualquiera desde las nueve, baja el volumen la gente en la comodidad del hogar, se guarda en silencio, y comienzan entonces los sonidos íntimos de cada casa, pero en la ciudad comienzan otros sonidos. Hablando con amigos de esos varios que se van del país, se sorprenden agradablemente porque entre nuestras notas de voz escucharon grillos. Y es que quien vive en las faldas de nuestro pulmón vegetal y por estar Caracas tan rodeada de verde el concierto de los grillos es costumbre y es lo más rico y resaltante de una identidad sonora que nos acoge de manera sublime dotándonos de días al mejor estilo de un heavy metal, una salsa bien bailada, y cierra con esos grillos sinfónicos.
En cada esquina una canción. Caracas mercado de sonidos, una pieza musical al mejor estilo de sus ciudadanos
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Nuestros fines de semana son otra cosa, desde que llega el viernes chiquito (jueves) la ciudad se pone bella y rumbera, se emperifolla y todos estos preparativos auguran una celebración religiosa, por el fin de semana. Y es que el espíritu pachangoso que nos caracteriza abunda en canciones, baile, degustación de elixires etílicos, y partidas de dominó.
La rumba en Caracas es sinónimo de sonidos, desde la calle de Los cortijos y los soundmachine con 32 camionetas recreando el ambiente más tolerante e imposible de imaginar para mí (pero la gente que se llega lo disfruta), hasta la atmósfera fascinante de Catia, San Agustín, San José, Petare, San Juan y pare usted de contar donde si se daña el disco de los éxitos de Ismael y Héctor, se compra otro o ahora se descargan y no pasan de moda, las de Maelo, Tito Rojas, Roena o Los Lebron. Es en estos lugares donde la salsa no muere, aunque esta se intercale con el último éxito de reguetón.
La intimidad de un bar, que reproduce una canción de Fiol, acto seguido las botellas chocan con un grito de ¡Salud! y un jugador de dominó sale con la cochina estallándola contra la mesa generando en los más nerviosos, un brinquito. Horas después de baile y bochinche, se apagan los primeros equipos de sonido, la gente se comienza a guardar, solo quedan en la Caracas de fin de semana, uno que otro que sigue celebrando, ese que no sabe cuándo se termina la fiesta y borrachos jadeantes y vomitones arropados por el silencio hermoso de nuestra ciudad.
Nuestros fines de semana son otra cosa, desde que llega el viernes chiquito (jueves) la ciudad se pone bella y rumbera, se emperifolla y todos estos preparativos auguran una celebración religiosa, por el fin de semana. Y es que el espíritu pachangoso que nos caracteriza abunda en canciones, baile, degustación de elixires etílicos, y partidas de dominó.
La rumba en Caracas es sinónimo de sonidos, desde la calle de Los cortijos y los soundmachine con 32 camionetas recreando el ambiente más tolerante e imposible de imaginar para mí (pero la gente que se llega lo disfruta), hasta la atmósfera fascinante de Catia, San Agustín, San José, Petare, San Juan y pare usted de contar donde si se daña el disco de los éxitos de Ismael y Héctor, se compra otro o ahora se descargan y no pasan de moda, las de Maelo, Tito Rojas, Roena o Los Lebron. Es en estos lugares donde la salsa no muere, aunque esta se intercale con el último éxito de reguetón.
La intimidad de un bar, que reproduce una canción de Fiol, acto seguido las botellas chocan con un grito de ¡Salud! y un jugador de dominó sale con la cochina estallándola contra la mesa generando en los más nerviosos, un brinquito. Horas después de baile y bochinche, se apagan los primeros equipos de sonido, la gente se comienza a guardar, solo quedan en la Caracas de fin de semana, uno que otro que sigue celebrando, ese que no sabe cuándo se termina la fiesta y borrachos jadeantes y vomitones arropados por el silencio hermoso de nuestra ciudad.
De la legalidad del sonido
Como bien se dijo al inicio, el sonido en abuso puede generar efectos nocivos para la salud. En cuanto a instrumentos legales en la materia que te protejan y normen las emisiones sonoras de cuando tu mamá pone a Olga Tuñón a todo volumen, se consigue el Reglamento N° 5 de la Ley Orgánica del Ambiente Relativo a Ruidos Molestos y Nocivos con fecha del 19 de noviembre de 1979. En dicha ley de 40 artículos se exponen regulaciones del sonido y las sanciones del ruido interior de ambiente en recintos, normas para el uso de bocinas y tránsito terrestre; dichas sanciones eran competencia de ser enjuiciadas por una comisión en su momento del Ministerio de Ambiente.
El abuso del sonido puede traer problemas en la salud y en la convivencia, no está demás bajarle dos al equipo y disfrutar también del silencio
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La norma señala que el ruido máximo para las zonas residenciales es de 55 decibeles en horario de 7am a 9pm (que equivale al ruido que produce el aire acondicionado de ventana, por ejemplo), y de 45 decibeles de 9pm a 7am (que equivale al ruido de una calle con poco tráfico).
En la actualidad los lineamientos para oficinas y locales los dicta COVENIN quienes establecen lo relacionado al sonido, ventilación, calidad del aire, y otras regulaciones referentes al ambiente laboral y en recintos. Dicho tema se ve reflejado en su apartado de la norma sobre el ruido ocupacional del programa de conservación auditiva y niveles permisibles.
De la responsabilidad personal
Las ciudades se modifican con el obrar de sus ciudadanos, tomar en cuenta algunas de estas recomendaciones, incide en el mejor vivir de cada una y uno de nosotros:
-Evitando usar vehículos de maquinarias pesadas en zonas residenciales.
-No realizar actividades ruidosas fuera del horario diurno.
-Respetar las horas de descanso y el horario nocturno.
-No poner música o la televisión a un volumen muy alto en casas o buses colectivos para prevenir molestias auditivas tanto propias como para vecinos o pasajeros.
-Realizar mudanzas u obras domésticas sólo en el horario que establezcan las Ordenanzas o normativas.
-Uso de medios de transporte alternativos, bicicleta, caminar.
-Controlar la intensidad al utilizar auriculares para escuchar música. Esta última es sumamente importante como usuarios de las nuevas tecnologías.
Algunos jingles de la ciudad
– El amooladoooooor.
– Se compra oro y plata, compro tu dólar.
– El campeón, el matarataaaas .
– Amarillo, amarillo los plátanos.
– Compro tu harina amarilla y frijol chino.
– Hallaquita de pollo y chicharrón, cómetela comelón.