16/03/2023. Hace mucho que no le seguía la pista a las películas nominadas al Oscar. Este año me animó la buena cantidad de historias interesantes sobre mujeres, así que luego de verificar mi agenda y presupuesto decidí ir al cine para ver Tár (de Todd Field), con mi amada Cate Blanchet; Ellas hablan (de Sarah Polley), la única en la lista dirigida por una mujer, y Todo en todas partes al mismo tiempo (de Dan Kwan y Daniel Scheinert), una fantasía absurda llena de subtextos que arrasó en la noche de la premiación.
Aunque me gustaron mucho más las dos primeras, hablemos hoy de la ganadora para no dejar pasar el hype.
La siguiente reseña está llena de spoilers. Si no has visto la película y quieres verla, deberías detener la lectura ahora.
CLONES Y UNIVERSOS PARALELOS
Lo primero que debo decir es que realmente no incluí a esta película en mi lista por su trama experimental o por su particular protagonista femenina (en la columna pasada hablábamos de antiheroínas y esta sin duda lo es).
Quise verla porque se me hizo fácil identificarme con ese título que parece un trabalenguas: "Todo en todas partes al mismo tiempo". Así siento que es mi vida; me pasa de todo, siempre estoy desbordada. Entré a la sala de cine apostando conmigo misma si las vicisitudes del personaje interpretado por Michelle Yeoh podían parecerse a lo que a mí me pasa y resultó que sí.
El tema es este: siempre le digo a mi novio que quisiera tener varios clones. Cuando le hablo de eso evoco la película Multiplicity. El trasfondo de mi fantasía es poder tener una Rosa que pueda pasar más tiempo con él, otra que pueda pasar más tiempo con mi hijo, una para el trabajo, una que pueda atender propiamente mi casa y que no se me acumulen las montañas de ropa sucia, y finalmente una (que quizá sería la original) para estar más tiempo conmigo misma, mis gatas y mis amigas. El objetivo es lograr cumplir con todo y no sentir culpa por quitarle tiempo a nadie, ¿eso existe? Siendo como soy, una sola Rosa unidimensional, común y corriente, las 24 horas del día no me alcanzan y sospecho que no soy la única con ese problema.
Creo que el anhelo de desdoblamiento es común en todas las mujeres. Encargadas de los cuidados, la crianza, el trabajo remunerado... Ser las mamás, las amantes, las maestras, las enfermeras, las sirvientas, las hijas, las amigas, las asistentes de todo el mundo, estar siempre solícitas en la cocina, en la puerta del colegio, en el supermercado, en la oficina, en la cama... todo al mismo tiempo y en todas partes, sí, es como si viviéramos en muchas realidades paralelas, como si fuéramos muchas al mismo tiempo. Estamos obligadas a ser omnipresentes y todopoderosas.
Y sucede que la película de los Daniels comienza hablando exactamente de eso a partir de la historia de Evelyn, una migrante china en Estados Unidos, de mediana edad con varios problemas desarrollándose en paralelo en un pequeño universo que simbólicamente es infinito, y luego se convierte en eso deliberadamente.
El filme nos hace entrar en situación usando como excusa una premisa que ha obsesionado al cine desde sus inicios: la urgencia de "salvar al mundo". ¿Y acaso no es cierto que todas las mujeres salvamos a (nuestro pequeño) mundo todos los días, en todas partes y al mismo tiempo?
FRACASO Y RESILIENCIA
Antes de saber cualquier cosa sobre el multiverso disparatado donde es una especie de mesías salvadora, a Evelyn le pasa de todo al mismo tiempo y en todas partes; igual que yo (igual que muchas), está desbordada. Es la esposa en un matrimonio a punto de naufragar, es la madre de una joven lesbiana que le reclama atención, es la hija de un anciano enfermo al que debe cuidar, es la cabeza de un negocio familiar que está a centímetros de la bancarrota… En todos esos roles el fracaso es el denominador común. Pero justamente es en esa buena puntería por la derrota donde parece que reside la clave de su redención.
A ver si puedo explicarlo. Sucede que nuestra Evelyn es solo una de las infinitas versiones de ella misma que viven en igual número de universos paralelos de los cuales, luego de un evento inesperado, puede entrar y salir a voluntad. Cada uno de estos mundos está determinado por decisiones que ella ha ido tomando a lo largo de su vida, como una suerte de efecto mariposa: por cada decisión, infinitos universos nuevos se desencadenan con realidades alternas.
“Has fracasado tanto que puedes ser cualquier cosa”, le dice a Evelyn su esposo del universo Alpha. Y es que el mundo donde vive nuestra Evelyn, la “real”, es el peor en el que ella podría vivir, donde se concentran todas sus malas decisiones. Pero esa mujer, rehén de sus frustraciones, es exactamente la que el mundo necesita para poder luchar contra el mal que le acecha dado que su capacidad de resiliencia es total. ¡Qué gran paradoja! Como nada tiene, todo lo puede.
NO TIENES QUE RESPONDER EN VOZ ALTA
La película está llena de escenas filosóficas y de combate que parecen una mezcla de The Matrix con Kill Bill. Para hacer honor al título, durante todo el filme pasan muchas cosas así que es muy fácil perder el hilo. Es un viaje trepidante de más de dos horas en las cuales el público puede darse cuenta de que todo lo que sucede se reduce a un dilema universal: la maternidad y la culpa.
Y aquí hacemos un alto. Al descubrir esto me hice la pregunta que casi siempre me hago cuando veo una peli: ¿Esta historia hubiese sido igual si la hubiese contado una mujer? Si el tema es la maternidad, la mirada femenina es clave.
Veamos. Nuestra Evelyn multidimensional, de los millones y millones de universos donde pudo elegir quedarse, justo escogió ese, el que conocía, una despreciable zona de confort en la que se sentía miserable, en la que era una fracasada. La razón de su decisión fue una sola: permanecer con su hija.
Y bueno sí, quizá eso es lo que digamos las mujeres en público y en voz alta, que siempre elegiremos estar con nuestras crías, pero… ¿es real? ¿Cuántas de nosotras seríamos capaces de resetearlo todo y mudarnos a un nuevo universo en el que seríamos mil veces más felices, pero en el que nuestrxs hijxs nunca existieron? (no tienes que responder en voz alta).
Quizá una directora mujer lo hubiese pensado dos veces y resuelto de otra manera antes de darle ese desenlace tan cliché a nuestra antiheroína. La mirada masculina no sorprende y nuevamente romantiza el arquetipo de la madre devota. ¿En serio no había otra posibilidad para esta señora que acaba de salvar al mundo?
¿Mi parte favorita? Ninguna en particular. La verdad es que la película no me enganchó, me pareció que su trama no es consistente, que está llena de chistes malos y forzados, que al estar llena de abalorios visuales descuida la esencia y deja muchas preguntas en el aire. Sé que por sus características hay quienes la aman y hay quienes la odian. Yo creo que no llegué siquiera a ubicarme en uno de los dos extremos. Obviamente debo haberme perdido de algo porque la Academia le dio siete Oscars. Seguramente se convertirá en una película de culto.
Solo confieso que me enamoró una línea del guión: “Las mujeres más difíciles de amar somos las que hacemos girar el mundo” (“Unlovable bitches like us makes the world go around”). Yo no podría estar más de acuerdo. ¡Larga vida a las unlovable bitches!
POR ROSA RAYDÁN • @rosaraydan