27/03/2023. Escribió Virginie Despentes en “La Teoría King Kong” que “nunca antes una sociedad había exigido tantas pruebas de sumisión a las normas estéticas, tantas modificaciones corporales para feminizar un cuerpo. Al mismo tiempo, ninguna otra sociedad ha permitido tan libre la circulación corporal e intelectual de las mujeres”. Un asunto trascendental al que, de ordinario, no prestamos mucha atención.
Es una industria millonaria. En estimaciones hechas hace ya una década, la Academia Americana de Cirugía Plástica Facial consideraba que el boom de las redes había hecho crecer el número de personas que se someten a cambios faciales en al menos un 30% y desde entonces, los usuarios y los tipos de redes no han hecho más que aumentar. Cuentan que ahora mismo asistimos a un regreso de los cánones estéticos de los años noventa y del comienzo del milenio. Si, justo aquellos que estaban obsesionados con la “belleza” de la tuberculosis: cuerpos esqueléticos, pieles grisáceas, ojos saltones, un coctel que sólo se logra con privaciones alimentarias compatibles con trastornos.
Sin embargo, en esta sociedad llena de hipocresías cuando una mujer, bombardeada de reglas absurdas, bajo una publicidad permanente que le muestra ultraprocesados, azucarados y un modo de vivir insano, le es al mismo tiempo exigido mantenerse en una línea de peso donde sus curvas no modifiquen la forma de la ropa, colapsa y se enferma, parece que se asume que esto es un problema sólo de ella. Incómodo, excepcional y exagerado.
Así fue el caso de Isabelle Caro, una modelo anoréxica que en sus últimos años de vida usó su propia situación para denunciar cómo el mundo de la moda es cruel e insensible con las mujeres y promueve relaciones insanas con el propio cuerpo. Al poco tiempo de su campaña falleció. La relación con nuestros cuerpos sigue siendo un asunto en el que muchas veces intervienen demasiados factores, como la industria, la publicidad e incluso la familia y la pareja. Estos hacen que nuestra relación más intima no sea de cuidado, aceptación y cariño sino de rechazo y vergüenza, que se promueven como forma de disciplinarnos incluso cuando estamos en silencio, en el baño, en la cama o frente al espejo.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta