Por José Luis Tapia • @joltapia • joseltapia@gmail.com Ilustración Astrid Arnaude • @loloentinta
Las denuncias recientes en la ciudad de Caracas de abuso sexual infantil en un colegio, deben ser atendidas con la mayor diligencia posible por parte de las instituciones involucradas, y garantizar a las familias el derecho a la misma y a su integridad. Son un llamado colectivo a trabajar permanentemente en distintas formas de prevención del abuso sexual infantil.
Denuncia sin miedo
El día viernes de la semana pasada se dio a conocer a través de distintos medios de comunicación, la noticia de que el colegio El Carmelo, ubicado en la urbanización Las Acacias, se encuentra bajo investigación luego de que unos padres denunciaran una situación de abuso sexual infantil contra su hijo de cuatro años. De acuerdo a las distintas reseñas de la noticia, los padres acusaron a uno de los profesores de la institución educativa de haber abusado de su hijo, luego de que el niño les informara que sentía dolor “donde el profesor le había bajado los pantalones”, por lo que inmediatamente los padres decidieron revisarlo. Ante este caso, se activaron distintos protocolos de investigación que involucraron a la Zona Educativa, el Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes y el CICPC.
En la cobertura de la noticia, se indica que los padres del niño agredido circularon distintos mensajes en redes WhatsApp, poniendo en alerta a las comunidades de padres y representantes. Asimismo, el colegio, de orientación católica, emitió un comunicado público indicando que ya se encontraba en curso la investigación y que el colegio está tomando todas las medidas para atender a la familia y establecer las respectivas responsabilidades.
No obstante, algunas partes del comunicado emitido por la institución educativa donde se da a entender en cierta forma la postura oficial del colegio ante los hechos, indica que iniciaron el protocolo correspondiente luego de ser notificados por los padres “sobre lo que según el niño les dijo”, donde además consideran que “han expuesto al niño y a la institución al escarnio público”, invitando a la comunidad educativa a no hacerse “eco de situaciones que no han sido comprobadas”.
Tomando en cuenta este tipo de frases que forman parte del comunicado, es muy importante hacer consciente y poner en práctica todo esfuerzo de sensibilización, tanto en hogares como en las escuelas, sobre el abuso sexual infantil, de forma que bajo ninguna circunstancia se coloque en entredicho en primer lugar la situación vivida por la familia, y en segundo lugar, se cuestione el derecho de las familias a denunciar los casos de abuso. En este sentido, las instituciones educativas deben asumir una labor permanente, ya sea en forma de programas o canales de comunicación, sobre los mecanismos, protocolos o rutas de protección para que tanto padres, personal docente, administrativo, obrero o estudiantes, sepan cómo actuar o responder ante una situación de abuso sexual infantil.
Prevención a través de la educación
Fomentar la prevención del abuso sexual infantil en escuelas, liceos y colegios implica que debe abordarse temas de educación y salud sexual, desde temprana edad, de forma sistemática y que involucre a la mayor parte de la comunidad educativa, de forma que las personas involucradas no sólo reciban la orientación necesaria sino que también se conviertan en multiplicadores y defensores del tema.
Un aspecto a considerar como parte de las medidas de prevención del abuso sexual infantil, además de la difusión de información y la sensibilización, es el que tiene que ver con la infraestructura. Los espacios en las instituciones educativas también deben ser sitios seguros, y hacer sentir segura a la comunidad, donde se vea en baños y vestuarios que exista la debida privacidad pero también seguridad, así como que canchas deportivas y laboratorios cuenten con suficiente iluminación, y formas de supervisión y resguardo.
La comunicación es la clave
No hay que descuidar el hecho de que los niños y niñas deben saber en todo momento que tienen pleno derecho a ser escuchados y atendidos, y en ese sentido, desarrollar esa sensibilidad y capacidad de percibir no sólo lo que no dicen sino también lo que no quieren o les da miedo decir. Desde el hogar y la escuela debemos fomentar una comunicación fluida, que llame a las cosas por su nombre, evitando apodos para referirse al pene y la vagina que puedan generar algún tipo de confusión, como “manicito”, “florecita” o “gusanito”. De igual forma, niñas y niños deben identificar cuáles caricias son permitidas y a expresar abiertamente su rechazo cuando algo les desagrada. Si cualquier caricia les hace experimentar incomodidad, miedo, malestar o angustia, deben sentirse con la suficiente seguridad para manifestarlo en el momento y poder contarles a mamá y papá.
Si surgen las preguntas en la casa, hay que saber responder con naturalidad. Es sano que hagan preguntas sobre la sexualidad, y al momento de responder hay que estar bien informados para evitar tergiversaciones o confusión. Validemos de forma positiva esa curiosidad del niño, sin reprimirla, indagando con amor el origen de su inquietud o si ya tiene alguna información sobre su duda. En caso de que no se tenga la respuesta al momento, hacerle saber que se va a averiguar y responderla con mayor claridad luego, de forma que se practique la confianza y la comunicación.