02/07/23. Históricamente se le ha reconocido al padre dotes de acompañante y proveedor. La mayoría de las veces se le observa en el control de necesidades, cobertura de gastos, apoyo y disciplina. Ese orden, sin embargo, cambia en escasas ocasiones y permite ver ejemplos dignificantes de papás asumiendo la asimetría y equilibrando la balanza, no con la idea de colaborar sino de ser corresponsables del destino de los chamos. Es una actitud que cosecha cada vez más practicantes y frutos.
En esta época de variedad y búsqueda, de autocrítica y reafirmación, se observa más la presencia en las calles, espacios públicos y en la intimidad del hogar, de un padre capaz de remendar un botón de la camisa de un hijo, decidiendo el corte y peinado de sus cabellos, controlando las citas del pediatra, no como un ayuda-memoria de mamá sino como un compromiso asumido con integridad.
En nuestro propio rol de padres consumados, nos hemos descubierto a veces compartiendo recetas de comida sin gluten con otros padres durante encuentros informales, hemos ido a dar la cara por el niño que está recibiendo acoso en el colegio, hemos hablado de sexualidad sana con los carajitos sin ningún trauma y hemos servido de paño de lágrimas a otros padres, atormentados por la actitud de madres desaprensivas que también pueden llegar a tomar malas decisiones con respecto al devenir de sus hijos, sobre todo cuando se trata de padres divorciados o separados.
Hay padres ejemplares, es innegable. Se trata de seres que se ganan el amor y el respeto por su gran capacidad de tolerancia, cariño y evidente entrega. Son casos excepcionales que confirman la regla de que hay muchos padres depredadores, maltratadores e irresponsables que abandonan a los muchachos o simplemente le arrojan todo el peso a mamá, sin ninguna contraprestación, ni emocional y en algunos casos, ni material.
No pretendemos dictar cátedra ni hacer juicios de conciencia. El compromiso, en esta época de reparaciones e Inteligencia Artificial, parece apuntar a cambiar ese orden aleatorio en que hemos establecido las relaciones paterno-filiales, para sanar incluso las heridas que portamos como hijos de padres maltratadores que seguramente nos amaron, pero de esa manera tan singular en que se expresa el amor entre los hombres-machos-cabríos del Caribe.
Tampoco se trata de desbordar el optimismo.
Existe la creencia, por otro lado, de que un padre que quiere mucho a sus muchachos y se entrega fascinado a la crianza, es como una madre. Esa presunción procura establecer –aunque sea simbólicamente- que el amor de uno se asemeja al de la otra y viceversa, como si cada quien no tuviera su propio peso sobre la descendencia. Pasa igual, pero al contrario, cuando se asegura que una madre que se entrega sola a levantar a sus hijos es papá y mamá, y se le adjetiva casi despectivamente: es “fajada” y “luchadora”, “casi un macho”.
John Lennon, el músico inglés fundador de Los Beatles, parece que se dio cuenta de su mala actitud de rockstars y para no incurrir en los mismos errores que cometió con su hijo anterior, Julian Lennon, asumió la paternidad de su segundo hijo, Sean, con total entrega, abandonando su deslumbrante carrera musical y su vida licenciosa a mediados de los años setenta. Contaba Lennon, antes de ser asesinado a tiros por Mark David Chapman a la entrada del edificio Dakota de Nueva York, donde residía, que durante cinco años se dedicó a hacer pan, preparar teteros, limpiar mocos y caca, y permanecer al lado de su muchacho mientras su madre, Yoko Ono, controlaba los negocios.
No fue ningún acto heroico, dirán las madres dedicadas a esta titánica labor cotidiana. En defensa del admirado músico y en defensa propia, podríamos decir que por algo se empieza.
Realmente un padre no mantiene al feto en la placenta ni se vincula a él a través del cordón umbilical. Tampoco puede amamantar. Es una cuestión biológica que conecta axiomáticamente a madres e hij@s.
En lo espiritual, tampoco es probable que un padre pueda intuir las penas de su prole. Esa facultad es innata de la madre que posee un radar natural para conocer las intríngulis sentimentales de sus hijo, muchas veces incluso antes que ellos mismos. La premonición de una madre es una potestad mágica que la faculta incluso en la puntería de un chancletazo atestado a la distancia.
Los tiempos cambian. Gracias a Chávez, gracias a la reivindicación del pensamiento crítico y contrahegemónico, a la lucha personal contra nuestras propias actitudes machistas, muchos decidimos hacernos buenos padres y encarar las malas mañas de la paternidad en remoto. Una labor grata pero poco reconocida, en la que se milita en silencio, disfrutando cada pequeño triunfo del amor, sobre todo el propio y el de nuestra progenie.
POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta