04/05/23. En abril de 2016 nos vimos para desayunar el para entonces diputado Earle Herrera, el editor Roberto Malaver, la periodista Mercedes Chacín y el fotógrafo Enrique Hernández. Convocados por Meche, la misión era obvia: hablar de Pedro. Yo iba de convidado de piedra, testigo presencial del emotivo encuentro, libreta en una mano y lapicero en la otra, dispuesto a recoger cualquier infidencia que me permitiera aportar algo que no se hubiera dicho ya. Lo que me atreví a escribir, unos días después en la breve introducción de un seriado que lanzó la revista Épale Caracas con sus célebres textos del Manual del levante, no sólo no agregó ninguna novedad, sino que repitió algo que parece ser un mantra. “¿Pedro Chacín? Loco e' bola” lo titulé.
Siete años, ocho días y tres horas después de aquello, no puedo evitar el entrampamiento: hablar de Pedro Chacín, para sus amigos, allegados y seguidores, no logra sino reiterar lo que nos decía el desaparecido profe Earle aquel lejano 23 de abril de la cita, día de su propio cumpleaños: “Qué bicho pa' loco”. Una locura, por cierto, necesaria, destilada de amor y poesía, de sensibilidad y hallazgo, ese desfase cognitivo que se decanta por las bravuconadas quijotescas de los defensores de la justicia. Todo, salpicado de un humor ocurrente y profundo, como el que elaboran muchos habitantes de su Altagracia de Orituco natal, pero con la carga maleva y astuta del residente en la ciudad.
Yo no lo conocí, pero lo intuí desde la primera vez que leí los disparates estadísticos de la famosa tabla del Dr. Chang para el Cálculo de los Dígitos Sexo-Afecto (contenido en el Manual del levante), a partir de una regla esencial: “todas las relaciones monogámicas comienzan por un atractivo sexual: la gente no se quiere, se coge”.
Se conmemoran treinta años de su fatídica partida en plena efervescencia creativa. Un accidente de tránsito le truncó el camino el 1° de mayo de 1993 cuando estrelló su pequeño Minicor en la avenida Francisco Fajardo, justo un día antes de cumplir los 37 años de edad.
“Pedro era auténticamente feminista” concluye Mercedes con rotundidad.
Meche lo resume así: “La madrugada del 1 de mayo de 1993, hace treinta años, mi hermano Pedro Chacín Díaz partió de este mundo, dejando un legado de amor, humor y solidaridad. El periodismo venezolano perdió una pluma aguda, irreverente e inteligente”. Además de su hermana, ella ha sido una de las activistas más comprometidas en mantener su memoria viva, recordándolo a través de textos que nos revelan a un Pedro íntimo. Ese que amaba hasta rabiar, se enguayababa, compartía sin límites con familiares y amigos, se emborrachaba con tres tragos y se indignaba ante el maltrato hacia el hombre y la mujer, por igual. Lejos de las conclusiones más superficiales del asunto, “Pedro era auténticamente feminista” concluye Mercedes con rotundidad.
Pedro Chacín, nos dicen otra vez quienes lo acompañaron y recuerdan nítidamente, era querido y humano. Loco, sí, como todos los que sueñan y contagian de amor al mundo.
Los ojos de Pedro
Zuleiva Vivas, investigadora, curadora de arte, e hija del desaparecido poeta y genio de la arquitectura venezolana Fruto Vivas, recuerda sus ojos: “Nuestro inolvidable Pedro Chacín, el alma de la fiesta, la sonrisa pícara, esa sonrisa bella, la primera emoción que irradiaba de su inquieto y encantador ser. Los ojos de Pedro los llevo en mi recuerdo, para mí siempre fue la imagen de una mirada verdadera. Quizás ese era su gran secreto para permanecer rendidos ente él. Pedro no solo era brillante en sus intervenciones, sabía contar de todo y de todos, nada escapaba a la lúcida tremendura del amigo-hermano. Para mí Pedrito era como una chispa en la oscuridad, encendía cualquier encuentro con sus oportunas frases cargadas de un humor especial y propio.
Nadie como Pedro para encantarnos a todas, no importaba edad ni belleza, para él todas las damas éramos flores para adornar el jardín de su hermosa vida. Poeta locuaz, intelectual a toda prueba. Sus fans nos sentíamos orgullosas de poder compartirlo delante de una birra helada para ponernos al día sobre Letras o para escuchar sobre próximas hazañas. Pedro vive en mi corazón, allí agazapado está mandando chispas a diestra y siniestra. Gracias Pedrito por ser y estar”.
Riendo a través del Henri Pittier
Frasso, el admirado fotógrafo venezolano, se detiene a recordar los caminos recorridos juntos, a risa batiente. “Mi hermano, mi amigo, recuerdo esa madrugada fatídica cuanto después tuvimos que partir hacia Altagracia de Orituco a despedirte, amanecimos contando tus anécdotas, luego te despedimos con La Elegía, de Miguel Hernández. Fuimos afortunados de vivir la alegría de haberte conocido y haber tenido el privilegio de ser tu amigo. Fuerte ese golpe hace treinta años y parece que fuera ahorita que te marchaste, recuerdo tantas irreverencias juntos, los caminos andados no sólo en Caracas, recordar nuestro primer viaje a Altagracia de Orituco lleno de chistes, riendo por el parque Henri Pittier, todos tus cuentos eternamente en mi corazón y presente como nunca Pedro. Te Ama. Frasso”.
Todos lloraron
El periodista Rafael Rodríguez Olmos lo recuerda desde Valencia: “Una vez fui con Pedro a los Valles del Tuy. Estábamos buscando a un tipo que fue un comandante guerrillero de los sesenta. Yo quería entrevistarlo para un libro que trabajé pero que nadie quiso publicar. Subimos por una montaña al sur de Charallave en donde él tenía su parcela. Ya era mayor y estaba muy deteriorado por las torturas y algunos balazos en sus tiempos de combatiente. La narración del tipo conmovió tanto a Pedro que se puso a llorar. Era muy sensible. Y como soy un llorón, lloramos los dos. Nos quedamos esa noche y en la mañana me dijo para que bajáramos a hacerle un mercado al camarada. Yo no tenía dinero y él lo hizo con el dinero que tenía ahorrado para hacerse unos exámenes médicos. Así era su profundo sentido de la solidaridad”.
Lo leería en secreto
La recientemente reconocida con una mención en la categoría Cuentos por su libro La noche de la casa del premio literario Casa de las Américas, Esmeralda Torres, confiesa que no lo conoció, pero como si lo hubiera hecho, gracias a los innumerables amigos que cosechó Pedro durante su estancia en tierras orientales. “Cuando llegué a Cumaná en el año 86, venía de Ciudad Bolívar, con mi militancia a cuesta y mi amor por la escritura. Los militantes de izquierda de esa época teníamos como disciplina la lectura de los periódicos de circulación nacional. Por razones de interés yo solo leía el cuerpo D, política y el cuerpo C, cultura de El Nacional. Sin embargo, donde me regodeaba y leía hasta la publicidad era en la revista encartada y en el Papel Literario.
Pedro y sus escritos resplandecían para mí porque amaba la literatura y desde ese tiempo ya soñaba con escribir. Me asombraba ese ingenio particular para escribir textos de humor. Los más difíciles de escribir en mi opinión. Reconozco que en este momento tal vez lo leería en secreto. Pero lo leería con la mayor amplitud. Pero en aquellos años, cuando yo tenía algunos sueños, Pedro Chacín, ‘el Guárico’, había dejado en el núcleo de Sucre de la Universidad de Oriente (UDO), una estela de amigos que me hicieron saber, que así como era de talentoso en la escritura, era también un militante comprometido en la construcción de un mundo más justo que no estaba reñido con la alegría y la celebración.
Todavía conservo en un archivo de recuerdos, las páginas con sus manuales, arrancadas a aquellas revistas dominicales. Ni mudanzas ni divorcios han sido excusas válidas para dejar esos recortes en el camino del olvido. Porque con Pedro, en su compromiso y talento con la escritura, yo tuve el maravilloso atrevimiento de soñar que algún día yo también podría llegar a escribir algo digno de conservar”.
Ese manual no se pela
Otro periodista, Alexis Vegas, fue testigo de los resultados implacables del Manual del levante, aunque el propio Chacín lo desalentaba: “¿Cómo iniciar unas líneas para honrar a un buen amigo? No puedo decir ‘voy a escribir esto para recordar a Pedro’, porque Pedro siempre ha estado ahí, un buen amigo siempre está presente… Treinta años de ausencia física no han hecho sino acrecentar el impacto que su amistad tuvo entre quienes tuvimos la dicha de compartir con él tantos espacios y experiencias entre finales de los ochenta y principios de los noventa, en las aulas de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela (UCV).
Partiste pronto Pedro, pero sigues entre nosotros. ¡Dios te bendiga hermano!”.
En aquellos años, quienes estudiábamos Comunicación Social estábamos juntos pero no revueltos: los de la mención Impresos en lo suyo, nosotros los de Audiovisual en lo nuestro y las compañeras de Publicidad y Relaciones Públicas llenando con su belleza cada espacio de la UCV por el que pasaban. Pero además teníamos dos turnos, matutino y nocturno… por supuesto en la noche fue que conocí al gran Pedro Chacín, no podía ser de otra manera. Yo vivía en Hornos de Cal en aquellos años y estaba empeñado en conseguir una novia de bien en la universidad, eso quiere decir que preferiblemente fuera alguna de las hermosas y estudiosas compañeras de la mención Publicidad. ‘Compañero, usted no tiene vida ahí ni que quiera’, alentaba mi estimado Pedro y le contestaba que ¿cómo me podía decir eso, alguien que nos animaba a los feos cada semana con los artículos que publicaba en la revista Feriado?: ‘Son dos cosas distintas, pero insiste hermano, que ese manual no se pela’, fue su respuesta. Pues ya tengo veintiseis años casado con ella Pedro… ¡Y es del Cafetal! El manual de verdad no se peló. Ella nunca entendió o siempre me preguntaba, cómo me podía juntar ‘con esa gente de la noche’ Jajajaja. Pero es que yo también era uno de la noche. A esa tropa de la noche nos iluminaba una luz incandescente: el genio y figura de nuestro querido Pedro Chacín. Partiste pronto Pedro, pero sigues entre nosotros. ¡Dios te bendiga hermano!”.
“El duende que me habita”
Teresa Ovalles, periodista, nos pide más espacio para extenderse en su testimonio. Nos resistimos, pensando tercamente en la extensión recomendado para esta nota, pero caemos rendidos a sus pretensiones cuando nos contradice con argumentos del corazón. “Pedro es para mí, más que una anécdota. Fue el primer gran amor de mi vida. Me resulta inolvidable la noche que lo conocí en la pizzería La Vesuviana de Sabana Grande, entre cervezas y pizzas de alcachofa. Era la Caracas de los ochenta. Estudiaba los últimos semestres de Comunicación Social en la UCV. Yo era una chama bella y fugaz pero él me atrapó con su locuaz sonrisa de niño, con su infinita solidaridad y con su incondicional amor. Desde aquella noche en Sabana Grande no volvimos a separarnos, juntos compartimos las querencias de amigos, amigas y de nuestras familias. Sin casarnos, porque nunca he creído en el matrimonio, pero con un amor y solidaridad intactos en el devenir de esta vida que después se volvió arbitraria y cruel.
Pedro, repentinamente, se hizo fugaz y perenne en el recuerdo como sus amigos y sus hermanas y hermanos, Victoria y Rigoberto que lograron amainar la tristeza y este dolor en el alma. Pero de él siempre emanará la alegría de sus travesuras de niño y su inspiración para ser solidarias. Ahora es el duende que me habita”.
POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon